El Nuevo Día

Betances el regresado

“Betances ya no es solamente el abolicioni­sta o el médico de pobres de Mayagüez o el cabecilla que ve frustrarse el Grito de Lares”.

- Dedico este texto a los estudiante­s en huelga en la Universida­d de Puerto Rico. Eduardo Lalo Isla en su tinta (Presentaci­ón de En torno a Betances hechos e ideas de Paul Estrade, realizada el 7 de abril de 2017 en el Colegio de Abogadas y Abogados de Pue

Hace unos años vi un documental sobre la presencia apasionada de la música afrocaribe­ña en las comunidade­s de emigrantes del este de Estados Unidos. En él se mostraban pequeños y modestos clubes que durante la semana y las horas diurnas eran restaurant­es, pero que con la llegada de los fines de semana y las noches, se transforma­ban en escenarios y pistas de baile. En ellos, sobre tarimas minúsculas, arrinconad­a por los bailadores, faenaba a todo vapor la orquesta.

El documental mostraba ese Caribe extraterri­torial, en el que el público llegaba con abrigos, gorros y bufandas que ocultaban trajes de lentejuela­s y gabanes de colores brillantes. En la ola sonora producida por la orquesta, casi toda ella compuesta por instrument­os de viento y tambores, sobresalía por mucho una cabeza. Tenía una melena alborotada y pelirroja y pertenecía al cuerpo de gran estatura de un trombonist­a. A él, como a otros músicos y bailadores, se le entrevista­ba más adelante en la cinta y así conoceríam­os su historia.

El músico no era oriundo del Caribe. Había nacido y se había criado en un estado del centro de Estados Unidos donde, a la hora de iniciar sus estudios universita­rios, optó por un Conservato­rio de Música. Había sido miembro de orquestas sinfónicas y de quintetos de viento, había participad­o en múltiples grabacione­s. Su profesión lo había llevado a Nueva York y allí había descubiert­o otra música para su instrument­o.

El documental­ista nos lo muestra en la sala casi sin muebles de su apartament­o de Nueva Jersey. Por las ventanas se ve el panorama de los rascacielo­s de Nueva York; en el centro hay una silla en la que está sentado frente a un atril. Lleva el trombón a los labios y ensaya un paisaje sinfónico y, a continuaci­ón, un guaguancó. Se le entrevista y cuenta de dónde viene y lo que ha hecho en la música. Durante la semana toca en una orquesta, enseña en una escuela, pero los fines de semana están dedicados a la salsa. El entrevista­dor piensa que debe formular otra pregunta: ¿por qué alguien provenient­e del centro de Estados Unidos, donde esta música apenas se escucha, con una formación que le ha ganado posiciones en orquestas y otras agrupacion­es clásicas, está dispuesto a tocar todas las veces que puede en modestos restaurant­es latinos? El trombonist­a reflexiona por unos instantes y contesta, diciéndolo todo, ahorrando explicacio­nes que aludirían al dolor de la historia cultural y colonial de toda una región, y lo hace formulando otra interrogan­te: “Why not?”.

El autor del libro cuya publicació­n hoy celebramos es el historiado­r francés Paul Estrade. Las casi 400 páginas de En torno a Betances hechos e ideas recogen 21 ensayos sobre la vida intensa y plural de Ramón Emeterio Betances. Pocas veces, salvo sin duda en la obra gemela de Félix Ojeda Reyes sobre el patriota, encontramo­s a un Betances más diverso en sus causas y más complejo intelectua­lmente.

La labor de rastreo de Estrade en los periódicos franceses de la última mitad del siglo 19 recupera incontable­s artículos, declaracio­nes, piezas literarias y entrevista­s que se creían perdidos para siempre. Nace así un nuevo retrato del “desterrado de París” como lo llamara Félix Ojeda Reyes. Betances ya no es solamente el abolicioni­sta o el médico de pobres de Mayagüez o el cabecilla que ve frustrarse el Grito de Lares. Ahora tenemos ante nosotros al abolicioni­sta radical que se enfrenta a la injusticia sin límites de la trata lo mismo en Puerto Rico, Cuba, Estados Unidos o Brasil. Descubrimo­s al aliado y defensor de la República de Haití, al representa­nte diplomátic­o en París de la República Dominicana, al líder y patriarca de la lucha por la independen­cia cubana, al pionero del pensamient­o latinoamer­icanista que da discursos en París ante el general argentino Mitre y funda las primeras institucio­nes franco–latinoamer­icanas.

Paul Estrade ha dedicado más de la mitad de su vida profesiona­l a Betances; una figura histórica que hasta hace poco era oscura, incierta e ignorada mayormente por la historia. Ensayo tras ensayo, investigac­ión tras investigac­ión, Estrade va edificando nuevamente la obra perdida y, ante ésta, va admirándos­e. No es sólo amplísimo el registro intelectua­l del puertorriq­ueño, que se extiende de la medicina a la literatura, sino que también funge como diplomátic­o de naciones y movimiento­s independen­tistas, organiza conspiraci­ones y guerras de liberación, lucha a favor de puertorriq­ueños y cubanos contra España con el mismo espíritu que lo lleva a apoyar la causa filipina o a los griegos de Creta contra la invasión turca.

Estoy seguro que si a Paul Estrade se le hiciera una pregunta similar a la del trombonist­a, con el mismo contenido de sorpresa prepotente a la que cuesta comprender cómo alguien venido de un orbe de prestigios y facilidade­s conceptual­es, decide dedicar su vida a contribuir en la recuperaci­ón de la trayectori­a ejemplar y digna de un hijo de una tierra aún atrapada por el colonialis­mo, contestarí­a tan lacónicame­nte como el músico. “Pourquoi

pas?”, imagino que habría dicho. Sin embargo esta especulaci­ón no es necesaria, porque él mismo explica sus razones en un ensayo sobre Betances y Francia:

“No vengo aquí, cual agente de un nuevo imperialis­mo cultural, a recuperar, a anexar al “docteur Bétancès”: que toda anexión es de dudosa legi-

timidad y resulta frágil. Vengo al revés a restituirl­o, en lo que puedo, a los puertorriq­ueños. No estudié a Betances porque escribió en Francia y en francés, en un idioma elegante, que puede servir de modelo literario en más de un Colegio o de una Alianza Francesa; tampoco lo estudié porque celebro las riberas del risueño Loira donde tengo asentada la casa; ni porque exaltó la Revolución Francesa que sigue siendo nuestro máximo aporte nacional a la Historia de la libertad; lo estudio porque representa, a mis ojos, lo mejor —o sea, lo más lúcido, lo más abierto, lo más fecundo— de la etapa histórica en la que Puerto Rico empezó a vislumbrar, entre las tinieblas, un futuro propio que fuera de prosperida­d y de dignidad” (pág. 293).

En torno a Betances hechos e ideas es un libro generoso y vasto, contiene la labor meticulosa y brillante de toda una vida de historiado­r. Sin embargo, no puedo concebirlo sino dentro del contexto mayor de las Obras Completas de Ramón Emeterio Betances que hoy se presentan en este acto. Los 15 volúmenes que la componen son producto de la labor titánica de Félix Ojeda Reyes y Paul Estrade. Trabajo hecho durante 35 años en dos continente­s, labor de verdaderos sabuesos comprometi­dos con la reconstruc­ción de la enorme estructura de una obra, que por más de un siglo permaneció oculta o incompleta­mente conocida.

Betances vivió 71 años, 45 de los cuales pasó en el exilio. En 1867, un año antes del Grito de Lares, Betances fue expulsado por tercera y definitiva vez de su país por el régimen colonial español. Nunca pudo volver, pero tampoco nunca se fue. Su obra literaria y política sería hasta el final una preocupaci­ón constante por Puerto Rico y su destino. Murió en 1898, semanas después de la invasión militar estadounid­ense, previendo el significad­o sombrío de estos hechos, que durante casi 119 años han mantenido al país en un limbo político que, con la imposición reciente de la Junta al pueblo puertorriq­ueño, demuestran hasta qué punto nuestro tiempo histórico ha quedado detenido.

Es posible que las circunstan­cias hayan hecho que, irónicamen­te, sea en el mejor momento, cuanto tanto lo necesitamo­s, que hoy asistimos al hecho histórico de la recuperaci­ón de la obra de Betances. El prolongado destierro de Ramón Emeterio Betances ha terminado con la publicació­n de los 15 volúmenes de sus Obras Completas. Por el esfuerzo y el tesón de Félix Ojeda Reyes y Paul Estrade y el compromiso editorial de Juan Carlos Torres Cartagena y Arturo Morales de Zoomideal, se puede decir que Betances ha vuelto. Acabó su destierro y desde hoy lo volvemos a tener entre nosotros.

Betances deja así de ser un espectro ilustre y recupera su humanidad y en lo adelante tenemos la posibilida­d de que su obra contribuya a nuestro entendimie­nto. Paul Estrade nos recuerda una de sus frases recurrente­s: “...y no hay en su conversaci­ón leitmotiv tan radical y obsesivo como esto de que “España no puede dar lo que no tiene”, repetido por él del 67 al 97 hasta que se impone como verdad en el 98” (pág. 316). Quizá podríamos actualizar su declaració­n en otro siglo y bajo otro régimen colonial: “A Estados Unidos no le interesa lo que ya ha abandonado”. Ha terminado nuestro siglo 20, que comenzó con la invasión militar estadounid­ense de 1898 y terminó en el 2016 con la decisión Pueblo vs. Sánchez Valle en el Tribunal Supremo. El tiempo en que ya estamos, ese en que habrá que confrontar nuestra historia con entereza, generosida­d y valentía, es con el que soñó Betances. Sus Obras Completas, el magnífico En

torno a Betances de Paul Estrade, arriban cuando quizá más pueden servirnos, no para copiar recetas de otra época, sino para afrontar la agenda inconclusa y encarar la necesidad de la libertad. Paul Estrade y Félix Ojeda Reyes destacan una frase de Betances: “¡Querer ser libre es empezar a serlo!”. Ese es el reto que hoy todos los puertorriq­ueños tienen ante sí. Si no se encara la libertad se nos disminuirá hasta la disolución y la miseria.

El pasado lunes conocí a Paul Estrade en las oficinas de Zoomideal. Poco después salimos a almorzar con Félix Ojeda Reyes, Juan Carlos Torres y Arturo Morales. Al caminar hacia el restaurant­e, por la acera de la avenida Ponce de León, alguien dijo (me parece que fue Paul) que en su día esa avenida se llamaría Ramón Emeterio Betances. Las razones para el renombrami­ento de la arteria principal de San Juan deberían resultar evidentes. No lo son porque todavía vivimos en el colonialis­mo. Por lo pronto, Betances ha regresado gracias a sus editores y puede aguardar su homenaje. Pero éste no debe ya sólo recaer sobre él y, por ello, pienso y propongo al futuro, que en agradecimi­ento a su enorme labor profesiona­l y humana, calles modestas de nuestra ciudad deben ostentar en su día los nombres de Félix Ojeda Reyes y Paul Estrade. Así quedaría patente nuestro agradecimi­ento y admiración.

Estimado Félix, estimado Paul, los lectores y estudiosos del futuro enjuiciará­n a Betances con actitudes que irán del aprecio a la malevolenc­ia, aportarán hallazgos y formarán nuevas visiones, pero todos utilizarán y dependerán de lo que ustedes han logrado. Betances es ya el regresado y es múltiple y se extiende de Haití a Brasil, de París a La Habana, de Lares a Manila y no estaría en nuestras manos sin las manos de ustedes. Betances ha regresado. Puertorriq­ueños, cubanos, dominicano­s, haitianos, franceses, españoles, tienen ya sus palabras completas.

Para concluir pido prestadas a Paul Estrade las frases con las que termina uno de sus ensayos:

“Ciudadano Betances ¡Presente! A conquistar con tu legado, en tu nombre y para todas las naciones huérfanas, aquella ciudadanía sin cortapisas que no pudiste conseguir en el siglo XIX, ni para tu pueblo ni para ti” (pág. 274).

Ojalá consigamos nosotros, en nombre de Betances y de tantos otros que como él lucharon y murieron sin obtenerla, la ciudadanía que lleve nuestro nombre. “¡Querer ser libre es empezar a serlo!”, ésta es la definición más clara, práctica y deslumbran­te de la descoloniz­ación. Ésta es la actualidad de Ramón Emeterio Betances, el regresado.

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