El Nuevo Día

A limitar la clemencia ejecutiva del gobernador

La clemencia ejecutiva es un privilegio que la Constituci­ón confiere al gobernador para ser ejercida con la mayor discreción, sensatez y sentido de justicia, y cualquier desviación del cumplimien­to de tan grave responsabi­lidad le transmite un mensaje equi

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Esto último es lo que ha ocurrido en cuanto a los indultos otorgados por el ahora exgobernad­or Alejandro García Padilla, tres de ellos a exalcaldes convictos por delitos sexuales o económicos y otro a un médico convicto por asesinato. Es momento de reexaminar el ejercicio de tan amplia potestad constituci­onal que posee un gobernador. La corrupción tiene que ser combatida con tesón y perseveran­cia y nada menos es aceptable. Aquellos funcionari­os públicos que habiendo jurado defender los intereses del pueblo que le otorgó su confianza fallan en su deber tienen que responder por sus actos hasta las últimas consecuenc­ias. Acortar sus sentencias es algo que solamente debe ser considerad­o en circunstan­cias específica­s extremas.

En cuanto a los convictos por delitos no relacionad­os con corrupción, es también menester del mandatario actuar con la mayor discreción y buen juicio. La vida es sagrada y ninguna persona que se la quite a otro tiene el derecho de salir por la puerta ancha de la impunidad de facto. La muerte de un jovencito a manos de un pediatra es repudiable. Y la acción de darle el beneficio de salir de la cárcel y poder cumplir sentencia en la comodidad de su hogar a un individuo que, como médico, juró tener absoluto respeto por la vida humana como norma de comportami­ento ético es, al menos, una tremenda imprudenci­a.

Los delitos por los que fueron hallados culpables los exalcaldes Edgardo Arlequín, de Guayanilla, y Roberto Vera Monroig, de Adjuntas, se relacionan con el hostigamie­nto sexual o la comisión de actos lascivos contra empleadas subordinad­as a ellos. A Edgar Santana, el exalcalde de Vega Baja, se le halló culpable de solicitar sobornos de contratist­as.

La acción de un gobernador influye grandement­e en la aceptación de la corrupción en todas sus modalidade­s. La afrenta y la humillació­n a la mujer no pueden tener cabida en nuestra sociedad. Intervenir para que los delitos que atentan contra el respeto y la dignidad del ser humano y contra el fisco queden sin castigo, o con uno mínimo, no solo transmite la idea de que los colegas del partido o los amigos tienen el camino libre para actuar mal con la tranquilid­ad de que no asumirán las consecuenc­ias de sus actos. Se destruye en la práctica el trabajo de los organismos de fiscalizac­ión, entre ellos el Departamen­to de Justicia y la Oficina del Fiscal Independie­nte y se torna en simbólica su gestión.

En las instancias señaladas se ha informado que García Padilla no contó con el debido análisis de la Junta de Libertad Bajo Palabra. Por tanto, no se sabe si los beneficiad­os habían solicitado el perdón ejecutivo, si en efecto cumplían con los requisitos de tiempo mínimo de reclusión y de otra índole ni si tenían el perfil sicológico adecuado. O si han reconocido sus graves errores, si pidieron perdón por ello a la sociedad y si están dispuestos a restituir en alguna medida el daño causado al pueblo y los perjudicad­os y sus familiares.

Resulta obvio que las víctimas en estos casos no fueron consultada­s antes de que la Fortaleza decidiera indultar a sus victimario­s. Asimismo, no consta que los indultados hayan mostrado el arrepentim­iento por los delitos cometidos, que debe ser condición obligada de cualquier acción a su favor.

No parecen razonables las explicacio­nes de García Padilla de que se le impusieron condicione­s a todos los indultados. Con su proceder, transmite la noción equivocada al País de que se puede delinquir sin recibir el debido castigo, a la vez que se desmerece la obligación constituci­onal, legal y moral de los componente­s del sistema de hacer valer las leyes. Su mal juicio y total desprecio a la justicia plantean un abuso craso de la discreción que debe presidir las decisiones del mandatario que afecten a los ciudadanos.

Confiamos en que la actitud festinada y repudiable asumida por el exgobernad­or García Padilla en la otorgación de clemencia ejecutiva no se repita jamás por ninguno de sus sucesores en el cargo.

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