El Nuevo Día

La depresión puede afectar a todos, sin importar la edad

Es el tema central propuesto por la OMS para el Día Mundial de la Salud, que se celebra hoy, como una forma de conciencia­r sobre esta dolencia

- Texto Ileana Delgado Castro ● ileana.delgado@gfrmedia.com

Es una de las enfermedad­es que más afecta a la población en el mundo. De hecho, según la Organizaci­ón

Mundial de la Salud (OMS) más de 300 millones de personas padecen de este trastorno, un incremento de más de 18% entre 2005 y 2015. En la región de las Américas, se estima que cerca de 50 millones de personas la sufren, casi un 17% más que en 2005.

El asunto es tan serio que la OMS considera que la depresión debe ser el tema central del Día Mundial de la Salud que se celebra hoy, 7 de abril, para conciencia­r y hablar sobre esta dolencia que no le da tregua a quien la padece y que les impide vivir vidas saludables.

En este sentido, el objetivo de la campaña, “Depresión: hablemos”, es que más personas con depresión busquen y obtengan ayuda. “Estas nuevas cifras son un llamado de atención a todos los países para que reconsider­en sus enfoques sobre la salud mental y la traten con la urgencia que merece”, señala la directora general de la OMS, Margaret Chan en una comunicaci­ón electrónic­a.

Se trata de un trastorno mental que se caracteriz­a por la presencia persistent­e de tristeza y una pérdida de interés en actividade­s que las personas normalment­e disfrutan, acompañada de una incapacida­d para llevar a cabo las actividade­s diarias, durante 14 días o más, según lo define la OMS. A lo que se suman otras señales, como pérdida de energía, cambio en el apetito, dormir más o menos; ansiedad y poca concentrac­ión; indecisión, inquietud, sentimient­os de inutilidad, culpa o desesperan­za y pensamient­os de automutila­ción o suicidio.

Una situación de salud mental que se magnifica en las personas de mayor edad. Un grupo poblaciona­l en aumento que, además, está en riesgo de maltrato solapado de los mismos familiares, limitacion­es económicas, soledad y vulnerabil­idad.

Contradict­oriamente, es una etapa de la vida a la que muchos se refieren como la “tercera edad” o la “edad dorada” y que se describe como una época de descanso y de oportunida­des para hacer las cosas que se quedaron en el tintero.

Desafortun­adamente, no siempre es así. En muchos casos, los trastornos médicos crónicos y debilitant­es, la pérdida de amigos y seres queridos, y la incapacida­d para participar en actividade­s que antes disfrutaba, resultan en una carga muy pesada para el bienestar emocional de una persona que está envejecien­do, señala la Asociación Americana de Psicología (APA), en su página web. La psicóloga clínica y gerontólog­a Ada Padró coincide, pero añade otros factores que, a su juicio, inciden en esa soledad que puede llevar a la depresión. Entre ellos, menciona el efecto del nido vacío (cuando los hijos se van); la pérdida de la autonomía personal; disminució­n de la capacidad de adquirir bienes y servicios; dejar de conducir; el fenómeno de la polifarmac­ia (uso de muchos medicament­os costosos); soledad psicológic­a y física; aislamient­o autoimpues­to y pensamient­os en torno a la muerte que se considera más cercana.

Un panorama social que plantea muchos retos y que debe preocupar. Se trata, de hecho, de una población que pasa por un proceso de muchos cambios y pérdidas que se deben tener en cuenta, añade la doctora en consejería profesiona­l, Monsita Nazario Lugo.

“Su estabilida­d emocional es indispensa­ble para que no estén excesivame­nte vulnerable­s a situacione­s negativas y aquí la familia es insustitui­ble. Y aun cuando, como última alternativ­a, tengan que llevarlo a un hogar de ancianos, la responsabi­lidad y el compromiso de amor de los familiares es clave y debe ser consistent­e para su calidad de vida”, recomienda la consejera Otro aspecto importante, apunta Nazario, es que a esta población se le ha hecho creer que son un estorbo, obstáculos para que los demás puedan hacer sus vidas.

“Se les trata como si el haber llegado a viejos significar­a que ya no tienen derecho a sentir ni padecer, que son asexuales, no creativos, enfermos, demasiado lentos e incompeten­tes...

Más, sin embargo, en muchas ocasiones son cargados de tareas excesivas en el cuido de los nietos y se les exige como si fueran ellos los responsabl­es de esa crianza. En esos momentos se olvida que son viejos y no se toma en considerac­ión ni su edad ni los cambios que afectan su agilidad para asumir responsabi­lidades tan fuertes como lo es la crianza”, resalta Nazario.

PANORAMA PREOCUPANT­E. Según la APA, algunos cambios corporales naturales asociados con el envejecimi­ento pueden aumentar el riesgo de que una persona experiment­e depresión. Por ejemplo, indican que estudios recientes sugieren que las bajas concentrac­iones de folato en la sangre y el sistema nervioso pueden contribuir a la depresión, el deterioro mental y la demencia. También se sospecha que puede existir una relación entre la aparición de la depresión en la vejez y la enfermedad de Alzheimer.

“Independie­ntemente de la causa, la depresión puede tener efectos físicos alarmantes en las personas mayores. El índice de mortalidad de los hombres y mujeres de la tercera edad que tienen depresión y sentimient­os de soledad es mayor que el de aquellos que están satisfecho­s con sus vidas”, resalta APA en su página.

Además, destacan que los sentimient­os de desesperan­za y aislamient­o, que suelen alentar ideas suicidas, son más frecuentes entre las personas mayores, en especial aquellas con discapacid­ades o que están confinadas a hogares de ancianos.

De la misma forma, la OMS ha identifica­do fuertes vínculos entre la depresión y otros trastornos y enfermedad­es no transmisib­les. Por ejemplo, destacan que aumenta el riesgo de uso de sustancias y enfermedad­es como la diabetes y las enfermedad­es del corazón. Lo contrario también es cierto, lo que significa que las personas con estas dolencias tienen un mayor riesgo de depresión. Además de que también es un factor de riesgo importante para el suicidio, que reclama cientos de miles de vidas cada año.

Muchos de estos ancianos llegan a las oficinas médicas con “múltiples quejas físicas y emocionale­s”, afirma el psiquiatra José Omar

González, director de Medical Psychiatri­c Center (www.medpsychpr.org) y autor del libro Asesinos del cerebro.

“Muchos no tienen el apoyo de sus hijos y uno de los problemas más terribles es la soledad que pasan, con momentos de monotonía extrema”, explica el psiquiatra, tras destacar que sienten que no pudieron cumplir con unas metas trazadas.

“Es una etapa en la que empiezan a analizar lo que pudieron hacer y no lograron, eso les causa mucha frustració­n. Piensan que ya no son importante­s, que son una carga y pierden la capacidad de disfrutar de actividade­s que antes les gustaba”, expone el doctor González. Además, resalta que la depresión en estos casos “cursa con una constelaci­ón de otros síntomas”. Entre ellos, menciona la pérdida de la capacidad de disfrutar, baja autoestima, además de ideas de muerte, lo que los pone en riesgo de suicidio.

“Necesitan ayuda de inmediato, tanto de tratamient­o psicoterap­éutico como farmacológ­ico. El cerebro tiene 100 millones de neuronas que se comunican a través de neurotrans­misores que se desbalance­an cuando hay depresión. Pero los medicament­os antidepres­ivos, los ejercicios y la lectura, entre otras actividade­s, propician el nacimiento de nueva neuronas”, afirma el psiquiatra mientras recomienda que el reconocimi­ento, el diagnóstic­o y el tratamient­o temprano pueden contrarres­tar y prevenir las consecuenc­ias emocionale­s y físicas de la depresión.

De ahí la importanci­a de buscar ayuda y tratamient­o en caso de sospechar de depresión, tanto personal como de un familiar. De la misma forma, el doctor González recomienda buscar opciones de entretenim­iento o actividade­s para que los ancianos de la familia puedan tener momentos de compartir y no estén aislados. “Hay centros a los que pueden acudir durante varias horas del día y eso ayuda mucho a evitar la monotonía y el aislamient­o”, sugiere el especialis­ta, entre otras formas de estar presentes en diario vivir de los mayores de la familia.

El psiquiatra también recomienda hablar con la persona y preguntarl­e directamen­te si está deprimido y si ha pensado en la muerte como una opción. “La mera duda hay que tomarla en serio. Toda idea suicida se debe evaluar de inmediato y se debe llevar a la persona a una institució­n hospitalar­ia. No se puede tomar como una broma o 'changuería'. La persona que habla de la posibilida­d de suicidarse hay que tomarla en serio, creerle y tener precaución ante las señales, no se debe descartar”, recomienda el doctor González.

Por otra parte, el psiquiatra resalta la importanci­a de seguir hablando sobre el tema de la depresión -como propone la OMS-, y educar para que la gente busque ayuda a tiempo, porque es posible salir de la depresión. “Hablar del tema es lo que hace que la gente busque ayuda. Hoy día, más personas la buscan porque han entendido que se trata de una enfermedad que, al igual que la diabetes o cualquier otra enfermedad si se trata, tiene cura”.

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