Travesía de sonoridades con Pat Metheny
Acompañado por tres músicos de gran talento, el guitarrista desplegó su amplia creatividad en el marco del jazz
Un rockero con un corazón romántico; un guitarrista de técnica superlativa; un librepensador de la música. Pat Metheny demostró ser todo eso y más en el concierto que ofreció la noche del jueves en el Centro de Bellas Artes de Guaynabo, como parte de la gira mundial que actualmente lleva a cabo.
Tomando confiadamente del vasto repertorio que ha labrado a través de los años, Metheny ofreció un recital de poco más de dos horas de duración en el que se entregó en cada solo, explorando las posibilidades melódicas y armónicas hasta sus últimas consecuencias. Un público muy entusiasmado vitoreó desde el primer momento el evidente gusto y maestría con que tanto el guitarrista como sus músicos acometieron cada interpretación.
¡Y qué músicos lo acompañan! Siguiendo una de las mejores tradiciones del jazz, la de darle tiempo y espacio a todos los instrumentistas, Metheny demostró también el don que posee para crear bandas de primera categoría. El baterista mexicano radicado en Estados Unidos Antonio Sánchez, quien lleva ya más de una década con el guitarrista, deslumbró a muchos de los presentes con su potencia expresiva, tanto en sus acompañamientos como en sus descargas. La bajista malasio-filipina (también establecida en Estados Unidos) Linda Oh ejecutó varios solos, en el bajo acústico y el eléctrico, de fenomenal desarrollo, técnica y sonido. El suyo es un talento que vale la pena seguir de cerca. El pianista británico Gwilyn Simcock, cuyas interpretaciones se vieron algo opacadas en las primeras piezas por problemas de sonido, luego evidenció su gran sensibilidad, swing y formación clásica.
Metheny ha sido uno de los guitarristas de jazz más influyentes de las últimas décadas y la noche del jueves dejó claramente establecido por qué, no en una, sino en cinco guitarras distintas, cada una con su sonido y matices particulares: la Ibanez PM1000, creada según sus especificaciones; una acústica amplificada; otra acústica sin amplificación; y su llamada “guitarra sintetizador”, capaz de alcanzar electrificantes sonoridades. Pero para comenzar la noche, utilizó la más singular de todas, la Pikasso (también diseñada por él), de dos brazos y 42 cuerdas dispuestas de manera que el extravagante instrumento puede sonar no solamente como guitarra, sino también como bajo, arpa y algo así como un laúd electrificado. La empleó para tocar una delicada improvisación, sin acompañamiento, que dio paso a “So May It Secretly Begin”, de poderoso y moderno swing.
Haciendo un recorrido por los temas de algunos de sus discos más famosos, como “Offramp” y “Unity”, Metheny y su grupo abordaron estilos como el bebop, con “(Go) Get It” y la balada (“Minuano”), así como las composiciones básicamente inclasificables que Metheny ha creado a lo largo de su carrera. Estas toman del jazz, el rock y ciertas sonoridades de su Kansas natal para producir ese sonido único que identifica inmediatamente a Metheny y lo ha hecho famoso en el mundo entero.
La primera parte del recital estuvo marcada, sobre todo, por los intensos solos de guitarra de Metheny, que arrancaron continuos aplausos de la audiencia, y la perfecta interacción de la banda. Sin embargo, el segmento más entrañable fue, ya avanzado el concierto, el de los dúos que el guitarrista realizó con su bajista, pianista y baterista. Junto a la bajista Oh interpretó una exquisita versión de “Insensatez”, de Jobim (el único estándar de jazz de la noche). Con el pianista Simcock tocó la recordada “Phase Dance”, una de las piezas que definió el estilo de su grupo hacia fines de los años 70. Y con el baterista Sánchez, un volcánico “Question and Answer” que fue todo un fascinante espectáculo, gracias a la fiereza, elevada inspiración y extraordinario “interplay” entre los dos músicos.
Con ya casi una veintena de temas interpretados y tras el sonoro aplauso que generó el último, Metheny y compañía demostraron que habían venido a tocar de verdad al retornar gustosamente para dos “encores”: una hermosa exploración de melodías en guitarra sola y una impresionante “Song for Bilbao”, vehículo para los magníficos solos del líder en la guitarra-sintetizador y de Linda Oh en el bajo eléctrico. Un concierto memorable de uno de los mejores jazzistas de nuestros tiempos.