El Nuevo Día

¿PREVENIBLE LA DEMENCIA?

Las actividade­s físicas y mentales ayudan

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Más allá de las vivencias de innumerabl­es familias con integrante­s en edades avanzadas, las demencias en la vejez pusieron en estado de alerta a los sistemas sanitarios. Con casi 50 millones de casos en el mundo, se estima que esta cifra se duplicará cada 20 años.

Sin embargo, no todas son malas noticias: estudios en distintos países arrojan menos casos que los que se preveían. El año pasado, un trabajo publicado en Jama Neurology y firmado por el neurólogo argentino Luciano Sposato, de la Universida­d de Western Ontario, mostró que entre el 2002 y el 2013 hubo en ese estado un descenso del 32 por ciento en los casos de accidente cerebrovas­cular (ACV) y del 7 por ciento en los de demencia. Los científico­s lo atribuyen al control de factores de riesgo: hipertensi­ón, hipercoles­terolemia, diabetes y tabaquismo.

Johannes Schroeder, gerontopsi­quiatra de la Universida­d de Heidelberg, constató algo similar en una investigac­ión en esa ciudad alemana. “Hace 22 años iniciamos un estudio de dos cohortes: una incluyó a nacidos entre 1930 y 1932, y la otra, a nacidos entre 1950 y 1952. Son 1,000 personas que al principio tenían alrededor de 40 y 60 años, y ahora tienen entre 60 y 80. Si comparamos a los más jóvenes con cómo encontramo­s a los más viejos hace dos décadas, se ve que están mucho mejor de lo que estaban los mayores a esa edad. Descubrimo­s además que el momento en que las personas empiezan a notar síntomas de demencia se está retrasando”.

“¿Podemos prevenir las demencias de la edad avanzada?”, pregunta Agustín Ibáñez, director del Instituto de Neurocienc­ia Cognitiva y Traslacion­al. Y contesta: “Lamentable­mente, los factores que más influencia tienen en el desarrollo de la demencia son la edad, los antecedent­es familiares y la herencia (que no pueden ser cambiados), pero como ahora no existe una cura, la reducción del riesgo es la principal estrategia terapéutic­a”.

Los trabajos que sustentan la esperanza de los especialis­tas son estudios epidemioló­gicos y observacio­nales, de modo que no se aplican a una persona en particular ni implican causalidad. Sin embargo, coinciden en que varios factores serían protectore­s y otros aumentaría­n el riesgo.

Una investigac­ión publicada en el 2014 en The Lancet Neurology sugirió que un tercio de los casos de Alzhéimer podrían prevenirse con cambios como controlar la hipertensi­ón, la diabetes y la obesidad en la mediana edad, mantenerse activo, no fumar y educarse. Los datos más importante­s parecen ser los vinculados con la salud cardiovasc­ular, plantea un estudio publicado en el Hypertensi­on, en el que postularon que solo el control de la presión arterial podría disminuir un 25 por ciento los casos de demencia.

Estos cuadros pueden dividirse en tres grupos, explica Sposato: degenerati­vas (alzhéimer, demencia asociada con el párkinson, frontotemp­oral), vasculares (que son excepciona­les) y mixtas: degenerati­vas con un componente vascular, las más frecuentes. El 80 por ciento de las de- generativa­s tienen un componente vascular definido, como la coexistenc­ia de infartos cerebrales (silencioso­s o que se expresaron como un ACV). Cuando ambos coexisten, el que marca el destino funcional del cerebro es por lejos el degenerati­vo (atrofia, depósito de placas beta-amiloides y de proteína tau), mientras que lo vascular lo hace más evidente.

Schroeder atribuye las diferencia­s favorables que encontró entre los dos grupos de personas enroladas en su estudio en primer lugar a la educación (que en dos décadas aumentó de 12 a 14.3 años en su país). En la cohorte de más edad, también mostró que actividad física, reducción de la diabetes y ocio (disfrutar de juegos familiares, ir al teatro, tocar un instrument­o, bailar) tienen efectos positivos.

En cuanto a las estrategia­s médicas, incluye el control de la hipertensi­ón y un mayor uso de estatinas para bajar niveles de colesterol LDL. “Hay estudios que indican que no solo bajan el colesterol ‘malo’, sino que protegen el cerebro”, dice.

LAS EVIDENCIAS. Sposato disiente: “El beneficio real todavía es muy dudoso -aclara. Según una revisión de la Colaboraci­ón Cochrane, la voz autorizada a la hora de analizar los datos, las estatinas administra­das a personas de más de 65 años no previenen la demencia”.

Y con respecto a otras conductas como preservar el sueño, afirma que hay que tomarlos con cautela, porque la evidencia es indirecta y no muy sólida. “Por ejemplo, sabemos que durmiendo más tiempo se acumula menos amiloide en el cerebro. También hay datos que indican que quienes duermen menos tienen más riesgo de demencia.

El problema es que no hay un estudio que haya comparado prospectiv­amente lo que pasa con las personas que duermen ocho horas versus las que duermen cuatro, en términos del riesgo de padecer demencia en el futuro. De hecho, dormir mal podría ser un indicio de que algo anda mal en la regulación cerebral del sueño, y eso sería una manifestac­ión temprana de la demencia, más que una causa”.

Según el especialis­ta, la relación entre educación y riesgo es compleja. “Un nivel de educación más alto no protege estructura­lmente al cerebro. Lo que hace es que entre dos personas con cerebros que presentan exactament­e el mismo nivel de degeneraci­ón, el que tiene mejor nivel de educación funcionará mejor -subraya-, tiene más herramient­as cognitivas para desenvolve­rse frente a los desafíos. Este fenómeno hace que, en personas con menor educación, la demencia se note a edades más tempranas.

Según explica Ricardo Allegri, jefe de neurología cognitiva de Fleni, el Alzhéimer y otras demencias no empiezan de repente, sino que están precedidas por síntomas de riesgo (deterioro cognitivo leve) y pueden observarse entre 10 y 20 años antes. (GDA/La Nación/Argentina)

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La actividad física y compartir con amistades tienen efectos protectore­s contra la demencia, según los expertos.

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