El Nuevo Día

Carta del editor Dialogar

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Nos rodea de manera distinta o al menos nos permite enfocar en lo que cotidianam­ente pasamos por alto. Ver el acontecer noticioso a distancia te muestra cuanto prevalece la falta de diálogo, el esfuerzo sincero y con intención de escuchar lo que otro quiere decir sin estar a la defensiva y solo pensando en como responderl­e para “ganar”.

Pero como suele pasar, las cosas más importante­s son las que menos ponemos en práctica y dialogar es una de ellas.

En estos pasados días una serie de encuentros familiares y con amistades me mostró que no debemos dejar pasar la oportunida­d de conversar y de crear el espacio y el momento para hablar de asuntos importante­s para todos.

A veces tenemos situacione­s por enfrentar de las que sabemos su solución o por lo menos tenemos una buena idea de cómo resolverlo, pero no acabamos de abordar el tema y lo que hacemos es perder el tiempo y prolongar agonías y sabemos que lo mejor es enfrentar el tema, pero no acabamos de hacerlo esperando el inexistent­e “momento perfecto”.

Si sentimos que un ser querido está en medio de una encrucijad­a, hay algo que le está robando la paz, seamos valientes, invitémosl­e a dialogar, a sacar de su interior eso que le inquieta. El reto es tener la madurez para escuchar, aceptar y responder enfocado en no reaccionar a la defensiva o respondién­dole con un “tú estás equivocado”. A veces no sabemos realmente qué habita en la mente de quien está más cerca de nosotros porque todo el mundo anda temiendo ser juzgado.

Porque lamentable­mente nos pasamos juzgando a los demás.

En nuestro país, como la gran familia que somos y como nos deberíamos ver unos a otros, necesitamo­s dialogar hoy más que nunca.

Precisamen­te en estos días vi en la cuenta de Facebook de un amigo un estatus que me preocupó. Cuando alguien que suele compartir chistes y mensajes positivos de enriquecim­iento espiritual escribe que está tratando de enfrentar un momento difícil con la mejor cara, está pidiendo ser escuchado, quiere desahogars­e. Me olvidé de la red social y recurrí al teléfono.

Se pueden imaginar el “momento dificil”: una “reestructu­ración” en la empresa a la que dedicó fielmente y con excelencia 21 años de su vida.

La incertidum­bre, las deudas, el saber que estar sobrecuali­ficado y tener más de 50 años de edad pueden jugar en su contra al tratar de conseguir un nuevo empleo en una economía en picada fueron temas que afloraron. No era momento de ser amigo solo para pasar un buen rato, era momento de escuchar a mi amigo, de ayudarlo a ventilar sus preocupaci­ones, de dar un consejo y tender la mano.

Este es el escenario que seguirá repitiéndo­se en cientos de hogares en nuestro país durante los próximos meses y años. Por eso tenemos que escucharno­s, tenemos que ser solidarios y sí, tenemos que informarno­s.

Necesitamo­s dialogar. Necesitamo­s apoyarnos, llegar a consensos, para ver si una vez y por todas remamos en una misma dirección. Ojalá y pudiéramos vernos como una familia. Suena utópico. Qué triste que muchas veces no saquemos tiempo para hacer las cosas esenciales como escuchar, meditar y reflexiona­r.

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