Washington D. C.: mucho más que políticos y leyes
La buena gastronomía ha puesto de moda muchos barrios dentro del Distrito de Columbia.
Un capítulo de House of Cards, la gran serie televisiva sobre la ambición y la traición por pasillos y despachos del Capitolio a la Casa Blanca, se filmó en Washington DC. Para retratar las caras más oscuras de la burocracia norteamericana, la producción debió trabajar unos setenta kilómetros al noreste, en la ciudad de Baltimore. Filmar en la capital norteamericana un drama protagonizado por políticos de traje hubiera sido difícil entre tanto hipster, café canchero, feria orgánica, segway y ecobici moderna.
DC (Distrito de Columbia), justo en el límite entre los estados de Virginia y Maryland, cambió tanto con el nuevo milenio que los verdaderos Frank Underwood (el personaje de Kevin Spacey en House of Cards) nacidos y criados en el siglo XX se sentirían un poco desorientados. Preocupados en todo caso por la creciente inseguridad de sus calles hasta mediados de los noventa, quizás nunca sospecharon que el centro de la administración federal se pondría de moda o atraería un turismo significativo, más allá de los tradicionales chicos de excursión escolar para conocer la sede del gobierno.
ADAMS MORGAN
Adams Morgan es un buen comienzo para dimensionar el fenómeno. Barrio de inmigrantes, su origen está vinculado de manera directa a la evolución de la lucha por los derechos civiles en el país: tomó forma en la década de 1950 justamente a partir de la integración de una escuela para blancos, Adams, y su vecina negra, Morgan. Si por años fue un distrito residencial y modesto, conocido por sus restaurantes de y para africanos, asiáticos y latinos, hoy Adams Morgan es famoso por sus restaurantes étnicos de gusto global y notables calificaciones.
Las calles 18 y Mount Pleasant son un catálogo de cocinas del mundo, como una Embassy Row (el polo de embajadas en la avenida Massachusetts) alternativa y diseñada por Anthony Bourdain. El Marx Café, de Mount Pleasant, sirve cocina revolucionaria de múltiples influencias tercermundistas mientras los DJ pinchan desde jazz gitano hasta reggae en vinilo. Exactamente en frente, Beau Thai se anota un hit con su fusión tailandesa y a pocos pasos Mama Ayesha mantiene flameando la bandera etíope, hoy no tan habitual, pero alguna vez dominante en Adams Morgan.
Hacia Adams Morgan se mudaron algunos locales antes ubicados en Georgetown, otro barrio emblemático de la ciudad, infaltable en cualquier visita. Es el distrito alrededor de la universidad del mismo nombre, que años atrás tuvo una colorida movida en el cruce de las calles M y Wisconsin. Hoy, sin embargo, los alquileres allí son de los más caros de la ciudad, poco aptos para emprendedores independientes y románticos. La costa sobre el río Potomac, no obstante, creció como paseo gastronómico, con buenos restaurantes y mucho más ambiente los fines de semana.
RODANDO POR EL MALL
La principal razón para visitar Washington, por supuesto, siguen siendo sus monumentos, museos y conocidísimos edificios públicos, todos mayormente concentrados en un área caminable en pocas horas llamada National Mall. La Casa Blanca, el Capitolio, el Monumento a Washington (el obelisco) y el de Lincoln son de esas postales que reconocen incluso quienes nunca pisaron Estados Unidos. La mayoría se puede visitar en recorridos guiados o independientes de poco tiempo, ya que están prácticamente en línea a lo largo de menos de un kilómetro.
Lo nuevo es hacerlo en segways, esos móviles eléctricos medio futuristas, de dos ruedas, sobre los que el pasajero va parado en un extraño equilibro, en apariencia antinatural, pero fácil de lograr. Con el clima a favor, se ven
segways por todos lados: desfilando frente a la Casa Blanca, girando alrededor del obelisco, esquivando turistas entre los monumentos a los veteranos del Vietnam, Corea y la Segunda