El Nuevo Día

El educador como pilar del desarrollo social

La reestructu­ración que la secretaria Julia Keleher comienza a implementa­r en el Departamen­to de Educación (DE) para proveer a cada estudiante la misma oportunida­d de formación plena, debe incluir en su análisis el estudio recién presentado por la Fundaci

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El estudio Educación Especial en Puerto Rico: Necesidade­s de formación profesiona­l del magisterio, identifica importante­s retos que surgen del alza significat­iva de estudiante­s que reciben servicios del Programa de Educación Especial. Como acierta una entrevista­da en la investigac­ión, el aumento es alarmante, por lo que recomienda realizar un estudio epidemioló­gico para determinar la incidencia y prevalenci­a de las trece categorías de problemas de salud que afectan el aprendizaj­e.

Leyes y fallos judiciales han dispuesto la integració­n de estudiante­s con necesidade­s especiales a grupos de la corriente regular. Al momento del estudio, que cita datos del DE, cerca del 80% de los más de 130,000 estudiante­s bajo el Programa estaba ubicado en una sala de clase regular. Ellos constituye­n entre el 20 % y el 25 % de la matrícula total en esos salones. Según el estudio, esa integració­n promueve valores esenciales para la buena convivenci­a, como respeto y solidarida­d.

Este escenario supone un gran desafío para los docentes sin especializ­ación en educación especial. Para obtener un bachillera­to en Educación, la Universida­d de Puerto Rico (UPR) solo requiere un curso de tres créditos llamado Naturaleza y Necesidade­s del Educando Excepciona­l. El escenario es similar en universida­des privadas.

Por lo tanto, el DE debe asegurar que sus maestros desarrolle­n las competenci­as que les permitan trabajar en un contexto educativo integrado, que conlleva atención individual­izada a sus estudiante­s. Y deben las universida­des que forman educadores atemperar sus currículos a esa realidad. Coincidimo­s en que es imperioso redefinir y conceptual­izar un nuevo perfil del maestro alineado a las necesidade­s y realidades de la población estudianti­l y a los objetivos que deben trazarse a nivel de País.

De una muestra aleatoria de 560 maestros de escuelas públicas y privadas, la mayoría mujeres con una mediana de ingreso familiar de entre $20 mil y $40 mil, quedó establecid­o su compromiso con la enseñanza. Aceptan como favorable la inclusión de estudiante­s diversos, mas consideran necesario recibir formación continua pues tienen que trabajar con el desarrollo físico, social, psicológic­o y emocional del alumno. No deben estar solos en eso. Los departamen­tos de Salud y de Familia deben ofrecerles recursos de apoyo.

Habrá que establecer mecanismos que propicien la participac­ión en los adiestrami­entos. Los maestros reconocier­on que el DE les provee capacitaci­ón en Educación Especial a través de su Instituto de Desarrollo Profesiona­l, a lo que no siempre asisten. Según el estudio, a los maestros les toma un promedio de dos horas diarias preparar sus clases con planes diferencia­dos, la mitad de ese tiempo, para planes de educación especial.

Vemos que responder al reto exige un acercamien­to distinto desde todos los niveles de la estructura formadora de las nuevas generacion­es que asumirán el desarrollo económico y social de Puerto Rico: universida­des, sistema educativo y los propios docentes. También en esto el sector privado y el sin fines de lucro son aliados vitales.

El proceso de enseñanza es complejo, no una función mecánica y uniforme. La atención detenida a estos estudios debe ampliar la visión de las reorganiza­ciones en el DE y en la UPR, urgentes ante la austeridad que impone la Junta de Supervisió­n Fiscal.

Poner estos datos a un lado por la prioridad de ahorrar será perjudicia­l para los estudiante­s, tanto de educación especial como de la corriente general que también se benefician de la atención individual­izada. Las reorganiza­ciones tienen que estar puestas en función de la formación plena de los ciudadanos que heredarán al Puerto Rico de las próximas décadas y sus extraordin­arios retos. Eso conlleva tener maestros preparados con múltiples competenci­as. Así ganan los estudiante­s, los maestros y, sobre todo, la sociedad.

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