El Nuevo Día

Yo mismo fui mi roto

Juan Antonio Ramos Lo que tengo que decir

- Roberto en la fila del banco

“Voy por el carril de afuera tranquilit­o y sin molestar a nadie. A mi derecha tengo un camión de una concretera. Corremos parejos, hasta que nos acercamos a una curva. En eso, el “truck” evade un roto salvaje que hay en la orilla de la carretera, y me obliga a girar el guía a la izquierda. Caigo en el carril que corre en la dirección contraria a la mía. De eso hace más de un año y todavía sigo cogiendo terapia porque no he sanado de las lesiones. Y como ves, he quedado cojo de esta pierna. Con tu permiso, a ver si cambio este cheque”.

Aleida en la fila de la colecturía

“Mi marido despertó a las dos de la mañana con una taquicardi­a de ciento veintitrés de pulso cuando él siempre lo tiene en los cincuenta. El pobrecito hiperventi­laba lleno de ansiedad. Corrí como una loca para emergencia temiendo que Raúl pudiera sufrir un infarto o un derrame. Para mal de males, llovía a cántaros y a duras penas se veía la carretera. De golpe caímos en un santo boquete que reventó una de las gomas del carro. Yo me quería morir, qué hacer, a quién llamar a esas horas, seguía diluviando y no había un alma por todo aquello. Con tu permiso, a ver si pago el marbete”.

Johnny en la fila del cine

“Yo estoy pendiente a mi mamá que tiene cáncer y vive con un ama de llaves. Ninguno de mis hermanos se ocupa de darle la vuelta, así que yo me disparo el tostón de irla a visitar todos los días. Como la carretera que lleva a su casa está llena de hoyos, he dibujado en mi mente un mapa con todos los rotos, los más brutales, para proteger los “shock absorbers” y las gomas de mi carro. Hasta la fecha la estrategia ha funcionado. Claro, cada día que pasa debo añadir nuevos boquetes al mapa porque… Con tu permiso, a ver si compro el boleto”.

Enrique en la fila para pagar la compra

“Ya yo iba con retraso para la boda cuando una de las gomas de mi carro cayó en un cráter. Desesperad­o, comencé a maniobrar para sacar el vehículo del atolladero, pero no había manera. Al momento se formó un tapón de carros impaciente­s que sonaban el claxon a todo dar. Me bajé del auto con mi camisa fina y mi corbata bien puesta, imagínate, se suponía que yo hiciera el brindis en la boda, y le pedí al que fuera que me diera una mano, tú sabes, empujar mi Toyota para ver si lográbamos sacarlo de allí, pero… Con tu permiso, a ver si saco la compra del carrito”.

Mayra en la fila para jugar a la Loto

“Hace poco le celebramos el cumpleaños a Stephen Hawking. Un bizcocho con cinco velitas y un fiestón del vecindario. Ese “black hole” ya se ha hecho parte de nosotros. Con decirte que tengo una foto del condenao roto en mi muro de Facebook. Nos cansamos de llamar a Obras Públicas, y nada. Los noticieros del Canal 4 y del Canal 2 difundiero­n la escandalos­a situación y la cosa siguió igual. Por último, escribimos al alcalde, a los legislador­es y al gobernador y nadie nos hizo caso. No sé cuántos choques habrá provocado el bendito boquete. No sé cuántos carros habrá mandado al “junker”. Como las fiestas de cumpleaños quedan tan buenas, hemos decidido pedir un donativo a la gente que quiera participar del jolgorio. Algo bueno sacaremos del contrallao “black hole”. Con tu permiso, a ver si me llevo los nueve millones”.

Don Felipe en la fila para votar

“Llevo más de una hora en la dichosa fila. Este embeleco de usar computador­as para contar los votos a mí no me convence. Yo no sé qué hago aquí. Cada cuatro años digo que no voy a votar y termino votando. Mi primer Sábado, 28 de enero de 2017 voto se lo di al PNP en 1968. Voté con la esperanza de que todo iba a cambiar, como decía el jingle que usaban para la campaña. Y en efecto, así fue. Todo cambió. Para peor. En las siguientes elecciones le di el voto a los populares, y el país siguió en las mismas. Con los años comprendí que votar por los azules y votar por los rojos era la misma cosa. A un gobierno malo le seguía otro peor. Las promesas de campaña no pasaban de ser promesas, y la corrupción era un cáncer que se comía a las alcaldías, al capitolio y a las agencias gubernamen­tales. Pero nosotros con nuestro voto dábamos luz verde para que continuara el desmadre que, con el tiempo, se transformó en el gran agujero negro que nos fue devorando despacio, sin que nos diéramos cuenta. O nos dábamos cuenta pero no nos importaba, ni hicimos nada para frenar el descalabro que se veía venir. Todos los que estamos aquí hemos contribuid­o a agrandar ese roto inmenso con nuestra docilidad y apatía. Un roto que no se tapa con bitumul, porque es un agujero que tenemos en el alma, un vacío muy grande que nos roba la paz, la alegría y la esperanza. Acabo de entrar a la caseta y no sé lo que voy a hacer. ¿Para qué votar si la Junta será la que gobierne?”.

“Yo, Puerto Rico, terminé siendo como los boricuas quisieron que yo fuese: Un roto sin vida”. -Carlos Martel Yo mismo fui mi roto

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