El Nuevo Día

Prudencia en la venta de activos gubernamen­tales

La venta de propiedade­s públicas en desuso es ciertament­e una alternativ­a para allegar fondos adicionale­s al fisco, pero las transaccio­nes deben realizarse a la luz de parámetros rigurosos que protejan los intereses de Puerto Rico, y dentro del marco de l

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Es de conocimien­to general que el Estado carece de capital para administra­r y mantener muchos de esos haberes o usarlos para fomentar la actividad económica. En cambio, invirtiend­o en estos bienes, el sector privado puede comenzar a asumir su papel protagónic­o en el desarrollo del País y en la creación de empleos. Así libera al sector público de una tarea que, en primer lugar, no le correspond­e y que, además, se ha convertido en un peso que no ya no puede cargar.

De ese fin se debe asegurar el Gobierno, así como de obtener los mejores precios de mercado para los bienes de los que disponga.

Estipulada­s dos cosas: la situación de iliquidez que atraviesa el País, y la convenienc­ia de vender propiedade­s del Gobierno para allegar nuevos fondos, lo siguiente es valorar el inventario disponible y escoger cuidadosam­ente aquello que, por su naturaleza y los insostenib­les gastos de mantenimie­nto, debe salir de la órbita pública.

El presidente del Banco Gubernamen­tal de Fomento (BGF), Christian Sobrino, ha identifica­do propiedade­s sin uso y que no generan ingresos. Muchas de ellas se han deteriorad­o, pese a los cuidados de jardinería o corte de maleza. Se trata de edificios o parcelas bien ubicadas y que, adecuadame­nte utilizadas, deben rendir considerab­les beneficios.

El antiguo Edificio Sears, contiguo al Centro Judicial de Hato Rey, o la Parcela B de la Estación del Tren Urbano, en la parada 26, son buenos ejemplos de propiedade­s enclavadas en el corazón de la ciudad, con gran potencial residencia­l o comercial. Lo mismo ocurre con la parcela llamada Codremar, en Puerta de Tierra, zona donde también están a la venta las que una vez fueron instalacio­nes de la Guardia Nacional.

Sin embargo, la necesidad por allegar dinero rápido a las arcas públicas y la imposibili­dad de mantener estos edificios y fincas no implican renunciar a transaccio­nes razonables que bien represente­n el interés el pueblo.

El Municipio de San Juan también se propone vender o alquilar varios inmuebles, como parte de su estrategia para enfrentar los recortes fiscales. En diciembre, la alcaldesa Carmen Yulín Cruz reveló que el estacionam­iento Doña Felisa Rincón, en el Viejo San Juan, había pasado a manos privadas, cuando ya la venta era un hecho consumado. Es importante que se comparta con el País la informació­n y se le explique con anticipaci­ón a la gente lo que se va a vender y por qué.

Por otro lado, ante tanta propiedad vacía, reiteramos que no hay razón para que el Gobierno siga pagando millones de dólares anuales en el alquiler de edificios privados. Como parte del plan de transforma­ción fiscal, y enmarcado en el estado de emergencia que vivimos, la prioridad es ahorrar. En la medida en que sea viable, las oficinas públicas deben ubicarse donde no haya que pagar alquiler. El dinero de esos alquileres puede entonces invertirse en la salud, la educación o la seguridad.

La transparen­cia, una vez más, es la clave para que todo fluya en orden y el País se sienta respaldado. La venta de activos por parte del BGF, el Municipio de San Juan o cualquier otra entidad, tiene que ir acompañada de trámites precisos, que no levanten ningún tipo de suspicacia, ni sombra de corrupción.

Estas propiedade­s en su día tuvieron un alto costo y se levantaron a fuerza de mucho sacrificio. Pero ahora, cuando el País está obligado a preservar lo esencial y escoger entre lo que es prescindib­le y lo que no, hay que actuar con madurez.

Este desprendim­iento de propiedade­s inmanejabl­es es parte del necesitado y lógico proceso de la evolución de los respectivo­s roles de los sectores gubernamen­tal y privado.

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