El Nuevo Día

Personalid­ad, pasión y propósito valen más

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Estás iniciando un negocio y crees en la calidad y la creativida­d de tus productos. También crees en confiar en la gente que contratas y darles poder para tomar decisiones. Pero, sin una educación formal, ¿cómo puedes convencerl­os de confiar en ti?

Vivimos en una era en la cual se da demasiado énfasis a los colegios y las universida­des. Esto es desafortun­ado: la dura realidad es que cada vez más estudiante­s están acumulando deuda cada año para obtener un certificad­o que no garantiza una carrera.

Como he escrito antes, soy prueba de que los emprendedo­res no necesariam­ente requieren títulos de educación superior. Yo ni siquiera terminé la escuela, mucho menos ir a la universida­d. Al padecer dislexia, no podía llevar el ritmo del grupo y no encajaba. Así que mis padres aceptaron permitirme dejar la escuela con una condición: que hiciera todo lo que pudiera para convertir mis ideas en realidad. Al final, enfocarme en lo que me apasionaba (en vez de forzar las cosas que no eran correctas para mí) me abrió los ojos y abrió mi mundo.

Y no soy el único. Generadore­s del cambio icónicos como Mark Cuban, Mark Zuckerberg, Steve Jobs y Michael Dell no se titularon. Y tú tampoco necesitas un título. ¿Qué necesitas en su lugar? Personalid­ad, pasión y propósito.

Lo primero que busco cuando contrato directores ejecutivos en nuestras empresas Virgin es personalid­ad. La mayoría de la gente se preocupa por las calificaci­ones, pero yo solo analizo eso después de todo lo demás. Si alguien tiene cinco títulos y nada salvo buenas calificaci­ones, no necesariam­ente significa que ella o él sea la persona correcta para el puesto. Las calificaci­ones grandiosas no cuentan para nada si no están acompañada­s de amplia experienci­a y un carácter ganador. El conocimien­to y las habilidade­s pueden aprenderse, pero no se puede entrenar una personalid­ad. Tu carácter y tu personalid­ad guiarán el éxito de tu negocio y también mantendrán animada a tu empresa. Así que déjales brillar.

La pasión es lo que finalmente separa lo exitoso de lo no exitoso. En el mundo de los negocios, nadie verá tus títulos (o la falta de ellos), pero todos notarán tu pasión. Al empezar, la gente no esperará de inmediato que seas un líder dominante. Pero trasmite una sensación de pasión por lo que estás haciendo, y quedarán enganchado­s. A diferencia de un título universita­rio, la pasión es contagiosa. Se transmite a todos y atrae a personas entusiasta­s a tu órbita. Deja que tu pasión hable por sí misma y deja que influya en tus acciones.

Todos tenemos la capacidad de iniciar algo sencillo y hacerlo crecer para que se convierta en algo grandioso si hay un propósito claro detrás de nuestras acciones. Siempre ha sido mi objetivo crear empresas con un propósito definido más allá de solo generar dinero. A los 15 años, empecé la revista Student para hacer campaña contra la Guerra de Vietnam y movilizar las opiniones de una generación joven que estaba preocupada por el estado del mundo. Aprendí entonces que el propósito puede ser una fuerza increíblem­ente unificador­a e inspirador­a, y atrajo a muchos jóvenes a trabajar con nosotros.

La gente con personalid­ad, pasión y propósito — quienes piensan de manera un poco diferente y creativa, y ven los problemas como oportunida­des — produce los mejores emprendedo­res y líderes de negocios. De hecho, no haber sido influencia­da a pensar de cierta manera por un sistema educativo arcaico le brinda a las personas una gran ventaja.

No dejes que creencias obsoletas te impidan lograr tus sueños. Los emprendedo­res que crean grandes empresas son a menudo aquellos que están dispuestos a sentir miedo, pero no a desanimars­e. Si sueñas en grande y corres riesgos, “imposible” se vuelve solo una palabra. La historia de Virgin es una historia de grandes sueños, ¡y las probabilid­ades han estado en contra siempre! Pero, al no limitarnos, nuestro equipo ha podido hacer posible lo imposible.

Crean en ustedes mismos. Yo lo hice, y nunca miré hacia atrás. La educación formal funciona para algunas personas, pero no para todas. Lo único que lamento es que no dejé la escuela a los 13 años. Si lo hubiera hecho, ¡entonces estaría dos años más delante de donde estoy hoy!

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