Recortes para sacarse los ojos en la UPR
De todo lo atestiguado respecto al ajuste económico que se impone al gobierno puertorriqueño por la Junta de Supervisión y Control Fiscal (JSF), el caso de la Universidad de Puerto Rico (UPR) se destaca por múltiples razones. Huelga repetirlo, habiéndose expresado ya tantos colegas con sobrado peritaje, pero lo que se exige de la Universidad comporta consecuencias catastróficas para la viabilidad al futuro de la Isla.
Si la institución es la principal inversión pública en educación superior, lo exigido a ella en la reducción de $450 millones de dólares, es un absurdo pues rebaja tal inversión a un mero gasto sin considerar la complejidad que hace posible su existencia. Aclaro de inmediato: no quiero con esto decir que la UPR no pueda o quiera alcanzar mayores niveles de eficiencia en numerosos renglones. Por supuesto que debe ser así, pero han sido las pasadas cuatro administraciones las culpables de debilitarla en grado sumo mediante cambios a su Junta de Gobierno para reducirla a la obediencia, entre otros factores.
Por lo tanto, la UPR llega a este cruce de caminos en una situación de suprema precariedad, con su gerencia debilitada y con una credibilidad mermada. Y el asunto se pone peor.
Frente a la exigencia inicial de recortar $300 millones, las pasadas dos presidentas interinas hicieron esfuerzos por responder a esta demanda con reducciones que se proyectan por debajo de los $200 milllones. Ahora sin embargo, la demanda ha sido aumentada a $450 millones sin que medie explicación alguna para una cifra de tal severidad.
El reclamo ha sido planteado y la presidenta interina, Nivea Fernández Hernández, ha dicho que tal cosa es imposible de conseguir —y con razón. Pero queda un asunto pendiente que no puede soslayarse y es la falta de participación de los distintos sectores universitarios en la discusión de los recortes futuros. Si algo ha caracterizado este periodo de emergencia es la falta de transparencia respecto a qué y cómo se harán modificaciones presupuestarias de esta magnitud sin afectar el funcionamiento y las acreditaciones.
Repito nuevamente: practicar una gerencia con base en resultados no ha sido la norma en la institución y por lo tanto es bastante lo que podría tornarse susceptible a este tipo de gerencia, pero nunca puede hacerse de espaldas a los miembros de la comunidad. Y así es como se llevan a cabo las conversaciones actuales con el gobierno —y como se realizarán con la Junta si conceden la reunión solicitada por la Presidenta. Con ofertas y promesas que no se han circulado ampliamente.
Puede pensarse que jugando con las cartas bien pegadas al pecho la presidencia de la Universidad evita inflamar los ánimos a corto plazo, pero callarlas solo abona al miedo y a la especulación que ya están instalados en el país entero. Se trata de una institución educativa compleja, no susceptible a medidas de austeridad simples. De seguro, cuando se sepan cuáles serán las consolidaciones, las eliminaciones y los recortes en la UPR habrá un reacción superlativa que nacerá de la indefensión generalizada con los puertorriqueños que enfrentamos este colonial proceso.
Todo esto ocurre en un momento en que la percepción pública de la Universidad y su realidad está distorsionada por prejuicios y estereotipos que la desfavorecen, sobre todo a los estudiantes. Lejos de ser una partida de vagos izquierdistas, los estudiantes de la UPR sientan cátedra en este momento de cómo conducir sus procesos con invitaciones a la participación y conductas de transparencia.
Podrá no gustar lo que se discute o decide en sus foros pero no se les puede negar el crédito por conducirse con respeto y apertura. Ojalá y las autoridades universitarias hicieran lo propio.