Veterana de la Placita Roosevelt
A sus 78 años, la propietaria del Restaurante Rebecca continúa dirigiendo el negocio que levantó
Hace 30 años, Emma Acevedo Alayón plantó bandera en la Placita Roosevelt con el distintivo sazón de su comida criolla y, literalmente, continúa frente al Restaurante Rebecca.
No hay día que no esté tras la caja registradora recibiendo a los clientes, justo frente a la puerta de entrada, aunque es frecuente que deje su puesto unos minutos para ir a la cocina a preguntar por qué no ha salido una orden, para terminar de empacar una comida “calle” o para servir los alimentos a algún cliente. Está pendiente de la operación constantemente. “Las tres bases importantes de un negocio son: la limpieza, la buena atención al público y la comida. Ah, y que el dueño siempre esté pendiente”, afirma Emma, quien lleva décadas trabajando de lunes a sábado. Esas son las lecciones que le ha dado la experiencia y las circunstancias, que no siempre fueron favorables. Luego de trabajar 15 años como farmacéutica auxiliar se fue a trabajar con su esposo Emilio Molina Montalvo, quien estableció la Cafetería Molina en la avenida Eleanor Roosevelt. Él tenía experiencia en cafeterías de algunos familiares y ella había aprendido mucho sobre ventas en la farmacia. Años más tarde, su esposo enfermó, cerraron ese negocio y abrieron el Restaurante Rebecca -nombrado en honor a su hija menoren el edificio en el que está actualmente, pero en un espacio que era como un pasillo largo.
“Inicialmente, mis clientes me siguieron y tengo muchos clientes de oficinas. Antes había muy pocas oficinas. Ahora hay muchas”, apunta.
La muerte de su esposo representó un gran reto, que pudo haber terminado en el cierre del negocio pero que ella enfrentó con arrojo para mantener a su familia.
“Hace 20 años que él murió y tuve que batallarme porque no dejó las cosas arregladas y tuve que hacer mil sacrificios”, recuerda, al hablar sobre la división de bienes que tuvo que hacer con los siete hijos que su esposo tenía de un matrimonio anterior.
“Mi esposo no me había dejado nada. Se dividió la herencia y las cuentas quedaron en cero y el banco me prestó una línea de crédito de $5,000 para yo trabajar en los años 90 y pico. Yo traté de luchar lo más que pude. Nos ha ido bastante bien. Gracias a Dios estoy fuerte y estoy trabajando”, declara la mujer de 78 años que no tiene pensado retirarse. COMO HAN CAMBIADO LAS COSAS. Cuando el Restaurante Rebecca era un pasillito, tenía un menú limitado, con cinco o seis platos, que costaban “uno y pico y los subimos a $2.25 cuando se puso el aire acondicionado”. Siempre