Fortalecer las relaciones de Cuba y Estados Unidos
Las recientes deportaciones a Cuba evidencian el fin a los privilegios migratorios automáticos que concedía Estados Unidos a los cubanos, una nueva disposición que es parte del proceso de normalización de las relaciones entre ambos países y que ahora, baj
Otra decisión migratoria de peso del presidente Barack Obama en los últimos días de su mandato, y que queda a expensas de las políticas públicas de Trump, es la eliminación del Cuban Medical Professional Parole, un programa de admisión provisional que daba trato preferencial a uno de los orgullos del gobierno cubano: sus galenos y profesionales de la salud.
Estas medidas son parte del esfuerzo para el fortalecimiento de la confianza en las relaciones diplomáticas con Cuba, para afianzar los intercambios comerciales, educativos y culturales en beneficio de la calidad de vida de ambos pueblos.
El éxodo de cubanos temerosos de perder dichos privilegios se disparó desde que en 2014 se anunciaron los acuerdos diplomáticos entre Obama y el presidente cubano Raúl Castro que terminaron aproximadamente 50 años de ruptura. Subió de cerca de 25,000, antes de 2014, a alrededor de 54,000 en 2015 los cubanos que arribaron sin visa a suelo norteamericano, causando crisis en la frontera México y otros países usados de entrada a Estados Unidos.
Hasta las primeras deportaciones de los pasados días, estos inmigrantes tenían su esperanza puesta en la política denominada “pies secos, pies mojados”, dispuesta en 1995 por el entonces presidente Bill Clinton tras una avalancha de balseros que empezó a desembarcar en las costas de Florida debido a la grave crisis económica en Cuba.
Bajo esa política, a los cubanos detenidos en el mar se les negaba entrada al país, y de ahí vienen los “pies mojados”, pero si tocaban suelo estadounidense o de alguno de sus territorios, como Puerto Rico, se podían quedar y por ello los “pies secos”. A partir de esta entrada, ya en calidad de “paroled”, podían recibir ayudas ascendentes hasta $8,500, solicitar permiso de trabajo, un número del Seguro Social y licencia de conducir, además de obtener la tarjeta verde con la que finaliza el proceso de asilo.
La terminación de estos privilegios, con la que se iguala el trato de los cubanos al de los inmigrantes de los demás países, fue recibida con igual beneplácito por sectores de la disidencia cubana y el gobierno cubano. Pero solo coincidieron en eso.
El exilio ha denunciado por años que el gobierno cubano utilizaba el éxodo de sus compatriotas como una válvula de escape para reducir sus problemas internos. Mientras, las autoridades cubanas consideraban la política de “pies secos, pies mojados” como una instigación a las peligrosas fugas en improvisadas balsas y celebraron que se pusiera punto final, igual que al parole médico, lo que veían como una operación de robo de cerebros y un atentado contra las misiones médicas humanitarias de Cuba en otros países.
Obama calificó de irreversibles los cambios hacia Cuba y defendió el acercamiento a la isla como la mejor manera de garantizar que los cubanos puedan disfrutar de prosperidad, buscar reformas y determinar su propio destino. En dirección contraria está Trump, quien inicia su mandato con un récord claro de oposición tenaz al acercamiento al país vecino y también al embargo, el cual sigue vigente a pesar de la reanudación de las relaciones pues requiere legislación congresional.
La sabiduría del cambio en las políticas migratorias se verá con el tiempo, aunque lo sensato es que se mantengan. La idea de dar más recursos e información a Cuba con miras a mejorar la vida de su población cuenta con apoyo amplio entre los cubanos americanos y la comunidad internacional. Hay, además, una gran cantidad de ciudadanos americanos con interés en viajar e interactuar con el pueblo cubano, y un sinfín de empresarios con relaciones de negocios allí. Hay que dar espacio a que estas iniciativas funcionen y crezcan.