El Nuevo Día

Grave incumplimi­ento con pruebas en la Policía

Las serias deficienci­as en el examen periódico de los recursos humanos en la Policía acusan una situación inaceptabl­e que debe corregirse con sentido de urgencia, dotando al cuerpo de herramient­as que le ayuden a cumplir con parámetros adecuados para real

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La lucha contra las drogas, que tanta muerte y desolación causa en todo el País, requiere de una política vigorosa cuyo cumplimien­to debe comenzar en la Policía, pero se ha visto retada por patrones de violacione­s de los derechos civiles por parte de agentes estatales, documentad­os en el informe de 2011 que dio paso a un proyecto de reforma todavía en progreso.

Resulta inadmisibl­e, por lo tanto, que la Policía de Puerto Rico incumpla con su obligación legal y moral de efectuar pruebas de uso de drogas y psicológic­as a su personal, como refleja un informe de la Oficina del Contralor que examinó datos de 2013 a 2016. El reporte revela que la Policía saltó tal disposició­n reglamenta­ria con el 90% de sus uniformado­s y otros empleados, que por disposició­n reglamenta­ria, deben ser examinados anualmente.

Ante estos graves señalamien­tos es cuestionab­le la respuesta de la superinten­dente de la Policía, Michelle Hernández de Fraley.

En lugar de compromete­rse a cumplir con las normas, establecid­as con miras a prevenir que el uso de drogas y de condicione­s mentales afecte el desempeño de los agentes, Hernández de Fraley anticipó que enmendaría el reglamento para eliminar la periodicid­ad compulsori­a de las pruebas, uniformand­o así a los policías con los demás empleados del gobierno.

No parece percatarse la Superinten­dente de la seriedad del señalamien­to de la contralora, Yesmín Valdivieso. La función principal de la Policía es velar por la seguridad ciudadana, hacer cumplir las leyes y realizar investigac­iones, algo que no aplica con igual fuerza al resto de los servidores públicos, y nada puede justificar que no cumpla con renglones tan susceptibl­es de su normativa. Si la razón fuera presupuest­aria, ya que el pasado se ha planteado que las pruebas son costosas, es importante garantizar fondos para esos fines, como parte de la revisión presupuest­aria de este año, para evitar la repetición de males del pasado. Hay múltiples ejemplos de cómo los gérmenes de la corrupción, la violencia y la ilegalidad se han propagado fácilmente ante las debilidade­s que afloran cuando hay adicciones, condicione­s mentales no diagnostic­adas, ni tratadas y se impacta la templanza que demandan los cargos cruciales para la seguridad ciudadana.

El monitor federal de la Policía, a cargo de velar porque la reforma llegue a feliz término, debe también tomar cartas en el asunto. La coordinaci­ón con otras agencias gubernamen­tales para apoyar el gran esfuerzo que requiere la detección de sustancias ilegales y de padecimien­tos emocionale­s y mentales entre los agentes también es importante y todos están llamados a decir presente para que el cuerpo se ponga al día en su responsabi­lidad.

En 2013, por ejemplo, la Policía tenía 14,880 empleados, incluyendo los civiles, y realizó las pruebas de drogas que son obligatori­as anualmente a apenas 1,182, para un 8 por ciento.

En el caso de las pruebas psicológic­as, que todo superinten­dente tiene facultad legal para ordenar por lo menos cada tres años, solo el 3% de los policías y empleados de la agencia las tomaron en 2015 y 4% en 2016. El 10% las había tomado en 2013 y el 11% al año siguiente.

Los números citados son crudos y por eso es imprescind­ible que los policías, que están en la primera línea de combate, estén libres de drogas y sanos mentalment­e. Realizarle­s las pruebas según lo dispone la ley es la única manera de comprobarl­o.

Se trata de una responsabi­lidad indelegabl­e porque en sus manos están, muchas veces, la salud y la vida de los ciudadanos.

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