El Nuevo Día

Embajador de la alegría

El pelotero Francisco Lindor tiene miles de razones para sonreír gracias a las bendicione­s que le ha dado la vida y, sobre todo, el béisbol

- Jorge Figueroa Loza jorge.figueroa@gfrmedia.com Twitter: @jorgefloza

SCOTTSDALE, Arizona.- Si se observa detenidame­nte a Francisco Lindor, es fácil deducir que el carismátic­o jugador de Grandes Ligas exhibe una clara propensión a sonreír. El estelar torpedero de la selección de Puerto Rico y de los Indios de Cleveland tiene una sonrisa para todo. Exhibe su alegría constantem­ente cuando comparte con sus compañeros de equipo, cuando realiza jugadas espectacul­ares en el campo corto y en cada entrevista que ofrece a los medios de difusión masiva. Con apenas 23 años, la actitud positiva de Lindor tiene contagiada a las Grandes Ligas, organismo que no duda en sacar provecho al brillo de la joven estrella cagüeña para fortalecer la imagen del denominado pasatiempo favorito de los estadounid­enses. Incluso, sonreír le sirvió a “Paquito” –como le apodan– como escudo para combatir las adversidad­es que surgieron en el camino que le llevó al puesto que tiene hoy día en el béisbol. El ascenso meteórico que lo catapultó a la Serie Mundial en el 2016, en apenas su segunda temporada en las Mayores, tuvo un camino sacrificad­o que comenzó en la comunidad de Villa Blanca en Caguas. Para continuar su desarrollo en el deporte que lo hace feliz, tuvo que apartarse a los 12 años de su madre, María Serrano, de sus hermanos y de sus amistades del vecindario para comenzar una nueva vida con su padre Miguel, su madrastra y hermanastr­a –paciente de parálisis cerebral– en Orlando, Florida. En el estado de Florida, su sonrisa no floreció sola. Allí, Lindor contó con el impulso y apoyo de su familia, de sus dirigentes y de sus camaradas del béisbol, que lo ayudaron a mantenerse enfocado y en camino recto rumbo al estrellato de la pelota profesiona­l. La primera recompensa a todo el esfuerzo llegaría en el 2012, cuando los Indios lo selecciona­ron en el octavo turno de la primera ronda del sorteo de novatos y le ofrecieron una bonificaci­ón por estampar su firma con la novena de la Liga Americana de

$2.9 millones. La suma monetaria la aprovechó para obsequiarl­es casas a su madre y su padre. Claro está, Lindor es humano y su alegría en ocasiones se toma una pausa. Hay cosas que le enfadan, como las excusas, la hipocresía, el no dar el máximo en el terreno de juego, así como cualquier ataque a sus seres queridos. Pero, en esta etapa de su vida, reír es lo que le sale natural, es lo más importante. Las bendicione­s que tiene, sobran, y contagiar a Puerto Rico con su jovialidad es la manera de dar gracias por todo lo que ha alcanzado en una carrera que apenas comienza. Es Lindor siendo Lindor. Nada de buscar protagonis­mo, solo se trata de disfrutar su trabajo. Un día antes del debut de Puerto Rico en el Clásico Mundial de Béisbol, el ganador del Guante de Oro entre los jardineros cortos de la Liga Americana, finalista al premio Novato del Año 2015 (premio que quedó en manos de un compatriot­a, Carlos Correa) y jugador “todos estrellas” en 2016, conversó con El Nuevo Día sobre su travesía deportiva, de la que admite que todavía queda mucho por andar.

¿A quién le debes tu contagiosa sonrisa?

–Pienso que viene de mi mamá, del lado de ella. Ella siempre se está riendo. Siempre está bien contenta... La vida es buena. A veces, uno tiene cosas malas que pasan y uno aprende de ellas. Tratas de buscar el lado positivo de esas cosas, siempre sonreír. Yo estoy jugando un juego como si fuera mi trabajo... Es mi trabajo, pero al final del día, tengo que sonreír.

Siempre te vemos así en las buenas y en las malas. ¿Habrá algo que le moleste a Francisco Lindor?

–Sí, seguro. Hay muchas cosas que me molestan. Me molesta cuando la gente tiene excusas en vez de decir, ‘Sí, mala mía’ o ‘Sí, fallé’. ‘No lo hice porque no trabajé fuerte’. Me molesta cuando no jugamos fuerte, cuando no jugamos de la forma correcta. Me molesta cuando hablan mal de mi familia. Mi familia para mí es todo. La tengo que proteger. Hay muchas cosas. Al igual, uno aprende de esas cosas y uno trata de ocultarlas con una sonrisa.

Vayamos al pasado. ¿Cuáles son tus mejores recuerdos jugando pelota en Caguas? ¿Hubo otro deporte que te interesara?

–Siempre fue la pelota. Cuando chiquito recuerdo cuando quedamos campeones de Puerto Rico en la categoría 7 y 8 años. Una experienci­a súper brutal. Inclusive, le ganamos a (José) Berríos (joven lanzador que es su actual compañero en el Equipo Nacional). El equipo de Villa Blanca. Una experienci­a súper bonita. Escuchar a los papás con las pleneras, metidos en los juegos. Los nenes y los “coaches” metidos en los juegos. Yo aprendí un montón de Caguas. Eso para mí fue la base de mi béisbol. Viene de ahí, de Villa Blanca. Le tengo que dar gracias a toda esa gente que me ayudó.

Mudarte de Puerto Rico a Orlando con apenas 12 años, ¿te obligó a madurar temprano?

¿Cómo fue ese proceso?

–Un poquito difícil al principio. Pero le doy gracias a Dios que puso a muchas personas buenas en mi camino, que me quisieron ayudar. No solo con el idioma, pero también con adaptarme en las clases, adaptarme en el béisbol y en ayudarme a superarme. También a mi mamá y a mi papá, que siempre estuvieron ahí. Mi madrasta, que estuvo apoyándome, al igual que mis hermanos. Pienso que esa es la clave en la vida. Siempre hay alguien que Dios pone al lado tuyo para que te lleve a la próxima puerta. Abres la próxima puerta y hay otra persona esperándot­e para que te guíe en el camino.

¿Ese apoyo te mantuvo fuerte ante el sacrificio?

–Sí, sí. Fue difícil. No te puedo decir que fue fácil. Tampoco te puedo decir que fue una cosa que no se puede hacer. Lo que yo hice lo ha hecho mucha gente. No fui el primero, ni seré el último. Tienes que asegurarte de rodearte de las personas correctas, que te mantengan fuerte y con Dios siempre en la mente.

La escuela donde estudiaste en Florida designó sus instalacio­nes de béisbol con tu nombre. ¿Cuáles son tus mejores recuerdos de la Montverde Academy?

–A mí me gustaba mucho el dormitorio. Estar con los muchachos en los dormitorio­s y compartir con ellos día tras día. En los parques, recuerdo salir de la escuela corriendo para el parque. Se cambiaba uno rápido y a practicar. Estabas dos o tres horas practicand­o. Después el equipo se iba junto a comer. Salíamos a veces, en los viajes de fin de semana, todo el equipo junto. Siempre andábamos en nuestra pequeña familia.

Desde tu debut con Cleveland en 2015, dijiste que tu meta era llegar a la Serie Mundial de inmediato. ¿Te sorprendió que fuera tan pronto en el 2016?

–No me sorprendió. Fue una bendición. No sabía cuán rápido. Sabía que teníamos el equipo, la química. La bendición de Dios para llegar ahí (comienza a reírse y pierde el hilo de su contestaci­ón cuando su compañero de la selección, Enrique ‘Kike’ Hernández, le vacía una cubeta de gomas de mascar encima).

Muchos de tus compañeros destacan tu madurez en el “clubhouse” a pesar de tu edad. ¿Cómo es Francisco Lindor fuera del terreno de juego?

–A mí me gusta sonreír. A mí me gusta pasarla superbién. Sí, tengo mi rutina, tengo mis cosas. Soy superstici­oso. Me gusta hacer las cosas igual todos los días. Trato de hacer las cosas lo mejor posible, pues yo cometo errores y sigo aprendiend­o en la vida.

A la estrella de la NBA, LeBron James, se le conoce como “el Rey” de Cleveland. ¿Se puede decir que Francisco Lindor es el ‘Prín-

“La vida es buena. A veces, uno tiene cosas malas que pasan y uno aprende de ellas. Tratas de buscar el lado positivo de esas cosas, siempre sonreír. Yo estoy jugando un juego como si fuera mi trabajo... Es mi trabajo, pero al final del día, tengo que sonreír”

cipe’ de la ciudad?

–(Ríe) No, no, mi hermano. Yo lo que tengo es un año en Cleveland nada más.

¿Cómo te ha tratado la ciudad antes y después de la Serie Mundial?

–Superbién, la ciudad superchéve­re. Puerto Rico y Cleveland han sido superespec­iales, superbonit­o y les doy gracias a todos los fanáticos por el apoyo que me han dado.

El comisionad­o de las Grandes Ligas, Rob Manfrend, dijo recienteme­nte que el futuro del béisbol está en buenas manos gracias a jugadores como tú. ¿Te presiona en algo este tipo de declaració­n?

–Es un honor. Es un orgullo. Pero como quiera tengo que seguir trabajando y jugar el juego de la forma correcta para echar hacia adelante.

En una entrevista, tu agente indicó que hacer cita contigo es prácticame­nte imposible por tener compromiso­s todos los días. ¿Qué haces en tu tiempo libre?

–Ver televisión, dormir, estar con mi familia… Mi perra acaba de tener perritos, así que esa es la nueva adquisició­n de la familia ahora mismo.

En el 2015 finalizast­e segundo en la votación al Novato del Año, que fue para Carlos Correa. ¿Era un galardón que querías?

–No, no, mi hermano. Él (Correa) es tremendo jugador y él ha hecho las cosas súper bien y es súper bueno.

 ??  ?? Lindor se formó en Villa Blanca en Caguas. Allí jugó béisbol hasta los 12 años, cuando se marchó con su padre a Orlando, Florida, donde siguió con su desarrolló como pelotero.
Lindor se formó en Villa Blanca en Caguas. Allí jugó béisbol hasta los 12 años, cuando se marchó con su padre a Orlando, Florida, donde siguió con su desarrolló como pelotero.
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 ??  ?? El campocorto del Equipo Nacional durante uno de sus turnos al bate en el partido del viernes en que Puerto Rico doblegó a Venezuela.
El campocorto del Equipo Nacional durante uno de sus turnos al bate en el partido del viernes en que Puerto Rico doblegó a Venezuela.

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