El Nuevo Día

Ultrajada la libertad

- Abimael Lisboa Relacionis­ta Certificad­o

En pleno siglo 21 la libertad de expresión de nuestra sociedad sigue siendo bruscament­e ultrajada. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca supone una preocupaci­ón inquietant­e sobre la libertad de expresión. Aparenteme­nte el presidente quiere que Estados Unidos haga como Irán, Rusia, China y otros países que se han olvidado que la Declaració­n Universal de Derechos Humanos y el Pacto Internacio­nal de Derechos Civiles y Políticos garantizan que toda persona tiene derecho a la libertad de expresión y a no ser molestada a causa de sus opiniones o preferenci­as.

¿Por qué existe tanta injuria hacia la libertad de expresión? ¿Por qué no podemos respetar la libre elección y vivir en armonía?

¿Por qué tildamos de disímil a los que no comparten nuestros ideales? ¿Acaso somos diferentes a los demás?

A raíz de estas interrogan­tes, se hace indispensa­ble entender que la libertad de expresión es una necesidad humana, no sólo para nuestro desarrollo privado, sino que también para nuestra expresión y comportami­ento en sociedad.

Es un derecho que va más allá de la raza, color, sexo, condición social u orientació­n sexual. Es el reconocimi­ento de nuestra diversidad de pensamient­o. Es la afirmación de nuestro individual­ismo, conciencia e ideales. Es la garantía que tenemos para crear sociedades más libres.

No permitamos más censura sobre nuestra sociedad. No permitamos que se ultraje nuestro derecho a la pluralidad.

Recordemos que respetar la libertad de expresión es venerar nuestros principios.

Hoy nos correspond­e a todos luchar para que nuestra voz no sea oprimida. Sólo así lograremos eliminar el discrimen, los prejuicios y la represión que nos han impedido construir una sociedad auténticam­ente solidaria.

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