ESTAIGUALS
Al pronunciar el título nos tropezábamos con las palabras. Al expandir y contraer la boca parecíamos masticar chicles y rodábamos las “s” como si por fin habláramos americano.
Hoy recordamos la franquicia por su legado y la muerte de su princesa, Carrie Fisher. Han, Luke y Leia instigaban –no solo a cuestionar la autoridad sino a subyugarnos a la carne, a la epidermis misma de la ficción. Si mis padres fantaseaban con Pablo Milanés, yo lo hacía con Luke Skywalker.
Sábanas, cortinas, hasta los “Underoos” que cubrían la decencia tenían rostro de espacio sideral. Y así me rodeaba de mis ídolos como mis padres se rodeaban de los suyos.
En las Navidades aquella guerra fría se templaba y los padres sacrificaban sus ideales en beneficios de sonrisas infantiles. O Santa o los Reyes nos acercaban a “la Fuerza”. Un tío consentía mis necesidades intergalácticas. Star Destroyer, TIE Fighter ,el Millennium Falcon, todos aparecían a la falda de aquel arbolito y con cada presente suyo crecía la insurgencia en mi piel. Ahí yacía la magia: en la complicidad entre generaciones para confabular sediciones virtuales.
Pero pasaron los años y nos fuimos poniendo viejos. Nos relegamos al Lado Oscuro: unos al Capital y otros a Cristo, y paso a paso, la Navidad perdió su sabor a ciencia ficción. Hoy Navidad es el antecedente al reintegro y la galaxia más lejana a la que viajamos es Orlando, Florida.
El ejército de subversivos –de Fidel hasta Bowie y Juan Gabriel a Umberto Eco– dimitió. No los culpo. La secuela de esta década será más trágica que la de George Lucas. Bueno, tampoco hay que ser tan histriónico. La fuente de innovación no se secará con la muerte de estos seres insignes.
Algo es cierto: una pequeña parte nuestra quedó en el pasado. Quedó tan sola como nosotros. Así es mejor. Los recuerdos son más hermosos cuando viven en una galaxia muy, muy lejana.