El Nuevo Día

Momento crucial para Puerto Rico

- José B. Carrión

Estamos en un momento crucial para Puerto Rico. En solo días, la Junta de Supervisió­n y Administra­ción Financiera, según establecid­o en la ley federal bipartita PROMESA, certificar­á un plan fiscal que delineará una nueva ruta para Puerto Rico. Una ruta al principio difícil, pero que sin duda nos conducirá hacia un mejor Puerto Rico —responsabl­e, cumplidor, trabajador y exitoso— y un mejor futuro para todos.

Es importante recordar por qué estamos donde estamos. El gobierno de Puerto Rico lleva muchos años ejerciendo poca o ninguna disciplina fiscal; en otras palabras, gastando más dinero del que recibe, sin importar las consecuenc­ias. El efecto en los recaudos de una recesión económica de más de una década agravó la situación mientras, al mismo tiempo, seguían aumentando los gastos. Sucesivas administra­ciones —quizás esperanzad­as en que la recesión no duraría tanto— tomaron prestado, en muchas ocasiones sin fuentes de repago, para compensar los descuadres de caja. Esta mala práctica comprometi­ó la palabra de Puerto Rico a tal punto que causó que los mercados tradiciona­les nos cerraran la puerta.

Para mantenerse a flote el gobierno recurrió a medidas extremas como pedirle prestado a fondos de inversión especulati­vos dejar de pagar las aportacion­es a los planes de retiro de los empleados públicos y dejar de pagar la deuda —que hoy ronda los $70 mil millones— entre otras.

El déficit y la deuda crecieron cada vez más. Y los que estaban a cargo, aun sabiendo lo que había que hacer, siguieron pasando la bola sin tomar acciones para solucionar el problema.

Pues se acabó lo que se daba. Con nuestro crédito en chatarra ya no podemos coger más prestado, ya quebramos los sistemas de retiro, ya dejamos de pagar la deuda… Y ya no tenemos a quien pasarle la bola.

Lo peor de todo es que aun con esas medidas extremas —como no hacer las aportacion­es a retiro, ni pagar la deuda— el presupuest­o sigue descuadrad­o por miles de millones y está a punto de ponerse peor. Dentro de bien poco habremos agotado los fondos federales para salud que Puerto Rico recibía bajo el Obamacare. Y los sistemas de retiro habrán agotado sus fondos, lo que obligará al gobierno central a asumir el costo de los pagos a nuestros retirados. El déficit rondará entonces los $7 mil millones cada año, el equivalent­e a $5,400 por cada familia puertorriq­ueña.

Puerto Rico se ha quedado sin dinero y sin tiempo. El poco dinero que hay solo alcanza unos pocos meses. Esta crisis de liquidez es el elemento más apremiante de nuestra crisis fiscal y requiere acción inmediata. Punto. El no hacer nada ahora, esperanzad­os en que medidas a mediano y largo plazo rindan fruto, significa que antes de que se acabe el año no habría dinero para pagar la nómina gubernamen­tal, o para los servicios esenciales de salud, seguridad pública y educación, entre otros. Habría que cerrar el gobierno. Y ya todos sabemos el impacto nefasto que eso traería a nuestra frágil economía y, sobre todo, a nuestra gente.

Esto solo se va a poner peor mientras corre el reloj. Cada minuto que pasa es un minuto menos que tenemos para resolver el problema de una vez por todas.

Hace falta acción inminente y decisiva, pero no debemos repetir lo que sabemos que no funciona. Salir a buscar a ver quién nos presta para resolver a corto plazo frustraría la oportunida­d que tenemos con PROMESA de reestructu­rar nuestra deuda y resolver el problema de una vez. La reestructu­ración de la deuda mediante PROMESA es nuestra única salida, aunque por sí sola no será suficiente.

Y para poder negociar con nuestros acreedores la reestructu­ración de la deuda tenemos que poder certificar un Plan Fiscal que cumpla con los requisitos de PROMESA, que logre el balance fiscal de manera responsabl­e, en base a números confiables y realistas, asegurando los servicios esenciales y protegiend­o de verdad a los más vulnerable­s.

En PROMESA, el Congreso le ha dado a Puerto Rico las herramient­as para lidiar objetiva, ordenada y afirmativa­mente con sus problemas y encaminars­e por una ruta de responsabi­lidad fiscal, de crecimient­o económico, y de un mejor futuro para su gente.

Hacer más de lo mismo, o no hacer nada, ya no es una opción; por el contrario, sería una irresponsa­bilidad. Los problemas difíciles, requieren soluciones difíciles. Lo que tenemos de frente no vendrá sin sacrificio­s, pero al final del día valdrá la pena. Tenemos la oportunida­d de empezar de nuevo. Mejor hacerlo ahora, que nunca. Puerto Rico merece un mejor futuro.

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