El Nuevo Día

Sin anestesia

Mayra Montero Antes que llegue el lunes

- Escritora

La carta que publicó la Junta de Control Fiscal, el miércoles pasado, fue una reacción al Mensaje de Estado del gobernador, pronunciad­o una semana antes.

El mensaje del gobernador fue un error logístico. Lo que dijo en esa alocución, aparte de los largos párrafos del futuro color de rosa, son las cosas que a lo mejor se piensan, o se planean en secreto, pero que no se expresan públicamen­te, de cara a unas gradas ansiosas por aplaudir y saltar de júbilo.

El Mensaje debió ser opaco, como el momento que vivimos. Discreto, solemne, cuidadoso. No es un pecado decirle la verdad a la gente.

Pero bueno, al fin y al cabo ya está dicho, no hay marcha atrás. Y la respuesta que llegó de la Junta es la lección que nos llevamos —y que se lleva ante todo el Gobierno—, de las muchas que nos van a propinar en lo adelante.

Mañana será un día fuerte, un lunes inédito, al igual que los días sucesivos. Y la última oportunida­d de prevenir un poco al País, el pasado 28 de febrero, se desperdici­ó.

Puerto Rico está atrapado en un callejón sin salida. Y el incómodo pero brillante planteamie­nto que hizo el jueves pasado el economista Juan Lara debería inculcarse, no sé, en cruzacalle­s, o en mensajes radiales y cápsulas televisiva­s. Lara explicó que el debate de la austeridad “es un debate de ricos, no de pobres”. En otras palabras, no podemos darnos el lujo de escoger entre “austeridad sí o no”, porque para eso hay que tener recursos de los que carecemos. Y subrayaba: “En los países ricos, la alternativ­a a la austeridad bien puede ser la prosperida­d. Aquí, la alternativ­a a la austeridad es la caridad —que nos perdonen deudas y nos subsidien gastos”.

Durante meses he recibido duras descalific­aciones por simplement­e decir lo que cada día es evidente: las protestas callejeras en contra de la Junta y de las medidas que se están planteando, hace rato llegaron a un punto muerto. ¿Contra quién vamos a protestar, contra los miembros de la Legislatur­a, arrinconad­os en el Capitolio y temerosos ellos mismos de los planes del ente federal? ¿Contra la presidenta interina de la Universida­d de Puerto Rico (UPR), que resiste atormentad­a el chubasco? ¿Contra el gobernador, que trata de salvar el pellejo —su pellejo político— y va recibiendo un empujón tras otro, y pronto no tendrá más opción que alzarse en la loma? Pero, ¿alzarse contra quién? Lo primero que se hace cuando se produce un levantamie­nto popular es paralizar las calles, cerrar los aeropuerto­s, intervenir las fábricas, bloquear la llegada o salida de buques. ¿Sentirán esa presión en Washington? Dicho de otro modo: ¿de verdad les va a quitar el sueño?

El presidente del Partido Popular Democrátic­o (PPD), Héctor Ferrer, fue donde el gobernador para proponerle luchar contra la Junta. Pero es que la Junta es el Congreso; la Junta es el Tesoro; la Junta es la presidenci­a estadounid­ense, y es en definitiva todo lo que representa Estados Unidos con respecto a nosotros.

Que quieran luchar contra los Estados Unidos a mí me parece totalmente legítimo. Pero es que en su afán de culipandea­r, separan a la Junta de lo que es la jerarquía “naestrateg­ias tural” de mando de una metrópolis sobre su colonia. Y eso no se puede separar porque es una amalgama intrínseca. A menos que estén dispuestos, Gobierno y oposición, a nacionaliz­ar los bancos y bloquear las cuentas de las transnacio­nales.

Si no lo van a hacer, dejar a un lado la fanfarrone­ría. Aun sin pagarles a los bonistas; sin que llegue la fecha fatídica del primero de mayo, momento en que los acreedores caerían como hienas sobre las cuentas y propiedade­s del Gobierno, las arcas públicas se quedarían sin dinero en relativame­nte poco tiempo.

¿De dónde va a salir el capital? En el momento en que el consumo se contraiga, se desinflará­n las ganancias de los centros comerciale­s y los grandes almacenes, y habrá que echar el ojo a otros renglones: las pocas farmacéuti­cas que quedan; o la prometedor­a industria aeroespaci­al, que no sabemos si sigue prometiend­o o qué.

La rueda de la economía, de la que hemos vivido recostados, es demasiado frágil. Y decirlo no puede ser motivo para que nadie enarbole el hacha de guerra contra los que analizamos al País desde esa perspectiv­a.

Hay momentos en que las personas, o los países, se ven de pronto metidos en un hoyo, y hay que pensar en diferentes para enfrentar la realidad. La fantasía de que se puede hacer una auditoría y que mientras tanto el mundo va a esperar, es eso, pura fantasía. La auditoría tuvo que haberla impulsado, hace tres o cuatro años, el penúltimo gobernador, y ya para el pasado diciembre hubiera estado lista. Pero no. García Padilla empezó a hablar de auditoría pocas semanas antes de dejar La Fortaleza, así cualquiera. ¿Y qué esperaban todos, que teniendo a la bestia encima, con las fauces abiertas, dijéramos: “aguanten, que vamos a auditar la deuda?”.

No, eso no es así. Los acreedores no están dispuestos a esperar un segundo y nosotros carecemos de los mecanismos para obligarlos a nada. No tenemos instrument­os de presión, porque, ¿con qué cosa los amenazaría­mos, con que no les vamos a pagar? Si es que de todos modos la deuda es impagable, no vamos a poder pagarles ni la mitad de lo que presuntame­nte les debemos.

En la marcha de mujeres del miércoles pasado, la consigna era que “si nosotras paramos, el País se detiene”. Totalmente de acuerdo. Pero en este momento, en este País, ¿quién se afecta si las mujeres paran y lo detienen todo? ¿Creen que en Washington van a sentir la remezón telúrica?

Hemos llegado a un punto inevitable. Y esto no es derrotismo ni catastrofi­smo. Es la vida tal como está planteada en una colonia que vivió de falsos oropeles y ahora debe alinearse con las realidades políticas, con la verdad económica de un mundo global y despiadado. Eso es todo.

“... las protestas callejeras en contra de la Junta y de las medidas que se están planteando, hace rato llegaron a un punto muerto”.

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