Trump en arriesgada coyuntura internacional
A tan solo ocho días de juramentar, el presidente Donald Trump instruyó mediante una orden ejecutiva la construcción de un muro con México, una acción que trastoca años de políticas abiertas de Estados Unidos y lleva a un punto innecesariamente crítico la
El anuncio de Trump y su insistencia en que sea el propio México el que costee las obras, ambos rechazados por el presidente mexicano Enrique Peña Nieto, colocan en un punto difícil las relaciones entre ambos países. En el limbo pueden quedar puntos tan importantes como los acuerdos bilaterales contra el lavado de dinero y el narcotráfico, lo que permitió la extradición del notorio Joaquín “El Chapo” Guzmán a los Estados Unidos, y la discusión sobre las anticipadas deportaciones al país azteca de miles de mexicanos sin permiso para habitar en suelo estadounidense, lo que Peña Nieto desea que se haga en forma ordenada y humanitaria.
Las nuevas políticas migratorias de Trump trascienden la edificación de la obra faraónica, para lo cual propone aranceles de 20% sobre los productos de su vecino.
Pero no se puede hablar de la historia norteamericana sin mencionar las grandes aportaciones de las oleadas migratorias asiáticas, latinoamericanas y europeas. Antes y después de alcanzar su independencia, el país dependió de los recién llegados, inicialmente de Europa, para poblar y explotar sus enormes extensiones de tierra.
Esta fuerza trabajadora internacional, talentosa en distintas disciplinas, ha impulsado el desarrollo de Estados Unidos como potencia económica mundial. No obstante, no se puede ver el movimiento de personas que abandonaron su país natal, retando las barreras del lenguaje y la cultura ajenos, solo bajo el enfoque económico. También han contribuido a dar forma a la sociedad americana, integrándose a las esferas social, política y cultural, imprimiendo una huella imborrable. La amplitud y diversidad de las manifestaciones artísticas y musicales, de la gastronomía y el vocabulario, entre otros, son testimonios de dichas influencias. El país que se cierra a recibir este caudal y llega a criminalizar al extranjero limita sus propias posibilidades.
Resulta contradictorio también que mientras la tendencia mundial de la economía es a la integración y la apertura, las políticas de Estados Unidos hacia los inmigrantes que aportan a la actividad económica se dirijan a la clausura, en oposición a su propia historia.
En esa trayectoria México tiene un lugar. En 1848 tuvo que ceder lo que corresponde ahora a los estados de Utah, Arizona, Nuevo México, Nevada y parte de Colorado. Estados Unidos nacionalizó a los cerca de 80 mil mexicanos de esa región, como parte del tratado que acabó con esa guerra.
A principios del siglo 20, los mexicanos constituían una fuerza laboral fundamental en importantes industrias en Estados Unidos, aunque por compensaciones menores que el obrero norteamericano.
Con el tiempo, un caudal de empresas norteamericanas ha visto en México una oportunidad, aprovechando sus recursos naturales y fuerza de trabajo barata, mientras que millones de mexicanos han cruzado la frontera en busca del sueño americano. Trump ha amenazado con represalias fiscales a las empresas que busquen abaratar costos localizándose en México, por la pérdida de empleos en Estados Unidos. Es un asunto que los presidentes de ambos países empezaron a conversar ayer, tras las agrias discrepancias sobre el muro.
El hecho es que cerca de 30 millones de personas de origen mexicano residen en Estados Unidos. Los planes de deportación de once millones de estos, porque carecen de documentos legales, la eliminación del Tratado de Libre Comercio y la imposición de más restricciones a la inmigración son otras promesas nacionalistas y proteccionistas que le ganaron a Trump el favor electoral.
Trump se propone frenar la inversión hacia el vecino país en beneficio de los mercados estadounidenses. Defender los intereses de su pueblo es válido, pero no a cambio de arriesgar la apertura de la que germina la grandeza de Estados Unidos.