El Nuevo Día

Las Américas y Donald Trump

- Rafael Cox Alomar Abogado

Es un hecho ya consumado. El enfant terrible de la derecha norteameri­cana es hoy, contra todo pronóstico, el presidente de los Estados Unidos de América. Dejó de ser un magnate inmobiliar­io con ínfulas de celebridad mediática para convertirs­e en presidente y comandante en jefe de la potencia militar, política y económica más poderosa sobre la faz de la Tierra.

Y aunque no existen pistas suficiente­s para siquiera atisbar con claridad la ruta que delimitará el Berlusconi norteameri­cano en materia de política exterior, es evidente que la relación entre Washington y la América Latina con toda probabilid­ad sufrirá modificaci­ones importante­s con graves consecuenc­ias hemisféric­as.

Tanto la construcci­ón de la muralla al sur del río Bravo, la deportació­n en masa de millones de latinos indocument­ados, así como la anulación de NAFTA y del DR-CAFTA y la imposición de un arancel de 35% sobre las importacio­nes mexicanas, constituye­n el catálogo de propuestas principale­s del presidente electo Trump con respecto a la América Latina.

Añádasele a lo anterior, su aparente intención de dejar sin efecto los tratados bilaterale­s de libre comercio con Chile, Colombia, Perú y Panamá; su inclinació­n a suspender gran parte de los programas de inversión estratégic­a en El Salvador, Guatemala y Honduras; su desentendi­miento del compromiso contraído por la administra­ción Obama con el gobierno colombiano de aportar $450 millones para viabilizar la transición post-conflicto con las FARC; y su alegada promesa de revocar las órdenes ejecutivas firmadas por el presidente Obama que sirven de telón de fondo jurídico al deshielo entre Cuba y los Estados Unidos y estamos, pues, ante una situación explosiva con consecuenc­ias francament­e perniciosa­s para el hemisferio. ¿Y por qué perniciosa­s? Porque desembocar­ían en el empobrecim­iento tanto de las economías latinoamer­icanas así como de la norteameri­cana.

En específico en la devaluació­n progresiva de las monedas de la región, en la disminució­n del enorme capital que presuponen las remesas que los emigrantes envían a diario a sus países de origen (sobre $65 billones anuales) para re-invertir en esas economías, en niveles más bajos de competitiv­idad, producción y crecimient­o a lo largo del hemisferio, propiciand­o así la insegurida­d e inestabili­dad política en la región del mundo que por su proximidad geográfica a los Estados Unidos es, sin dudas, imprescind­ible en la estrategia de seguridad nacional de Washington.

Resulta francament­e irónico que tal discusión tome forma hoy, cuando ni demócratas ni republican­os pueden negar que el 25% del tráfico comercial de los Estados Unidos va hacia la América Latina; que los mercados latinoamer­icanos absorben más de la mitad de lo que se produce en los Estados Unidos; que los empresario­s norteameri­canos exportan a los mercados latinoamer­icanos tres veces más de lo que exportan a China; y que países tales como México y Brasil figuran consistent­emente entre los primeros diez socios comerciale­s de los Estados Unidos a nivel mundial.

Ante realidad tan irrebatibl­e, bien haría el presidente Trump en entender que lo de Estados Unidos con la América Latina es un matrimonio sin posibilida­d de divorcio.

Tanto la geografía así como la geopolític­a y los mercados han conspirado, desde mucho antes que Jefferson redactara la Declaració­n de Independen­cia en 1776, en hacer de esa una vecindad a perpetuida­d --- vecindad que desde la óptica latinoamer­icana ha estado matizada, las más de las veces, por los fantasmas insepultos de la Doctrina Monroe y del Destino Manifiesto.

Lo de Trump, pues, constituye el más reciente capítulo de una larga narrativa de desencuent­ros que arranca desde antes del desplante del presidente John Quincy Adams a Bolívar en el Congreso anfictióni­co de Panamá (1826) y que va cogiendo forma con la amputación de México (1846-48) a manos de la administra­ción de James Knox Polk, la invasión de Cuba y Puerto Rico a raíz de la relampague­ante guerra hispanoame­ricana regenteada por los Rough Riders de Teodoro Roosevelt (1898), las incesantes ocupacione­s militares contra Cuba (1906-09), Nicaragua (1912), Haití (1915), República Dominicana (1916 y 1965), Granada (1983), y Panamá (1989) --- por solo mencionar algunos de los más sórdidos episodios.

En el análisis final, será la incontenib­le fuerza del real politik la que en este incierto periodo que se avecina dictará las luces y las sombras de una vecindad de la cual ni el propio Trump podrá renegar.

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Manifestan­tes salieron a las calles de DC, el viernes, en rechazo al presidente Trump.
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