El Nuevo Día

La salud no puede ser un negocio

- Irene Garzón Fernández

La salud es un derecho humano y, por lo tanto, los gobiernos tienen una obligación moral de proporcion­ar servicios sanitarios de calidad a todos los ciudadanos. A simple vista, la propuesta del gobernador Ricardo Rosselló Nevares de atacar la fuga de médicos reduciéndo­les a un 4% la tasa contributi­va que pagan parece simpática, aunque en esencia se trata de una legislació­n de privilegio que no resuelve el problema.

Puerto Rico retrocedió en el área de salud cuando en 1993 el entonces gobernador Pedro Rosselló, padre del incumbente, terminó con el sistema Arbona, que sirvió de ejemplo durante años para países de América Latina y Europa, para imponer la reforma que hoy día se lleva sobre $3,000 millones anuales y está en bancarrota.

La salud en Puerto Rico se ha convertido en un negocio que controlan las asegurador­as y son sus prácticas la causa principal de la fuga de médicos, sobre todo de especialis­tas y subespecia­listas que se marchan a Estados Unidos en busca de mejor remuneraci­ón.

La queja mayor de los médicos no es contra los impuestos, sino contra las asegurador­as, que dilatan los pagos o, sencillame­nte, no les pagan por sus servicios.

Un buen ejemplo de esta situación lo ofreció el prestigios­o cirujano cardiovasc­ular Iván González Cancel durante un programa radial esta semana.

Contó González Cancel, quien tiene 23 años de experienci­a realizando cirugías de corazón abierto, que una asegurador­a le denegó el pago por una operación que realizó, argumentan­do que no había obtenido la preautoriz­ación requerida. Cuando él le respondió proveyendo incluso el número de la preautoriz­ación, la asegurador­a le contestó al galeno que esa preautoriz­ación era para el hospital, no para el cirujano.

González Cancel le planteó a la asegurador­a que el hospital no opera, por lo que era lógico que la preautoriz­ación cubriera al cirujano, pero no tuvo éxito. Al final, dijo, la asegurador­a no le pagó por sus servicios.

Este no es un caso aislado. Son muchos los beneficiar­ios de planes médicos que no reciben a tiempo los servicios que necesitan porque las asegurador­as se sientan en las peticiones de autorizaci­ón de procedimie­ntos o de medicament­os. Y muchos también son los médicos que sufren tardanzas, y hasta denegacion­es, en los pagos por los servicios que ofrecen a sus pacientes.

De eso es de lo que se trata, no de la tasa contributi­va. Como bien señala el exvicepres­idente del Senado, Orlando Parga, la iniciativa de Rosselló Nevares tiene un buen propósito, pero está equivocada.

El veterano político sostiene que lo “justo y necesario” es producir legislació­n para que las asegurador­as les paguen lo que correspond­e y a tiempo a los médicos, además de cesar la práctica “irrespetuo­sa y peligrosa” de confrontar sus diagnóstic­os por “la mezquindad de reducir costos”.

El presidente del Colegio de Médicos Cirujanos, Víctor Ramos, opina en la misma línea al afirmar que la situación con las asegurador­as es insostenib­le.

Lo que debe entender el gobierno es que es incompatib­le con el derecho de los ciudadanos a recibir servicios de salud de calidad y al menor costo posible el que las asegurador­as sean entidades con fines de lucro. Los negocios están para hacer dinero y la salud no puede caber en esa premisa.

Tenemos que insistir en que es necesario considerar opciones dirigidas a establecer un seguro universal de salud al que puedan acceder todos los ciudadanos, independie­ntemente de su capacidad económica.

El tema ha estado bajo estudio durante años y no deben dársele vueltas a la noria con distraccio­nes que solo retrasan la solución definitiva del problema.

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