La poesía dentro del hiperrealismo
“Manchester by the Sea” se exhibe en la Isla tras recibir múltiples premios y nominaciones
Se dice que la vida no es como en el cine, pero la filmografía del director Kenneth Lonergan (“You Can Count On Me”, “Margaret”) siempre se ha distinguido por tratar de ser un espejo de la realidad cotidiana de su medio ambiente. Como resultado de esa ambición artística particular, “Manchester by the Sea” es un drama delicado, melancólico y lacerante que es mucho más fácil de admirar y celebrar que experimentarlo.
Este es el tipo de película donde las formulas no existen. Donde no hay superhéroes que salven el día. Donde los peores demonios están dentro de nuestra propia psiquis. Donde el protagonista no está destinado a aprender una lección de vida y superarse; y donde el dolor de una tragedia puede ser irremediable.
Eso último es lo que le sucede a “Lee Chandler”, (Casey Affleck) en lo que definitivamente es la interpretación más poderosa de toda su carrera. Desde el primer momento que lo vemos en cámara sus ojos muestran un dolor que jamás podrá ser aliviado y esto es mucho antes que Chandler, que trabaja como el administrador y conserje de un edificio, reciba la noticia de que su hermano mayor ha fallecido.
Este evento trágico obliga a Lee a regresar al pueblo de Massachusetts que da título al filme, donde recibe la noticia de que su hermano lo ha denominado el guardián legal de su sobrino. Todo parecería indicar que el resto de la historia mostrará como Lee se libera de sus traumas estableciendo una relación saludable con su sobrino, pero esto no es lo que sucede. Ante la posibilidad de convertirse en una figura paternal, el protagonista tiene que volver a enfrentarse con un secreto oscuro de su pasado. Este giro será como un golpe en el estómago para el espectador y el resto del filme es aún más fuerte.
Una de las cosas que más impresionan del trabajo de Lonergan en el filme, es que todas las visicitudes y tragedias que ocurren en la trama son exploradas de una forma genuina. Aquí no hay manipulaciones para ganar las lágrimas del espectador, ni el interés es hacer sufrir al público junto con los personajes principales. El filme es un estudio de como un ser humano reacciona ante un dolor cons- tante y difícil de imaginar. Aún así, el director peca de ser demasiado básico en su manejo del lenguaje visual del medio y en ciertos momentos parece no importarle que el espectador no se pierda dentro de la historia. Como consecuencia de esto el filme da unos brincos cronológicos que podrían ser confusos, mientras que su pecado más grande es un final totalmente anti climático.
Lo que eleva estas imperfecciones y el marasmo de melancolía que genera la historia son las interpretaciones impecables del elenco principal. Affleck establece el tono con el que se explora la humanidad de estos personajes y el resto de los actores igualan sus esfuerzos. Lucas Hedges en particular le saca gran provecho a las imperfecciones que Lonergan ha escrito para su personaje, mientras que Michelle Williams está simplemente increíble como la ex-esposa de Lee.
Resulta probable, que quienes vayan al cine en busca de finales felices o desenlaces definitivos queden un poco frustrados con este filme. Sin embargo, para Lonergan la jornada y el despliegue de la humanidad imperfecta de sus personajes es lo más que resalta y valora como cineasta.