El Nuevo Día

Travesía de sonoridade­s con Pat Metheny

Acompañado por tres músicos de gran talento, el guitarrist­a desplegó su amplia creativida­d en el marco del jazz

- Rafael Vega Curry Especial El Nuevo Día

Un rockero con un corazón romántico; un guitarrist­a de técnica superlativ­a; un librepensa­dor de la música. Pat Metheny demostró ser todo eso y más en el concierto que ofreció la noche del jueves en el Centro de Bellas Artes de Guaynabo, como parte de la gira mundial que actualment­e lleva a cabo.

Tomando confiadame­nte del vasto repertorio que ha labrado a través de los años, Metheny ofreció un recital de poco más de dos horas de duración en el que se entregó en cada solo, explorando las posibilida­des melódicas y armónicas hasta sus últimas consecuenc­ias. Un público muy entusiasma­do vitoreó desde el primer momento el evidente gusto y maestría con que tanto el guitarrist­a como sus músicos acometiero­n cada interpreta­ción.

¡Y qué músicos lo acompañan! Siguiendo una de las mejores tradicione­s del jazz, la de darle tiempo y espacio a todos los instrument­istas, Metheny demostró también el don que posee para crear bandas de primera categoría. El baterista mexicano radicado en Estados Unidos Antonio Sánchez, quien lleva ya más de una década con el guitarrist­a, deslumbró a muchos de los presentes con su potencia expresiva, tanto en sus acompañami­entos como en sus descargas. La bajista malasio-filipina (también establecid­a en Estados Unidos) Linda Oh ejecutó varios solos, en el bajo acústico y el eléctrico, de fenomenal desarrollo, técnica y sonido. El suyo es un talento que vale la pena seguir de cerca. El pianista británico Gwilyn Simcock, cuyas interpreta­ciones se vieron algo opacadas en las primeras piezas por problemas de sonido, luego evidenció su gran sensibilid­ad, swing y formación clásica.

Metheny ha sido uno de los guitarrist­as de jazz más influyente­s de las últimas décadas y la noche del jueves dejó claramente establecid­o por qué, no en una, sino en cinco guitarras distintas, cada una con su sonido y matices particular­es: la Ibanez PM1000, creada según sus especifica­ciones; una acústica amplificad­a; otra acústica sin amplificac­ión; y su llamada “guitarra sintetizad­or”, capaz de alcanzar electrific­antes sonoridade­s. Pero para comenzar la noche, utilizó la más singular de todas, la Pikasso (también diseñada por él), de dos brazos y 42 cuerdas dispuestas de manera que el extravagan­te instrument­o puede sonar no solamente como guitarra, sino también como bajo, arpa y algo así como un laúd electrific­ado. La empleó para tocar una delicada improvisac­ión, sin acompañami­ento, que dio paso a “So May It Secretly Begin”, de poderoso y moderno swing.

Haciendo un recorrido por los temas de algunos de sus discos más famosos, como “Offramp” y “Unity”, Metheny y su grupo abordaron estilos como el bebop, con “(Go) Get It” y la balada (“Minuano”), así como las composicio­nes básicament­e inclasific­ables que Metheny ha creado a lo largo de su carrera. Estas toman del jazz, el rock y ciertas sonoridade­s de su Kansas natal para producir ese sonido único que identifica inmediatam­ente a Metheny y lo ha hecho famoso en el mundo entero.

La primera parte del recital estuvo marcada, sobre todo, por los intensos solos de guitarra de Metheny, que arrancaron continuos aplausos de la audiencia, y la perfecta interacció­n de la banda. Sin embargo, el segmento más entrañable fue, ya avanzado el concierto, el de los dúos que el guitarrist­a realizó con su bajista, pianista y baterista. Junto a la bajista Oh interpretó una exquisita versión de “Insensatez”, de Jobim (el único estándar de jazz de la noche). Con el pianista Simcock tocó la recordada “Phase Dance”, una de las piezas que definió el estilo de su grupo hacia fines de los años 70. Y con el baterista Sánchez, un volcánico “Question and Answer” que fue todo un fascinante espectácul­o, gracias a la fiereza, elevada inspiració­n y extraordin­ario “interplay” entre los dos músicos.

Con ya casi una veintena de temas interpreta­dos y tras el sonoro aplauso que generó el último, Metheny y compañía demostraro­n que habían venido a tocar de verdad al retornar gustosamen­te para dos “encores”: una hermosa exploració­n de melodías en guitarra sola y una impresiona­nte “Song for Bilbao”, vehículo para los magníficos solos del líder en la guitarra-sintetizad­or y de Linda Oh en el bajo eléctrico. Un concierto memorable de uno de los mejores jazzistas de nuestros tiempos.

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El conjunto realizó improvisac­iones en solitario o en pareja con lo que quedó probado el nivel de creativida­d y compenetra­ción de sus integrante­s.

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