TORBELLINO
Soy inmigrante digital. Empecé mi carrera en la época de la linotipia. Pero ya por los años 70 se asomaban los cambios. En el desaparecido periódico El Mundo empezamos a utilizar los procesadores de palabras. Nadie podía imaginar que a la vuelta de la esquina tecnológica nos aguardaban las computadoras. Y la internet. Y las redes sociales. Y así, de pronto, estábamos todos sumergidos en la revolución digital.
La internet se convirtió en una extraordinaria herramienta para investigar temas, agilizar la comunicación interpersonal y ofrecer nuevos espacios para dar a conocer información. Y entonces, en el 2004, un joven programador llamado Mark Zuckerberg creó Facebook, actualmente reconocido como uno de los distribuidores de información más grandes del mundo. Si usted está en Facebook sepa que es miembro de un sistema que agrupa a 1,800 millones de personas.
A través de este sistema puede compartir sus ideas, su conocimiento profesional y, por supuesto, también eventos de su vida privada.
El hecho de que no haya filtros nos da a todos una extraordinaria oportunidad para comunicar lo que creemos que los demás deberían saber para entender mejor las vidas ajenas y las propias. Pero también se puede difundir el rumor no verificado, el juicio equivocado y malicioso, el dato incorrecto orientado a destruir.
Menciono Facebook solo como un ejemplo. La red entera proporciona una plataforma formidable para comunicarnos amplia y libremente.
¿Pero cómo evitar las situaciones negativas que también pueden surgir? Y esto me trae de nuevo a Facebook porque la empresa anunció recientemente la creación del Facebook Journalism Project, dirigido a crear lazos con medios de comunicación. Por supuesto, mi esperanza es que los periodistas compartan entonces los valores fundamentales de la profesión (orientados a defender la credibilidad del medio) con los usuarios de Facebook.
Es un panorama optimista en estos tiempos en que la verdad bien puede perderse en el torbellino de tanta mentira e irresponsabilidad.