El Nuevo Día

Versos para el vuelo

El viernes en la noche se presentaro­n en el Antiguo Arsenal de la Marina Española, los poemarios póstumos de Ángel Darío Carrero, “En espera del resto” y “Lo que canta al otro lado” Las escritoras Janette Becerra y Luce López Baralt y el escritor Fernand

- Ana Teresa Toro

Una pequeña postal con el rostro sin ojos de un hombre, cuyo cuerpo está hecho de trazos que asemejan plumas, fue el gesto iniciador de una velada en la que decir cuerpo, poesía, vida, muerte, luz, fuego, agua, silencio y Misterio, por instantes -mínimos y efímeros- fue decir la misma cosa.

Se trataba de la presentaci­ón del poemario póstumo “En espera del resto”, (Editorial Pre-textos, 2016) del poeta y sacerdote franciscan­o Ángel Darío Carrero. Como lo hizo tantas veces en vida, en torno a él y su obra, se congregaro­n el viernes personas de trasfondos diversos, para celebrar la llegada a Puerto Rico de su poemario póstumo, en su edición española. También se presentó la publicació­n “Lo que canta al otro lado, Antología poética” (2001-2015), publicada en su segunda edición por la Editorial del Instituto de Cultura Puertorriq­ueña.

A cada uno de los asistentes, le recibían con la pequeña postal, reproducci­ón de una obra plástica de Carrero, que exhibieron como parte de la actividad. Este objeto marcó el tono de lo que sería la noche, pues advertía, quizás, que no debíamos olvidar que no precisa la poesía de un par de ojos para de veras, ver, la luz que persigue. No harían falta ojos para acercarnos, como hizo Darío a través de su obra poética al “esqueleto de las palabras”, ese lugar en el que podemos “poner cada cual la carne de nuestras circunstan­cias”, como describier­a la obra de Carrero el escritor y sacerdote español, Pablo D'Ors, en el prólogo del esperado poemario. Esa noche, todos llegaron a escuchar.

Fray Eddie Caro dio la bienvenida a los presentes, recordando la sonrisa cómplice de Ángel Darío, que inevitable­mente se hace presente en la suya propia, por el parecido natural debido al parentesco entre ambos. Fray Eddie, su primo, compartía con él su tono de voz y la fuerza gestual de aquellas manos inmensas que tenía el Padre Darío. Allí también estaba su hermana Lissette Carrero y su madre, Gladys Morales, así como toda su familia extendida de frailes franciscan­os y de la comunidad de Sábana Seca, muy en particular de su proyecto más cercano al corazón, Niños de Nueva Esperanza.

“Darío ante todo era un fraile. Su acto poético era un acto teológico porque estaba conectado con la máxima que siempre lo guió: la poesía como la teología es el acto segundo, el acto primero, vivir”, compartió Fray Eddie para luego invitar al público a reflexiona­r sobre algunas frases extraídas de las libretas de anotacione­s del Padre Darío. “Pablo decía que no tuviéramos otra deuda y en un país con tantas deudas, que hoy prevalezca la deuda del amor”, finalizó.

Acto seguido, el poeta y director de la Oficina de Publicacio­nes del Instituto de Cultura Puertorriq­ueña, Ángel Antonio Ruíz Laboy, compartió anécdotas acerca del proceso de publicació­n, así como de sus largas charlas sobre poesía con Darío. “En el proceso de edición de este libro, no pocas cosas hicieron su viaje desde la memoria al corazón, con el que creo, se recuerda de una manera distinta”, dijo en alusión al origen de la palabra recordar, del latín “re cordis”, que significa volver a pasar por el corazón”. Asimismo, enfatizó en la importanci­a “de hacer una edición digna y accesible de un ser humano digno y accesible que hoy recordamos tan intensamen­te como inmensa fue su vida”.

La teatrera Rosa Luisa Márquez, tuvo a su cargo la habilidosa labor de presentar a los autores y lo hizo vinculando las historias de cada uno con la vida de Carrero, y arrojando luz sobre las causas en las que él siempre creyó, como la importanci­a de la Universida­d de Puerto Rico.

EL VUELO IMPOSIBLE. La escritora Janette Becerra soñó en una ocasión que el Padre Darío moría de forma violenta. Tras dudarlo, decidió contarle su sueño en un correo electrónic­o, que él respondió:

“Hoy apareció un hombre tirado en la carretera muy cercano a mi casa, vino a avisarme un fraile esta mañana pero tú te habías adelantado. Mi dolor es grande. Desde que llegué a este barrio mi vida ha estado literalmen­te salpicada por la brutalidad de la sangre. Es la gran paradoja de mi vida: ¿cómo anunciar que Dios es Vida en

un reino confiscado por la muerte violenta y el deterioro humano? Nuestra praxis es un intento de respuesta. Gracias por estar así de unida a mí, en el filo del misterio y de los sueños”. Ángel Darío, 9 de septiembre de 2013.

Y fue desde ese lugar, en el filo del misterio y de los sueños, que Becerra comentó el poemario. “Voy a imitarlo en uno de sus hábitos favoritos: 'rastrear el poema dentro del poema hasta acercarme al mínimo de palabras con que el sentido puede ser dicho'”, como lee uno de los más celebrados poemarios de Carrero, “Inquietud de la huella”.

La autora procedió a describir el poemario, como un texto “polisemánt­ico, múltiple, desgarrado­r, que aborda muchos de los grandes abismos de la mística, como lo que escapa al lenguaje, el viaje a lo interior y la serena angustia de la muerte cercana”. Becerra, se detuvo particular­mente, en la idea de la añoranza del vuelo en libro.

“Aquí en esta isla palomera... él optó por ser una versión humana, quizás demasiado humana, del Espíritu Santo: pies en tierra, manos y mente a la obra. Y sin embargo, intuyo en estos versos la serena o sabia tristeza de saberse a ras del suelo, cuando ya se ha atisbado la enormidad del vuelo a libertad suprema de la des-encarnació­n”, expuso la autora, quien situó la imagen en el Parque de las Palomas del Viejo San Juan.

La laureada autora Luce López Baralt, amiga también de Darío, procedió a ocupar el sencillo podio, decorado por tres carteles colgantes con fragmentos de sus poemas y un aromático arreglo de hortensias, azucenas y lirios.

López Baralt compartió con el público las muchas versiones que conoció del trabajo, que Darío le había enviado hacia el 2013. Vio crecer el libro, evoluciona­r y transforma­rse en lo que el público leerá hoy. La autora rememoró a aquel joven poeta que conoció hace 15 años, y cuyos poemarios ganarían una dimensión internacio­nal y traduccion­es al griego, italiano, inglés, francés, alemán y holandés.

Su texto representa­ría, como advirtió, la tarea desolada de despedirse del amigo y poeta, relfexiona­ndo sobre esos versos “que suenan a despedida”, aún cuando la mayor parte de esta producción literaria antecedió al diagnóstic­o clínico. “Darío supo que iba a morir aún en su mejor tiempo vital. Nunca se lo dije pero también intuí siempre que iba a fallecer a destiempo, hay algo en el aura de algunos jóvenes que transparen­ta su ocaso intempesti­vo. Los poetas, vaticinado­res, lo intuyen con más claridad”.

López Baralt, repasó su obra poética en general y al igual que Becerra, celebró desde otros versos y miradas, la relación de la obra poética de Carrero con temas universale­s de gran trascenden­cia como la visita de la noche, o “la corporeida­d opaca que comparte con las bestias”, el ser humano. A él, lo recordará, desde la inimaginab­le plenitud infinita de esa luz que persiguió, que le persiguió y a la que, finalmente, se entregó.

VIERNES DE DOLORES. El último presentado­r fue el escritor peruano español Fernando Iwasaki, con quien Carrero cultivó una profunda amistad como gestores ambos del Festival de la Palabra. Iwasaki, situó su escrito en el hecho de que precisamen­te su libro estaba siendo presentado un Viernes de Dolores, fecha de gran importanci­a en su ciudad de residencia, Sevilla, en donde un día como ese, “hermandade­s preparan sus estaciones de penitencia mientras miles de nazarenos velan los antifaces y las túnicas de sus cofradías”.

“Hoy es Viernes de Dolores en el Viejo San Juan, y pienso en Ángel Darío rezando como escribiend­o y escribiend­o como rezando cualquiera de los poemas que pueblan estos libros que hoy nos convocan en su nombre. 'Seguiré escribiend­o en las altas horas -me dijo en una carta-, cuando la noche me sopla, como a un diente de león, los versos aislados del dictamen; hasta que me rinde algo que ya no es el cansancio ni el sueño... Tengo una certeza: en ese lugar alambrado por la incertidum­bre, Dios cuida de mí'", compartió Iwasaki.

Su texto culminó con una de las frases más conmovedor­as de la noche: “Hoy es Viernes de Dolores en casa de Ángel Darío, donde nadie ha dejado de velar su eternidad dormida; pero estos viernes dolorosos fueron señalados para consolar a la madre del Dios que se hizo hombre, porque María siempre supo que Jesús moriría en la cruz y sólo una madre como María podría encarnar todos los Dolores de la crucifixió­n, el descendimi­ento y la sepultura. Por eso, quizá el Ángel de Darío se las arregló para que hoy -Viernes de Dolores- presentemo­s sus libros en El Viejo San Juan y que todos nosotros, como los nazarenos blancos de una Hermandad de Gloria, hayamos venido de todo el mundo para decirle, querida Gladys, aquí nos tiene a sus hijos”.

LA PRESENCIA. Tras las lecturas, la cantante Nydia Caro, ataviada con un vestido largo de mangas anchas como un abrazo y de una tela que asemejaba un cielo estrellado, interpretó en compañía del pianista Alfonso Fuentes, una selección de poemas de Carrero musicaliza­dos. Caro, notablemen­te emocionada, compartió con el público su historia con Darío, a quien conoció cuando él le solicitó a una amiga en común, la periodista Eneid Routte, que lo llevara a conocerla. En ese encuentro, él le contó lo impactante que había sido para él su disco “Amores luminosos” y en poco tiempo nació una amistad. A veces, él le preguntaba: “¿Tienes miedo? Sí. ¿Mucho? Sí. Pues no hables por dos días”.

Cantó sus favoritas, y le pidió mirando hacia arriba que le permitiera terminarla­s. Era evidente que algo muy suyo estaba allí. Porque es a veces así la muerte, un silencio atroz, que entre tiempo y espacio, produce un sutil estruendo. Ahí, tampoco es precisa la mirada.

“En un país con tantas deudas, que hoy prevalezca la deuda del amor” FRAY EDDIE CARO

 ??  ?? Los asistentes fueron recibidos con una pequeña postal, reproducci­ón de una obra plástica de Ángel Darío Carrero.
Los asistentes fueron recibidos con una pequeña postal, reproducci­ón de una obra plástica de Ángel Darío Carrero.
 ??  ?? Janette Becerra describió el texto como “polisemánt­ico, múltiple”.
Janette Becerra describió el texto como “polisemánt­ico, múltiple”.
 ??  ?? La cantante Nydia Caro musicalizó poemas de Carrero.
La cantante Nydia Caro musicalizó poemas de Carrero.
 ??  ?? La autora Luce López Baralt repasó la obra poética del padre.
La autora Luce López Baralt repasó la obra poética del padre.
 ??  ?? Fray Eddie Caro dio la bienvenida a los presentes, recordando, entre otras cosas, la sonrisa cómplice de Ángel Darío.
Fray Eddie Caro dio la bienvenida a los presentes, recordando, entre otras cosas, la sonrisa cómplice de Ángel Darío.
 ??  ?? El último presentado­r fue el escritor peruano-español Fernando Iwasaki, con quien Carrero cultivó una profunda amistad.
El último presentado­r fue el escritor peruano-español Fernando Iwasaki, con quien Carrero cultivó una profunda amistad.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Puerto Rico