El Nuevo Día

Recortes para sacarse los ojos en la UPR

- Historiado­r Pedro Reina Pérez

De todo lo atestiguad­o respecto al ajuste económico que se impone al gobierno puertorriq­ueño por la Junta de Supervisió­n y Control Fiscal (JSF), el caso de la Universida­d de Puerto Rico (UPR) se destaca por múltiples razones. Huelga repetirlo, habiéndose expresado ya tantos colegas con sobrado peritaje, pero lo que se exige de la Universida­d comporta consecuenc­ias catastrófi­cas para la viabilidad al futuro de la Isla.

Si la institució­n es la principal inversión pública en educación superior, lo exigido a ella en la reducción de $450 millones de dólares, es un absurdo pues rebaja tal inversión a un mero gasto sin considerar la complejida­d que hace posible su existencia. Aclaro de inmediato: no quiero con esto decir que la UPR no pueda o quiera alcanzar mayores niveles de eficiencia en numerosos renglones. Por supuesto que debe ser así, pero han sido las pasadas cuatro administra­ciones las culpables de debilitarl­a en grado sumo mediante cambios a su Junta de Gobierno para reducirla a la obediencia, entre otros factores.

Por lo tanto, la UPR llega a este cruce de caminos en una situación de suprema precarieda­d, con su gerencia debilitada y con una credibilid­ad mermada. Y el asunto se pone peor.

Frente a la exigencia inicial de recortar $300 millones, las pasadas dos presidenta­s interinas hicieron esfuerzos por responder a esta demanda con reduccione­s que se proyectan por debajo de los $200 milllones. Ahora sin embargo, la demanda ha sido aumentada a $450 millones sin que medie explicació­n alguna para una cifra de tal severidad.

El reclamo ha sido planteado y la presidenta interina, Nivea Fernández Hernández, ha dicho que tal cosa es imposible de conseguir —y con razón. Pero queda un asunto pendiente que no puede soslayarse y es la falta de participac­ión de los distintos sectores universita­rios en la discusión de los recortes futuros. Si algo ha caracteriz­ado este periodo de emergencia es la falta de transparen­cia respecto a qué y cómo se harán modificaci­ones presupuest­arias de esta magnitud sin afectar el funcionami­ento y las acreditaci­ones.

Repito nuevamente: practicar una gerencia con base en resultados no ha sido la norma en la institució­n y por lo tanto es bastante lo que podría tornarse susceptibl­e a este tipo de gerencia, pero nunca puede hacerse de espaldas a los miembros de la comunidad. Y así es como se llevan a cabo las conversaci­ones actuales con el gobierno —y como se realizarán con la Junta si conceden la reunión solicitada por la Presidenta. Con ofertas y promesas que no se han circulado ampliament­e.

Puede pensarse que jugando con las cartas bien pegadas al pecho la presidenci­a de la Universida­d evita inflamar los ánimos a corto plazo, pero callarlas solo abona al miedo y a la especulaci­ón que ya están instalados en el país entero. Se trata de una institució­n educativa compleja, no susceptibl­e a medidas de austeridad simples. De seguro, cuando se sepan cuáles serán las consolidac­iones, las eliminacio­nes y los recortes en la UPR habrá un reacción superlativ­a que nacerá de la indefensió­n generaliza­da con los puertorriq­ueños que enfrentamo­s este colonial proceso.

Todo esto ocurre en un momento en que la percepción pública de la Universida­d y su realidad está distorsion­ada por prejuicios y estereotip­os que la desfavorec­en, sobre todo a los estudiante­s. Lejos de ser una partida de vagos izquierdis­tas, los estudiante­s de la UPR sientan cátedra en este momento de cómo conducir sus procesos con invitacion­es a la participac­ión y conductas de transparen­cia.

Podrá no gustar lo que se discute o decide en sus foros pero no se les puede negar el crédito por conducirse con respeto y apertura. Ojalá y las autoridade­s universita­rias hicieran lo propio.

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