Milagros espectaculares de la coherencia estética
Bajo el lema “Falla y Lorca: una amistad fecunda” la OSPR ofreció su cuarto Concierto Estelar
“La luna vino a la fragua / con su polisón de nardos. / El niño la mira, mira. / El niño la está mirando.” - Federico García Lorca
Sorprendió la mezzosoprano Odemaris Ortiz Pastrana -con su voz hablada en el registro grave femeninodesde un balcón de la segunda planta de la Sala Sinfónica, en medio del “El sombrero de tres picos” recitando uno de los poemas más bellos de la lengua española, el “Romance de la luna, luna” del “Romancero gitano” lorquiano, insertado con coherencia estética en la deslumbrante partitura de Manuel de Falla.
El cuarto Concierto Estelar de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico (OSPR) coincidió el sábado con muchas actividades socioculturales, lo que redundó en la mitad de las butacas vacías. Sin embargo, los músicos, la administración de la Corporación de las Artes Musicales y el director invitado -el distinguido maestro mexicano Carlos Miguel Prieto-, todos dieron el máximo para brindar otra noche deslumbrante de música y poesía.
“Por el cielo va la luna / con el niño de la mano. / Dentro de la fragua lloran, / dando gritos, los gitanos. / El aire la vela, vela. El aire la está velando.”
Bajo el concepto “Falla y Lorca: una amistad fecunda” abrió el espectáculo en la Sala Casals del Bellas Artes santurcino precisamente con el “Homenaje a Federico García Lorca” de Silvestre Revueltas, ilustre compositor, violinista y director del México de las convulsas primeras cuatro décadas del siglo 20.
Los tres movimientos de esta conmovedora y desconcertante obra fueron tocados con la combinación de instrumentistas que pide la partitura: prescindiendo de las violas y los chelos, utiliza a cabalidad un piccolo, un clarinete soprano, dos trompetas, un trombón, la tuba, dos percusionistas y el piano.
Desde su inicial “Baile” nos percatamos estar ante la recreación para la sala de conciertos de elementos melódicos, armónicos y rítmicos de los géneros populares de la música mexicana, pero tratados con técnicas compositivas de la vanguardia europea y latinoamericana de entonces. El segundo movimiento, “Duelo” es de enorme expresividad, para cerrar con un “Son” atrevido y divertido, que nos plantea la particular relación con la muerte y la eternidad de esa cultura.
Habiendo sufrido la escucha de esta obra en la absurda perspectiva acústica y visual del primer nivel del auditorio, corrimos a suplicar a los ujieres del segundo nivel que nos permitieran ver y escuchar como Dios manda el banquete musical que proponía el programa de mano.
Complacidos, logramos disfrutar de la febril colaboración de alto vuelo artístico de la impresionante pianista croata Martina Filjak con la orquesta -bajo la batuta del director Prieto-, en el “Concierto para piano núm. 3” de Béla Bartók. De la excepcional interpretación de este monumento de sonoridades e ideas musicales -escrito por el genial compositor húngaro en sus últimos años en los Estados Unidos-, se podría escribir un gran ensayo. Y ni hablar de la enorme expresividad desatada en el “encore” para la transcripción de Liszt del Preludio en La menor para órgano de Bach.
Baste con insistir a los que se los pierden (WIPR parece haber entrado en estado de hibernación desde el más reciente cambio de gobierno del Estado Libre Asociado), que en la Sala Sinfónica Pablo Casals ocurren milagros espectaculares, que refuerzan el espíritu de lucha imprescindible para la supervivencia en estos tiempos borrascosos.