Inculcar la igualdad y la paz es misión esencial
La derogación de la Carta Circular 19, del año escolar 2014-2015 y de un inciso de la Circular 16, relacionados con la enseñanza de la perspectiva de género en las escuelas, tiene que dar paso a mecanismos que atiendan nuestra compleja realidad social, co
Otra carta circular, firmada por la secretaria de Educación, Julia Keleher, ha dejado sin efecto la anterior, aduciendo que los matices entre el concepto de perspectiva de género y el de igualdad de género han causado confusión entre la facultad y los padres de los estudiantes, por lo que considera necesario “establecer una política clara en cuanto a la equidad de género”.
El nuevo escenario que el gobierno ha creado lo obliga más que nunca a ser actor principal en la búsqueda de las soluciones reales a las inequidades que permean, de forma clara o soslayada, en la cotidianidad social y gubernamental. Esta realidad atenta contra el desarrollo y la dignidad de los sectores poblacionales más vulnerables.
Entender y erradicar por qué la sociedad practica la desigualdad entre hombres y mujeres sigue siendo misión prioritaria del Estado. Con ello se podrá formar a hombres y mujeres saludables que aporten a la convivencia colectiva.
Más allá de la semántica y los criterios que se han barajado respecto a la circular derogada, que rompía moldes en el espectro educativo tradicional, en Puerto Rico hay una situación que no pueden ni deben soslayar los padres, los maestros, el propio gobierno y el Departamento de Educación: los niños y adolescentes están expuestos a modelos y conductas que tienen que serles explicados, tanto en el seno del hogar como en la escuela.
Esta última no puede desentenderse de su responsabilidad de contextualizar fenómenos sociales tan frecuentes como la violencia machista y el discrimen o el “bullying” por orientación sexual.
Al acometer esta tarea, es lógico que el gobierno considere las sensibilidades ciudadanas, pero de ninguna manera en menosprecio del derecho de cada ser humano a su desarrollo y a vivir en paz.
Es bastante difícil que los padres, desde el hogar o desde sus trabajos, tengan un conocimiento constante de la interacción cotidiana de sus hijos, quienes pasan largos períodos en el ambiente escolar. La escuela puede proveer las herramientas de modificación de la conducta y de comprensión de la sociedad. Desde la dinámica del grupo estudiantil puede ser más efectiva la enseñanza de valores de respeto a los demás.
En nuestra sociedad, que exhibe altos niveles de violencia, tiene que haber espacios de comunicación efectiva. No solo hay que enseñar a combatir patrones de control y desigualdad, sino hacerlo en un ámbito donde hembras y varones confronten el problema juntos, sin exclusión.
El proceso de socializar de forma saludable con los demás tiene que inculcarse desde temprano en la vida, tanto en la casa como en los espacios de reunión colectiva como la escuela. Esta tiene que fomentar el debate inteligente, con guías pedagógicamente diseñadas.
Los datos indican que en Puerto Rico más del 80 por ciento de los jóvenes entre los 14 y los 18 años ha sufrido algún tipo de incidente de violencia, siendo las mujeres las principales víctimas.
Es preciso recalcar, además, que la derogación de la carta circular sobre perspectiva de género no debe ser un incidente más en la ya lastimosa cantera gubernamental de dejar sin efecto normas, mecanismos y leyes, porque otro gobierno las promulgó o en respuesta a compromisos electorales. Nuestros niños y jóvenes no pueden ser fichas de juegos políticos.