Celebremos los fracasos
Al final de cada año muchos celebramos la vida, logros, sueños alcanzados, metas cumplidas y todas las cosas materiales nuevas que poseemos. No hay nada malo con sentirse orgulloso de las cosas positivas, pero hay mucho más de la vida que no vocalizamos o vemos a simple vista.
Hoy, quiero compartir con un pequeño grupo de fracasados anónimos los grandes desaciertos que hemos conseguido en este año. Cada uno de ellos ha representado una gran tristeza, rabia, frustración y mucha angustia por no haber alcanzado lo deseado. No importa cuán grande o pequeño fue ese fracaso, son muchas las probabilidades de haber obtenido uno de los siguientes: reprobar una clase, ser rechazado para un puesto, perder dinero en el negocio, no conseguir a nuestra media naranja, perder una competencia, haber dejado el país donde nació, no haber viajado a donde tanto queríamos, no lograr materializar una idea de muchos años, que nos despidieran del trabajo, dejar de hacer lo que amamos o no renunciar al trabajo que odiamos. Todos son y serán parte de nuestra leyenda personal y esa nube negra la continuaremos cargando hasta el día en que la revertamos, haciendo lo que muchas veces pensamos imposible.
El día que perdamos el miedo a morir luchando por lo que soñamos, es el día que el mundo comienza a conspirar a nuestro favor. Es en esas montañas inalcanzables donde conseguimos la energía de seguir hacia adelante, el fuego de la venganza y las ganas de restituir la sonrisa perdida. Más allá de solo ser un año de fracasos, podemos decir que fue un período de enseñanzas, crecimiento personal y de encontrar esa paz interior que nos da luz.
El tiempo no gira en reversa pero en este presente que nos toca vivir, podemos estar agradecidos que fracasamos múltiples veces, y aun así, continuamos. Aprendimos lo que significa estar al otro lado del campeonato, del champán y los aplausos; y es en ese lugar donde sin duda alguna debíamos estar para construir las bases de ese nuevo nivel de vida que disfrutaremos mañana.