Nueva esperanza por el cannabis medicinal
Cientos de personas buscan la certificación para recibir la recién aprobada terapia médica
Una mujer se para en medio de la acera y mira para todos lados. Luce confundida.
“Lo del cannabis es por acá y ya se acabaron los números”, suelta una señora que, como un fantasma, sale del costado de la acera.
Con un gesto de la boca, señala a un estacionamiento que conduce al salón de actividades Guillermo Ortiz González del edificio ILA en la avenida Kennedy, en San Juan.
Son las 9:00 a.m. y la mujer se pierde entre el remolino de personas que se congrega a la entrada de salón, que el tercer domingo de enero recibe a cientos de personas que buscan información sobre el cannabis medicinal.
Muchos llegaron con los primeros rayos del sol, cuando la ciudad todavía dormía, en busca de una de las 200 certificaciones gratuitas para pacientes de cannabis, que ofreció la Fundación Free Juana.
Cuatro jóvenes detrás de dos mesas de inscripción reciben a las personas que se dividen en dos grupos: a la derecha se ubican las personas que buscan certificaciones de pacientes, y a la izquierda los que van a tomar un taller de 6 horas para obtener un certificado de empleo para laborar en la industria del cannabis.
En el salón de las certificaciones médicas, hombres y mujeres –algunos en sillas de ruedas o andador– consultan con cuatro médicos y tres abogados notarios, que los ayudan a completar el formulario, que les permitirá utilizar el cannabis de forma legal.
Para certificarse, deben mostrar documentos que confirman que padecen de alguna de las 16 condiciones que el Departamento de Salud identificó para el uso de esta nueva terapia.
Esa lista incluye: cáncer, VIH, esclerosis lateral, esclerosis múltiple, enfermedad de Crohn, fibromialgia, Alzheimer, artritis, artritis reumatoide, desórdenes de ansiedad, epilepsia, Parkinson, anorexia, migraña, lesión del cordón espinal, hepatitis C, caquexia, dolor crónico, náuseas severas y espasmos musculares persistentes.
Al fondo, el licenciado José Rivera Jiménez, un voluntario de la Fundación Free Juan y dueño de un dispensario de cannabis medicinal en Barceloneta, ofrece una charla sobre la marihuana.
Micrófono en mano, explica que la marihuana que se vende en los dispensarios de la Isla es orgánica y se cultiva bajo los más estrictos controles de calidad.
Como el religioso, que predica su credo con fervor, detalla los orígenes de la marihuana y sus usos.
“¿Qué tiene que ver la colonización de América con la marihuana?”, pregunta.
Una mujer del auditorio grita la respuesta.
“Que las velas de la Pinta, la Niña y la Santa María estaban hechas de tela de cáñamo de la marihuana”, repite por el micrófono Rivera Jiménez.
Absortos, decenas de personas escuchan al hombre desbaratar algunos mitos de la marihuana.
“Dicen que la marihuana es la puerta de entrada a otras drogas. Los últimos tres presidentes de Estados Unidos admitieron que usaron marihuana. Entonces la marihuana es la puerta de entrada a la Casa Blanca”, apunta.
Otra mujer con mascarilla –y cuyo cabello comenzaba a crecer después de la quimioterapia– escucha con atención la charla mientras espera por tu turno. En la fila del café, Miriam Torres
García espera por un pocillo de ese elixir que Tomás Blanco bautizó como la “esencia de la mañana y musaraña de la noche”.
“Necesito algo para no marearme”, dice la mujer que lleva una mascarilla sobre la boca.
Quiere certificarse como paciente de cannabis medicinal por su calidad de vida, para paliar el dolor que la acompaña desde que sufrió un accidente de tránsito y para bregar con una condición pulmonar. El maestro de Carolina Josué González busca en el tratamiento con cannabis una ruta natural para lidiar con una condición de la espalda, que le provoca adormecimiento de las piernas y pequeños ataques de ansiedad.
“Quiero dejar esos medicamentos que a la larga me están haciendo más daño que bien”, comenta.
En otro salón, unas 150 personas escuchan a la portavoz de Free Juana, Shadiff Repullo Casiano, quien ofrecía el taller para la certificación de empleo en la industria del cannabis.
La abogada de voz apasionada diserta sobre las complejidades de abrirse paso en la industria.
También alerta sobre el afán de lucro desmedido y sobre la venta de ilusiones falsas a los pacientes que llegan en busca de alivio.
“No le pueden vender una cura mágica”, apunta.
Dice que hay grandes verdades. Que el cannabis no es para todo el mundo y que todos los medicamentos tienen algún efecto secundario.
Afuera, en la calle, una joven asoma la cara por la ventana de su guagua roja y pregunta: “¿Ya se fueron los turnos?”.