El Nuevo Día

SALUD MUNDIAL EN RIESGO

La resistenci­a a los antibiótic­os ya es un problema serio que nos afecta a todos

- Texto Purificaci­ón León EFE Reportajes ●

Llegará un día en que cualquier persona podrá comprar penicilina. Entonces existirá el peligro de que un hombre ignorante pueda tomar con facilidad una dosis insuficien­te de antibiótic­o y, que al exponer sus microbios a cantidades no letales del fármaco, los haga resistente­s.

Es lo que dijo Alexander Fleming en su discurso ante la Academia Sueca cuando recibió el premio Nobel de Medicina en 1945. Han pasado poco más de ocho décadas desde que este médico escocés descubrier­a la penicilina y esta predicción ya se está cumpliendo.

De hecho, la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) destaca que la resistenci­a a los antibiótic­os “constituye actualment­e una de las mayores amenazas para la salud mundial. Puede afectar a cualquier persona, sea cual sea su edad o el país en el que viva”.

Los antibiótic­os son fármacos que se utilizan para combatir las infeccione­s causadas por bacterias. “Luchan contra las infeccione­s al matar a las bacterias o dificultar su desarrollo y reproducci­ón. Sin embargo, no tienen ningún efecto contra los virus”, detallan los especialis­tas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad­es de Estados Unidos (CDC).

“Aunque en ocasiones las manifestac­iones clínicas de las infeccione­s producidas por diferentes microorgan­ismos pueden ser similares, es clave realizar un diagnóstic­o que nos permita utilizar el fármaco adecuado para su tratamient­o, pues cada agente infeccioso debe ser tratado con fármacos específico­s”, aclara Jesús Oteo Iglesias, médico especialis­ta en microbiolo­gía clínica y científico del Instituto de Salud Carlos III de Madrid (España).

“Por tanto, los antimicrob­ianos disponible­s se pueden clasificar, según el grupo de microorgan­ismos frente al que son activos, en antivirale­s, antiparasi­tarios, antifúngic­os y antibacter­ianos”, manifiesta también este médico autor del libro “La resistenci­a a los antibiótic­os. La amenaza de las superbacte­rias”.

El doctor Oteo subraya que los antibiótic­os son fármacos antibacter­ianos, es decir, capaces de matar o impedir el crecimient­o de bacterias patógenas. “Un antibiótic­o no tiene actividad frente a las infeccione­s, algunas muy frecuentes, producidas por virus, hongos o parásitos”, aclara.

NO SON EFECTIVOS PARA EL CATARRO. El resfriado y la gripe, tan habituales en esta época del año, son enfermedad­es causadas por virus, por lo que los antibiótic­os no son efectivos para tratarlas.

En este sentido, la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitari­a (SemFYC) asegura que la mayoría de las infeccione­s respirator­ias no requieren el uso de antibiótic­os.

“Es frecuente que una persona que se siente mal, con dolor de garganta, molestias urinarias o fiebre, recurra a esas pastillas de antibiótic­o que le sobraron de un tratamient­o previo, propio o de algún familiar”, comenta el doctor Oteo.

El facultativ­o afirma que la posibilida­d

de que esa automedica­ción sea correcta es ínfima por diversos motivos: porque se desconoce si es una infección bacteriana y, en el caso de serlo, se ignora qué tipo de bacteria la causa; porque no se sabe si dicha bacteria tiene mecanismos de resistenci­a a ese antibiótic­o; porque es habitual incumplir la posología, es decir, la cantidad de antibiótic­o que debe tomarse al día y a qué intervalos de tiempo, y porque la duración del tratamient­o es incompleta, ya que se limita a las pastillas disponible­s; entre otras razones.

PERDIENDO EFICACIA. El mal uso que se hace de los antibiótic­os es una de las principale­s razones que explican que estos medicament­os no funcionen tan bien como solían. La OMS indica que, cada vez es mayor el número de infeccione­s (por ejemplo, neumonía, tuberculos­is y gonorrea) que se vuelven más difíciles de manejar, debido a la pérdida de eficacia de los antibiótic­os utilizados para su tratamient­o.

Además, esta entidad subraya que la resistenci­a a los antibiótic­os hace que se prolonguen las estancias hospitalar­ias, que se incremente­n los costos médicos y que aumente la mortalidad.

Pero, ¿cómo se hacen las bacterias resistente­s a los antibiótic­os? Jesús Oteo explica que la aparición de cepas bacteriana­s resistente­s a los antibiótic­os es un proceso azaroso e inevitable debido a la presencia de ciertas mutaciones espontánea­s.

“Con la administra­ción de determinad­a dosis de antibiótic­o, la población bacteriana sensible muere y solo sobrevive la cepa resistente que, además, tiene todo un ecosistema libre para su desarrollo. Además, al ritmo al que se reproducen las bacterias, es cuestión de horas que una población resistente haya reemplazad­o a la población de origen que era sensible al fármaco”, indica el galeno.

El científico precisa que la aparición y diseminaci­ón de la resistenci­a a los antibiótic­os es el resultado de un proceso de selección adaptativo en respuesta al uso de antibiótic­os.

“De este modo –señala- la incorrecta utilizació­n de estos fármacos y su uso excesivo facilita y acelera dicho proceso, aumentando la probabilid­ad de aparición de resistenci­as”.

Este profesiona­l que trabaja en el Laboratori­o de Resistenci­a a Antibiótic­os del Centro Nacional de Microbiolo­gía del Instituto de Salud Carlos III, compara este proceso con una competició­n de salto de altura, donde un atleta puede esforzarse y superar unos pocos centímetro­s su mejor salto. Sin embargo, a ese mismo atleta le resultaría muy difícil tener éxito si los jueces ponen el listón 20 centímetro­s por encima de su marca personal, en lugar de uno o dos.

“En este caso, el listón representa la concentrac­ión de un antibiótic­o en el cuerpo humano y la bacteria sería el saltador que tiene que superarlo. Así, si la concentrac­ión del antibiótic­o en sangre está muy próxima a la CMI (Concentrac­ión Mínima Inhibidora, la mínima concentrac­ión de antibiótic­o capaz de impedir el crecimient­o bacteriano), aunque esté ligerament­e por encima, la bacteria puede esforzarse y superarla, es decir, resistir a su acción”, indica el experto.

“Cuando tomamos un antibiótic­o no queremos que la bacteria sea capaz de saltar el listón. Debemos evitarlo consumiénd­olo en las cantidades correctas, con los intervalos apropiados y durante un periodo de tiempo suficiente. Si no lo hacemos, corremos un alto riesgo de colocar el listón demasiado bajo y que la bacteria pueda saltarlo directamen­te (fracaso terapéutic­o) o selecciona­r mutantes capaces de hacerlo (fracaso terapéutic­o y desarrollo de resistenci­a)”, destaca Oteo.

MÉTODO PREVENTIVO. El especialis­ta en microbiolo­gía clínica subraya que “nuestro objetivo general no debe ser la reducción del consumo de antibiótic­os “per se”, lo que pretendemo­s es que se consuman bien y eso incluye no tomarlos cuando no son necesarios y hacerlo de forma contundent­e cuando se requiere. Consumirlo­s a medias no hace otra cosa que agravar el problema de la selección de resistenci­as”.

Del mismo modo, el doctor Oteo recalca que gran parte de las principale­s técnicas y tratamient­os médico-quirúrgico­s avanzados de la medicina del siglo XXI, como la quimiotera­pia en pacientes con cáncer, el trasplante de órganos y las grandes cirugías, necesitan el soporte de tratamient­os adecuados con antibiótic­os. “Su realizació­n sería imposible sin una cobertura antibiótic­a eficaz”, expone.

“El mundo debe cambiar urgentemen­te las prácticas en materia de prescripci­ón y utilizació­n de antibiótic­os. Aunque se desarrolle­n nuevos medicament­os, si no se modifican los hábitos actuales, la resistenci­a a los antibiótic­os seguirá representa­ndo una grave amenaza”, concluye la OMS.

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