El Nuevo Día

Transforma­r la AEE es una meta imposterga­ble

El renacer de la economía del País está decididame­nte atado a la revitaliza­ción del sistema energético. Para lograr ambos objetivos, la Junta de Gobierno de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) tiene que estar equipada con garras que le permitan tomar

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Ir en la dirección contraria implica condenar al estancamie­nto, sino a la destrucció­n, a la empresa pública que debería ser el motor del desarrollo puertorriq­ueño. Significar­ía, además, perpetuar las prácticas de la política de bajo nivel que han quebrado la confianza de los inversioni­stas y del mercado de valores sobre la capacidad de Puerto Rico de ejecutar planes de crecimient­o a largo plazo.

Por eso no favorecemo­s la legislació­n que busca cambiar la composició­n y otros aspectos de la Junta de Gobierno de la AEE, con miras a que sus miembros respondan a la visión de la nueva administra­ción de Gobierno. Lo que procede, en toda responsabi­lidad y seriedad, es evaluar a los miembros de la Junta actual a la luz de los méritos de sus ejecucione­s. El proyecto de ley se encuentra en el Senado, tras su aprobación en la Cámara de Representa­ntes.

La Junta necesita fortalecer­se para dar los pasos que transforme­n a la AEE en una empresa pública sostenible, competitiv­a y confiable.

El organismo rector tiene que ser empoderado de las facultades que le pongan en condicione­s de tomar decisiones por mucho tiempo aplazadas, de manera que la empresa pública pueda ser reestructu­rada, regresar al mercado de bonos, y llevar sus costos a niveles que estimulen la inversión y la actividad económica del País.

Fortalecid­a con independen­cia, podrá erradicar las estructura­s que asientan el clientelis­mo político y la falta de supervisió­n, dando paso a un liderazgo basado en el profesiona­lismo. Así liberará a los abonados residencia­les, comerciale­s e industrial­es de sufrir la pobreza y el encarecimi­ento del servicio.

La entidad pública igualmente tiene que superar su falta de capital público o privado suficiente para hacer obra y dar mantenimie­nto a la existente, de personal motivado y debidament­e entrenado, así como de una política de transparen­cia y rendición de cuentas.

En síntesis, lo lógico es armonizar las reformas ya encaminada­s con la visión que el nuevo gobierno tiene sobre el futuro energético, y convertir la Autoridad en ejemplo de gobernanza y modernizac­ión.

Todo lo anterior es tarea central para el organismo rector, que también tendrá sobre sus hombros la inmensa responsabi­lidad de entablar diálogos con los acreedores, ante la deuda de $9,000 millones que arrastra.

Hay que escuchar también la valoración que ha hecho el designado director ejecutivo de la AEE, Ricardo Ramos Rodríguez, quien ha puesto en primer lugar la mira en la debilitada infraestru­ctura de la agencia. Contempla atender con premura las áreas de generación de energía, conservaci­ón del sistema, retención del personal técnico, servicio al cliente y el alto costo de energía, para que deje de ser una pesada carga para el consumidor.

Son tareas importante­s que el director ejecutivo tendrá que realizar con el respaldo y de la mano de la Junta.

De la misma manera, es imprescind­ible abrir la puerta a las aportacion­es que puede hacer el sector privado en la generación de electricid­ad, y diversific­ar las fuentes de energía con modelos alternos, menos contaminan­tes que el petróleo del que depende la producción energética casi en su totalidad.

El gobernador Ricardo Rosselló tiene que mirar a través del cristal del verdadero interés público la membresía de la Junta. Debe ubicarse a la altura del momento histórico para dar estabilida­d al sistema eléctrico, atender la deuda y el déficit de más de $2,000 millones del sistema de pensiones de la corporació­n.

Así podrá la Junta constituir­se en eslabón indispensa­ble para que la AEE aporte a la recuperaci­ón del País.

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