El valor del espectáculo
Compleja, ingeniosa, sorprendente, esta novela propone una lectura inusual de la sociedad y -también- del mundo literario
Compleja e ingeniosa, esta novela emprende un viaje que entra y sale de lo surreal y también de lo carnavalesco. Es un “performance” textual. Ni los personajes ni la trama se mantienen adscritos a una sola perspectiva ni a un significado. Eso quiere decir que a menudo no podemos situar con certeza a los primeros en un rol determinado ni podemos saber a ciencia cierta lo que está pasando. La “directora” -que permanece innombraday los tres miembros de su troupe, Tanya, Mirko y Xenia, podrían ser los integrantes de un circo o de una familia conformada por una madre indigente y sus tres hijos, deambulantes todos de casa en casa en condiciones de suma precariedad. Se trata de un circo-familia o de una familia-circo.
Tampoco podemos confiar en el propósito y alcance de las acciones descritas, ni en su significado. Y aunque el entorno es, sin duda, el oeste y el centro de nuestra isla -sobre todo el pueblo de Rincón y sus alrededoreseste también se transforma en un escenario cambiante que supone, con cada cambio, la presencia de diferentes públicos, desde vecinos hasta “garzas” en el cerro de ese nombre.
Como los performeros que sugiere el título, los personajes van dando saltos y haciendo malabares por la vida, enfrentándose de diferentes maneras por lo general improvisadas- a los avatares inesperados de su suerte y convirtiéndolos, por arte de magias personales, en la semblanza de otras actitudes y acciones. Su espectáculo es complejo; se refiere a realidades alternas. Tal alteración se evidencia incluso en la voz misma de los hablantes. A menudo es imposible identificar quién es ese hablante porque se desdobla, se multiplica y, cuando hay varios, pue- den resultar intercambiables.
La troupe se mueve constantemente en el espacio, sobre todo entre diferentes ”carpas” de circo que son también las casas que ocupan, siempre provisionalmente. Cada una les impone a sus habitantes condiciones materiales diferentes que suelen ir de mal en peor, con hiatos breves de mejorías efímeras. Cada una les ofrece la oportunidad de actuar o interactuar con “públicos” o vecindarios diferentes ante los cuales escenifican la pobreza, la inestabilidad, el desorden, incluso la locura ocasional (de la directora). Con ello se acentúa entre ese público una consciencia de desigualdad que tiene el efecto de apartar a la troupe de la comunidad establecida, considerándola fenoménica.
La troupe se mueve también en el tiempo, recordando siempre a los “carnavales” -es decir, los hombres que han sido pareja de la directoraque han entrado en sus vidas, siempre fugazmente. Los menos han provisto cierto apoyo; los más han sido destructivos y desestabilizadores.
La “directora” ejerce su oficio rector con una constancia que puede ser tiránica; Tanya y Xenia ejercen los suyos de malabaristas (del dinero, del sexo, de la comunicación con los demás) mientras que Mirko, el varón, es el mayor prestidigitador de todos,, sacando de su maletín Samsonite los cuentos que transforman la realidad.
Hay algo de hipnótico en esta novela a pesar de que no obedece a los cánones usuales de una narración estable. Hay algo de enternecedor también. Por debajo de las pretensiones y disfraces, de las representaciones y actuaciones, es posible reconocer las condiciones (tan ubicuas) de la miseria itinerante y sus efectos sociales. Al presentar la ilusión, la escritura -en aún otro juego de prestidigitación- revela la realidad amarga que la subyace.