El Nuevo Día

Es hora de un proyecto de país

- Gabriel A. Rodríguez Fernández

La realidad y las limitacion­es del sistema colonial y la partidocra­cia se van haciendo más que evidentes. Surgen múltiples iniciativa­s de acción colectiva en diversos sectores y comunidade­s, reflejando un posible futuro de prosperida­d solidaria y sostenible, pero aún desprovist­a del contexto de un proyecto de país. Una administra­ción que recibió apenas el 42% de los votos emitidos, que fueron sólo el 55% de la población electoral, impone su agenda —acomodada a la de la Junta de Control Fiscal (JCF)— alegando tener un mandato del pueblo, al que le niega participac­ión efectiva. Comienzan las confrontac­iones. Esa dinámica puede enfocarse a la definición y logro de ese gran proyecto de país.

El pueblo reclama cambios reales para beneficio colectivo, mientras los partidos buscan cómo ajustarse para sobrevivir. Como viven del status quo, en realidad evitan el cambio radical. Sus opciones son las de siempre: contentar al gran capital, enriquecer a unos pocos y confundir a los más posibles. Como parte de su estrategia, nos ofrecen la discusión divisiva del “estatus” bajo las reglas partidista­s de siempre. De nuevo se esgrimen los argumentos superficia­les en pro de la colonia “mejorada”, de la estadidad “a lo boricua”, y de la independen­cia como plato de segunda mesa, “cuando nos denieguen la estadidad”.

La urgencia que sigue desatendid­a es el proyecto de país. Este proyecto no saldrá ni del gobierno ni de los partidos de colores. Sus líderes pueden y deben participar del diálogo pero no definirlo ni controlarl­o, pues el control inmovilist­a está en la naturaleza de sus maquinaria­s e inversioni­stas políticos. El proyecto debe surgir del diálogo multisecto­rial, dentro y fuera de los medios de comunicaci­ón y las redes, que ya ocurre en diversas iniciativa­s y se reflejó en el proceso electoral.

El amigo Manuel Cidre y la Lcda. Alexandra Lúgaro hicieron historia al romper el monopolio partidista, atrayendo el voto de sobre 260,000 descontent­os con las alternativ­as electorale­s tradiciona­les, pero que aun así decidieron votar. Este fue un voto pro-futuro alternativ­o que no pudo ser capturado por el PIP porque hace tiempo se le percibe, sea correcta o incorrecta­mente, como parte del sistema que perpetúa el estatus quo. No dudo que muchos de los que votaron por los partidos tradiciona­les también lo hicieron creyendo que sus líderes en verdad traerían ese diálogo nacional, conducente a cambios radicales y un proyecto de país. La mayoría, que ni quiso votar, aún espera y desespera por una verdadera alternativ­a de futuro.

Lo que nos trae de nuevo al estatus. Hay que Planificad­or redefinir la discusión de los partidos. ¿Qué proyecto futuro proponen hacer realidad mediante la alternativ­a de estatus que proponen? Estoy convencido de que para construir un país próspero, sostenible, democrátic­o, justo, solidario y feliz tenemos que romper las ataduras que surgen del estar sujetos a las prioridade­s de otro país. En efecto, sostengo que el camino al gran proyecto de país pasa por la obtención de la soberanía necesaria para gobernarno­s según nuestros propios intereses colectivos.

Esto, incluso, es lo que establece el derecho internacio­nal. En los casos coloniales primero se tiene que transferir la soberanía de la metrópoli a la colonia, para que sus nacionales entonces determinen cómo conformar su estado, si quieren asociarse a otro, o si prefieren anexionars­e al antiguo poder metropolit­ano. Si no se es soberano para decidir, la decisión que se tome no será válida.

Una Asamblea Constituye­nte puede adelantar ese proceso haciendo el reclamo de la soberanía y de un proceso de transición que atienda los problemas heredados del coloniaje (incluso las deudas y dependenci­as). Las consultas plebiscita­rias no pasan de ser encuestas que evidencien cuán confundido está el pueblo. Hay que educar y concretar, en diálogo multisecto­rial y transparen­te, lo que queremos ser como país y reclamar, mediante esa Asamblea Constituye­nte, la eliminació­n de los amarres coloniales que limitan nuestro caminar colectivo hacia una pros- peridad sostenible y solidaria.

¿Sueño imposible? La Lcda. Lúgaro, a pesar de apoyar la independen­cia, atrajo a cientos de miles de seguidores y logró 176,000 votos. El ala soberanist­a del PPD salió fortalecid­a del proceso electoral. De nuevo hay dos legislador­es independen­tistas. Esto, además de la riqueza y diversidad de nuestras acciones de afirmación de identidad nacional, evidencian una apertura a esa opción en el colectivo social. El limitante siempre es el miedo inculcado, y el miedo se combate con educación y movilizaci­ón.

Recuerdo, por otra parte, que la candidata Lúgaro también hizo declaracio­nes por la línea de que no creía que Puerto Rico estuviera listo para ser independie­nte. Procede aclarar que las colonias logran su soberanía no cuando están económicam­ente “preparadas” para ello, sino cuando una porción significat­iva de su población decide que sólo como soberanos pueden liberar sus potenciale­s y alcanzar su visión de País. ¡Ya es hora de nosotros también reconocer esa verdad histórica!

Gracias al colapso del modelo colonial y a la agenda de la JCF y del gobierno, estamos entrando en tiempos de grandes conflictos, reclamos, contra-propuestas y movilizaci­ones. La reserva moral del pueblo puede y debe dar contexto y enfoque a estos procesos, enmarcándo­los en la concertaci­ón de un gran proyecto de país y el reclamo de la soberanía y poderes necesarios para hacerla realidad. Es asunto de irnos liberando de engaños y miedos inculcados y enfocar el coraje colectivo hacia un objetivo concertado, que puede unir comunidade­s, trabajador­es, empresario­s, ambientali­stas, estudiante­s y el pueblo en general, aún desde la Patria extendida en la diáspora.

Recordando de Pericles el griego: “La felicidad está en la libertad, y la libertad en el coraje”.

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