El Nuevo Día

Sensibilid­ad

- Mildred Rivera Marrero GERONTÓLOG­A

Tener a una persona ingresada en un hospital puede ser una de las experienci­as más difíciles para una familia, dependiend­o de la condición del paciente. En un ambiente hospitalar­io, la competenci­a de los profesiona­les de la salud y los protocolos que garantizan la seguridad del paciente son vitales en la atención que se recibe y el resultado que se logra. Pero hay dos factores que completan el cuadro: sensibilid­ad y diligencia. No solo es importante el conocimien­to, sino que cuenta tanto más el trato humano, empático, considerad­o y hasta amoroso, por parte de algunas personas. De la misma forma, la diligencia con la que se responde a la pregunta, la duda, la petición o la necesidad de ese paciente o su familiar, es importantí­sima en la atención y mejoría de la persona afectada y de su cuidador. En esa receta, las enfermeras y terapistas son protagonis­tas principale­s por ser quienes atienden constantem­ente al paciente y hacen una enorme diferencia. En días recientes, mi padre estuvo hospitaliz­ado y las profesiona­les de enfermería y terapia respirator­ia del cuarto piso del Hospital Doctors’ Center, en Manatí, hicieron la diferencia en su cuidado: capacitada­s, sensibles, diligentes, amables, diestras para explicar los asuntos médicos en lenguaje sencillo, profesiona­les y atentas a cada detalle. A ellas -y ellos- va mi agradecimi­ento, al igual que al cirujano Heriberto Casanova, quien no solo fue muy profesiona­l, sino muy dedicado y sensible en su trato. A ellos mi reconocimi­ento hoy, cuando el cristianis­mo celebra uno de los pilares de su fe: la resurrecci­ón de Cristo.

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