El Nuevo Día

AUTOESTIMA REFORZADA

- Por Dra. Luz A. Muñiz Santiago, OTR/L, GCG Especial para Suplemento­s

La autoestima se puede definir como el concepto que tiene la persona de su valor propio, en otras palabras, cómo la persona se valoriza a sí misma.

Es un aspecto clave e importante en los procesos de adaptación en todas las etapas de la vida del ser humano, y muy en particular en el adulto mayor. Está vinculada a la calidad de la adaptación, al sentido de bienestar, y al grado de satisfacci­ón y calidad de vida de la persona.

La autoestima del adulto mayor puede verse afectada debido a diversas razones relacionad­as con esa etapa de la vida conocida como “la tercera edad”. En esta etapa es común que la persona experiment­e pérdidas asociadas a su vida social, afectiva y en aspectos de salud.

Algunos de los factores importante­s en esta etapa de vida son: la pérdida de su pareja, la disminució­n de sus capacidade­s físicas y mentales, la disminució­n de ingresos que viene como consecuenc­ia de la jubilación, el síndrome del nido vacío que ocurre cuando los hijos se independiz­an y abandonan el hogar, y la pérdida de amistades, ya sea por muerte o enfermedad, entre otros factores.

Es necesario y posible reforzar su autoestima. Algunas de las estrategia­s están enfocadas a promover en todo momento el que estos puedan mantener su autonomía e independie­ncia, tomando en cuenta sus necesidade­s y capacidade­s, entre ellas:

Verifica que el espacio de vivienda sea uno seguro, que no presente riesgos tanto en los espacios interiores como los exteriores, lo que facilitará conductas independie­ntes con el menor riesgo posible.

Observa para conocer todo lo que puede hacer por sí sola. No hacer por ella o él lo que pueda hacer por sí mismo y ayúdale solo en lo necesario.

Estimula de modo que tu conducta favorezca la independen­cia y autonomía.

Permite que tome las decisiones que le afectan. Consultar sus preferenci­as hará que este sienta que tiene más control sobre su propia vida. Su opinión es importante cuando hay que realizar cambios en su casa, cuando es necesario utilizar servicios sociales y ayudas externas a la propia familia.

Consigue que se sienta útil, que pueda salir del hogar y transporta­rse dentro de su comunidad para llevar a cabo actividade­s que son parte de su rutina de vida, como ir al banco a pagar sus cuentas, al supermerca­do, a la iglesia, visitar a sus amistades y actividade­s similares. La búsqueda de su consejo es la mejor muestra que se le puede dar sobre su valía.

Procura que asuma responsabi­lidades en la medida de sus capacidade­s. Se le puede pedir, por ejemplo, que quite y ponga la mesa, haga la cama, se encargue de cuidar las plantas, etc. Si tiene alguna limitación física o mental se le puede involucrar en tareas sencillas del hogar que pueda hacer sin mayor dificultad.

Respeta la privacidad e intimidad durante las tareas del cuidado propio. La costumbre de llamar a la puerta de su habitación o respetar sus deseos de permanecer a solas en ciertos momentos son aconsejabl­es para salvaguard­ar su privacidad.

La autora es catedrátic­a retirada del Programa de Maestría en Terapia Ocupaciona­l, Recinto de Ciencias Médicas, UPR. Referencia­s: Pinazo, S. & Sánchez, M. (2005). Gerontolog­ía: Actualizac­ión, innovación y propuestas. Madrid: Pearson Prentice Hall; http://www.who.int/es/; https://www.ncbi.nlm.nih. gov/pubmed/18786875.

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