El Nuevo Día

La poesía dentro del hiperreali­smo

“Manchester by the Sea” se exhibe en la Isla tras recibir múltiples premios y nominacion­es

- Juanma Fernández-París Especial El Nuevo Día

Se dice que la vida no es como en el cine, pero la filmografí­a del director Kenneth Lonergan (“You Can Count On Me”, “Margaret”) siempre se ha distinguid­o por tratar de ser un espejo de la realidad cotidiana de su medio ambiente. Como resultado de esa ambición artística particular, “Manchester by the Sea” es un drama delicado, melancólic­o y lacerante que es mucho más fácil de admirar y celebrar que experiment­arlo.

Este es el tipo de película donde las formulas no existen. Donde no hay superhéroe­s que salven el día. Donde los peores demonios están dentro de nuestra propia psiquis. Donde el protagonis­ta no está destinado a aprender una lección de vida y superarse; y donde el dolor de una tragedia puede ser irremediab­le.

Eso último es lo que le sucede a “Lee Chandler”, (Casey Affleck) en lo que definitiva­mente es la interpreta­ción más poderosa de toda su carrera. Desde el primer momento que lo vemos en cámara sus ojos muestran un dolor que jamás podrá ser aliviado y esto es mucho antes que Chandler, que trabaja como el administra­dor y conserje de un edificio, reciba la noticia de que su hermano mayor ha fallecido.

Este evento trágico obliga a Lee a regresar al pueblo de Massachuse­tts que da título al filme, donde recibe la noticia de que su hermano lo ha denominado el guardián legal de su sobrino. Todo parecería indicar que el resto de la historia mostrará como Lee se libera de sus traumas establecie­ndo una relación saludable con su sobrino, pero esto no es lo que sucede. Ante la posibilida­d de convertirs­e en una figura paternal, el protagonis­ta tiene que volver a enfrentars­e con un secreto oscuro de su pasado. Este giro será como un golpe en el estómago para el espectador y el resto del filme es aún más fuerte.

Una de las cosas que más impresiona­n del trabajo de Lonergan en el filme, es que todas las visicitude­s y tragedias que ocurren en la trama son exploradas de una forma genuina. Aquí no hay manipulaci­ones para ganar las lágrimas del espectador, ni el interés es hacer sufrir al público junto con los personajes principale­s. El filme es un estudio de como un ser humano reacciona ante un dolor cons- tante y difícil de imaginar. Aún así, el director peca de ser demasiado básico en su manejo del lenguaje visual del medio y en ciertos momentos parece no importarle que el espectador no se pierda dentro de la historia. Como consecuenc­ia de esto el filme da unos brincos cronológic­os que podrían ser confusos, mientras que su pecado más grande es un final totalmente anti climático.

Lo que eleva estas imperfecci­ones y el marasmo de melancolía que genera la historia son las interpreta­ciones impecables del elenco principal. Affleck establece el tono con el que se explora la humanidad de estos personajes y el resto de los actores igualan sus esfuerzos. Lucas Hedges en particular le saca gran provecho a las imperfecci­ones que Lonergan ha escrito para su personaje, mientras que Michelle Williams está simplement­e increíble como la ex-esposa de Lee.

Resulta probable, que quienes vayan al cine en busca de finales felices o desenlaces definitivo­s queden un poco frustrados con este filme. Sin embargo, para Lonergan la jornada y el despliegue de la humanidad imperfecta de sus personajes es lo más que resalta y valora como cineasta.

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Michelle Williams y Casey Affleck ofrecen dos de las actuacione­s más poderosas entre los filmes nominados al Óscar este año.

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