Betances el regresado
“Betances ya no es solamente el abolicionista o el médico de pobres de Mayagüez o el cabecilla que ve frustrarse el Grito de Lares”.
Hace unos años vi un documental sobre la presencia apasionada de la música afrocaribeña en las comunidades de emigrantes del este de Estados Unidos. En él se mostraban pequeños y modestos clubes que durante la semana y las horas diurnas eran restaurantes, pero que con la llegada de los fines de semana y las noches, se transformaban en escenarios y pistas de baile. En ellos, sobre tarimas minúsculas, arrinconada por los bailadores, faenaba a todo vapor la orquesta.
El documental mostraba ese Caribe extraterritorial, en el que el público llegaba con abrigos, gorros y bufandas que ocultaban trajes de lentejuelas y gabanes de colores brillantes. En la ola sonora producida por la orquesta, casi toda ella compuesta por instrumentos de viento y tambores, sobresalía por mucho una cabeza. Tenía una melena alborotada y pelirroja y pertenecía al cuerpo de gran estatura de un trombonista. A él, como a otros músicos y bailadores, se le entrevistaba más adelante en la cinta y así conoceríamos su historia.
El músico no era oriundo del Caribe. Había nacido y se había criado en un estado del centro de Estados Unidos donde, a la hora de iniciar sus estudios universitarios, optó por un Conservatorio de Música. Había sido miembro de orquestas sinfónicas y de quintetos de viento, había participado en múltiples grabaciones. Su profesión lo había llevado a Nueva York y allí había descubierto otra música para su instrumento.
El documentalista nos lo muestra en la sala casi sin muebles de su apartamento de Nueva Jersey. Por las ventanas se ve el panorama de los rascacielos de Nueva York; en el centro hay una silla en la que está sentado frente a un atril. Lleva el trombón a los labios y ensaya un paisaje sinfónico y, a continuación, un guaguancó. Se le entrevista y cuenta de dónde viene y lo que ha hecho en la música. Durante la semana toca en una orquesta, enseña en una escuela, pero los fines de semana están dedicados a la salsa. El entrevistador piensa que debe formular otra pregunta: ¿por qué alguien proveniente del centro de Estados Unidos, donde esta música apenas se escucha, con una formación que le ha ganado posiciones en orquestas y otras agrupaciones clásicas, está dispuesto a tocar todas las veces que puede en modestos restaurantes latinos? El trombonista reflexiona por unos instantes y contesta, diciéndolo todo, ahorrando explicaciones que aludirían al dolor de la historia cultural y colonial de toda una región, y lo hace formulando otra interrogante: “Why not?”.
El autor del libro cuya publicación hoy celebramos es el historiador francés Paul Estrade. Las casi 400 páginas de En torno a Betances hechos e ideas recogen 21 ensayos sobre la vida intensa y plural de Ramón Emeterio Betances. Pocas veces, salvo sin duda en la obra gemela de Félix Ojeda Reyes sobre el patriota, encontramos a un Betances más diverso en sus causas y más complejo intelectualmente.
La labor de rastreo de Estrade en los periódicos franceses de la última mitad del siglo 19 recupera incontables artículos, declaraciones, piezas literarias y entrevistas que se creían perdidos para siempre. Nace así un nuevo retrato del “desterrado de París” como lo llamara Félix Ojeda Reyes. Betances ya no es solamente el abolicionista o el médico de pobres de Mayagüez o el cabecilla que ve frustrarse el Grito de Lares. Ahora tenemos ante nosotros al abolicionista radical que se enfrenta a la injusticia sin límites de la trata lo mismo en Puerto Rico, Cuba, Estados Unidos o Brasil. Descubrimos al aliado y defensor de la República de Haití, al representante diplomático en París de la República Dominicana, al líder y patriarca de la lucha por la independencia cubana, al pionero del pensamiento latinoamericanista que da discursos en París ante el general argentino Mitre y funda las primeras instituciones franco–latinoamericanas.
Paul Estrade ha dedicado más de la mitad de su vida profesional a Betances; una figura histórica que hasta hace poco era oscura, incierta e ignorada mayormente por la historia. Ensayo tras ensayo, investigación tras investigación, Estrade va edificando nuevamente la obra perdida y, ante ésta, va admirándose. No es sólo amplísimo el registro intelectual del puertorriqueño, que se extiende de la medicina a la literatura, sino que también funge como diplomático de naciones y movimientos independentistas, organiza conspiraciones y guerras de liberación, lucha a favor de puertorriqueños y cubanos contra España con el mismo espíritu que lo lleva a apoyar la causa filipina o a los griegos de Creta contra la invasión turca.
Estoy seguro que si a Paul Estrade se le hiciera una pregunta similar a la del trombonista, con el mismo contenido de sorpresa prepotente a la que cuesta comprender cómo alguien venido de un orbe de prestigios y facilidades conceptuales, decide dedicar su vida a contribuir en la recuperación de la trayectoria ejemplar y digna de un hijo de una tierra aún atrapada por el colonialismo, contestaría tan lacónicamente como el músico. “Pourquoi
pas?”, imagino que habría dicho. Sin embargo esta especulación no es necesaria, porque él mismo explica sus razones en un ensayo sobre Betances y Francia:
“No vengo aquí, cual agente de un nuevo imperialismo cultural, a recuperar, a anexar al “docteur Bétancès”: que toda anexión es de dudosa legi-
timidad y resulta frágil. Vengo al revés a restituirlo, en lo que puedo, a los puertorriqueños. No estudié a Betances porque escribió en Francia y en francés, en un idioma elegante, que puede servir de modelo literario en más de un Colegio o de una Alianza Francesa; tampoco lo estudié porque celebro las riberas del risueño Loira donde tengo asentada la casa; ni porque exaltó la Revolución Francesa que sigue siendo nuestro máximo aporte nacional a la Historia de la libertad; lo estudio porque representa, a mis ojos, lo mejor —o sea, lo más lúcido, lo más abierto, lo más fecundo— de la etapa histórica en la que Puerto Rico empezó a vislumbrar, entre las tinieblas, un futuro propio que fuera de prosperidad y de dignidad” (pág. 293).
En torno a Betances hechos e ideas es un libro generoso y vasto, contiene la labor meticulosa y brillante de toda una vida de historiador. Sin embargo, no puedo concebirlo sino dentro del contexto mayor de las Obras Completas de Ramón Emeterio Betances que hoy se presentan en este acto. Los 15 volúmenes que la componen son producto de la labor titánica de Félix Ojeda Reyes y Paul Estrade. Trabajo hecho durante 35 años en dos continentes, labor de verdaderos sabuesos comprometidos con la reconstrucción de la enorme estructura de una obra, que por más de un siglo permaneció oculta o incompletamente conocida.
Betances vivió 71 años, 45 de los cuales pasó en el exilio. En 1867, un año antes del Grito de Lares, Betances fue expulsado por tercera y definitiva vez de su país por el régimen colonial español. Nunca pudo volver, pero tampoco nunca se fue. Su obra literaria y política sería hasta el final una preocupación constante por Puerto Rico y su destino. Murió en 1898, semanas después de la invasión militar estadounidense, previendo el significado sombrío de estos hechos, que durante casi 119 años han mantenido al país en un limbo político que, con la imposición reciente de la Junta al pueblo puertorriqueño, demuestran hasta qué punto nuestro tiempo histórico ha quedado detenido.
Es posible que las circunstancias hayan hecho que, irónicamente, sea en el mejor momento, cuanto tanto lo necesitamos, que hoy asistimos al hecho histórico de la recuperación de la obra de Betances. El prolongado destierro de Ramón Emeterio Betances ha terminado con la publicación de los 15 volúmenes de sus Obras Completas. Por el esfuerzo y el tesón de Félix Ojeda Reyes y Paul Estrade y el compromiso editorial de Juan Carlos Torres Cartagena y Arturo Morales de Zoomideal, se puede decir que Betances ha vuelto. Acabó su destierro y desde hoy lo volvemos a tener entre nosotros.
Betances deja así de ser un espectro ilustre y recupera su humanidad y en lo adelante tenemos la posibilidad de que su obra contribuya a nuestro entendimiento. Paul Estrade nos recuerda una de sus frases recurrentes: “...y no hay en su conversación leitmotiv tan radical y obsesivo como esto de que “España no puede dar lo que no tiene”, repetido por él del 67 al 97 hasta que se impone como verdad en el 98” (pág. 316). Quizá podríamos actualizar su declaración en otro siglo y bajo otro régimen colonial: “A Estados Unidos no le interesa lo que ya ha abandonado”. Ha terminado nuestro siglo 20, que comenzó con la invasión militar estadounidense de 1898 y terminó en el 2016 con la decisión Pueblo vs. Sánchez Valle en el Tribunal Supremo. El tiempo en que ya estamos, ese en que habrá que confrontar nuestra historia con entereza, generosidad y valentía, es con el que soñó Betances. Sus Obras Completas, el magnífico En
torno a Betances de Paul Estrade, arriban cuando quizá más pueden servirnos, no para copiar recetas de otra época, sino para afrontar la agenda inconclusa y encarar la necesidad de la libertad. Paul Estrade y Félix Ojeda Reyes destacan una frase de Betances: “¡Querer ser libre es empezar a serlo!”. Ese es el reto que hoy todos los puertorriqueños tienen ante sí. Si no se encara la libertad se nos disminuirá hasta la disolución y la miseria.
El pasado lunes conocí a Paul Estrade en las oficinas de Zoomideal. Poco después salimos a almorzar con Félix Ojeda Reyes, Juan Carlos Torres y Arturo Morales. Al caminar hacia el restaurante, por la acera de la avenida Ponce de León, alguien dijo (me parece que fue Paul) que en su día esa avenida se llamaría Ramón Emeterio Betances. Las razones para el renombramiento de la arteria principal de San Juan deberían resultar evidentes. No lo son porque todavía vivimos en el colonialismo. Por lo pronto, Betances ha regresado gracias a sus editores y puede aguardar su homenaje. Pero éste no debe ya sólo recaer sobre él y, por ello, pienso y propongo al futuro, que en agradecimiento a su enorme labor profesional y humana, calles modestas de nuestra ciudad deben ostentar en su día los nombres de Félix Ojeda Reyes y Paul Estrade. Así quedaría patente nuestro agradecimiento y admiración.
Estimado Félix, estimado Paul, los lectores y estudiosos del futuro enjuiciarán a Betances con actitudes que irán del aprecio a la malevolencia, aportarán hallazgos y formarán nuevas visiones, pero todos utilizarán y dependerán de lo que ustedes han logrado. Betances es ya el regresado y es múltiple y se extiende de Haití a Brasil, de París a La Habana, de Lares a Manila y no estaría en nuestras manos sin las manos de ustedes. Betances ha regresado. Puertorriqueños, cubanos, dominicanos, haitianos, franceses, españoles, tienen ya sus palabras completas.
Para concluir pido prestadas a Paul Estrade las frases con las que termina uno de sus ensayos:
“Ciudadano Betances ¡Presente! A conquistar con tu legado, en tu nombre y para todas las naciones huérfanas, aquella ciudadanía sin cortapisas que no pudiste conseguir en el siglo XIX, ni para tu pueblo ni para ti” (pág. 274).
Ojalá consigamos nosotros, en nombre de Betances y de tantos otros que como él lucharon y murieron sin obtenerla, la ciudadanía que lleve nuestro nombre. “¡Querer ser libre es empezar a serlo!”, ésta es la definición más clara, práctica y deslumbrante de la descolonización. Ésta es la actualidad de Ramón Emeterio Betances, el regresado.