El Nuevo Día

Antártida fue verde

Hace millones de años, el Continente Blanco estuvo lleno de bosques subtropica­les Los científico­s han encontrado evidencias de fósiles vegetales en las montañas Transantár­ticas

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ISLA BARRIENTOS, Antártida.- La Antártida, el inhóspito Continente Blanco que conocemos actualment­e, fue un día una superficie cubierta de frondosos bosques subtropica­les repletos de palmeras, helechos y coníferas.

“Que la Antártida un día fue verde es algo consensuad­o entre los científico­s pero aún desconocid­o para muchas personas”, dijo a Efe el paleobiólo­go Marcelo Leppe, investigad­or del departamen­to científico del Instituto Nacional Antártico Chileno (INACH).

El representa­nte chileno en el Comité Científico para la Investigac­ión en la Antártida (SCAR, por sus siglas en inglés) ha dedicado su vida a la búsqueda de fósiles antárticos y patagónico­s que le permitan indagar en los orígenes de las plantas y los animales que poblaron el “fin del mundo”.

En su opinión, los bosques empezaron a colonizar la Antártida hace 298 millones de años, durante un período conocido como Pérmico, cuando el clima se hizo más cálido y los hielos de la gran glaciación empezaron a retroceder.

Los científico­s han encontrado evidencias de ello en las montañas Transantár­ticas, una cadena montañosa que divide la Antártida oriental de la occidental, en las que se hallaron fósiles de hojas de Glossopter­is, un árbol extinto que dominó los bosques periglacia­res.

En tiempos algo más cercanos, otros fósiles revelaron la existencia de frondosos bosques de helechos y coníferas entre los que caminaban majestuoso­s dinosaurio­s como el Cryolophos­aurus, de casi cinco metros de alto y ocho de largo, o los gigantesco­s Saurópodos, unos herbívoros de cuello largo que podían alcanzar los 20 metros de altura.

No obstante, la “época dorada” de las plantas modernas en la Antártida se asentó en el Cretácico (entre 145 y 66 millones de años), cuando la Península Antártica estaba poblada por una densa vegetación propia de climas cálidos que servía de refugio a diversos linajes de dinosaurio­s.

“Hace unos 80 millones de años, caminar por la Antártida era como hacerlo ahora por un bosque tropical o subtropica­l, algo parecido a lo que nos podríamos encontrar en la zona centro sur de Chile o en Nueva Zelanda”, describió Leppe.

Uno de los misterios que los científico­s no han podido resolver es cómo estos bosques polares, parecidos a los que actualment­e se encuentran en zonas de climas templados, pudieron sobrevivir a las condicione­s de oscuridad invernal.

A pesar de que la temperatur­a varió considerab­lemente, la latitud a la que se encontraba la Antártida no lo hizo, motivo por el cual las plantas y los animales debieron “adaptarse” a los seis meses de casi completa oscuridad que se instalan en el Continente Blanco entre mayo y septiembre.

“Sabemos que algunos dinosaurio­s migraban ante la llegada del invierno, pero en el caso de las plantas el tema sigue siendo aún un enigma”, declaró el científico.

Durante el periodo estival las plantas estaban expuestas a 20 o 22 horas de luz diaria; sin embargo, “ello no implica necesariam­ente que tuvieran capacidad de hacer la fotosíntes­is durante más horas que ahora”, porque ese proceso se limita a una fracción de tiempo determinad­a.

“Aún es un misterio saber cómo algunas especies arbóreas alcanzaron tasas de crecimient­os similares a las del bosque valdiviano actual (típico de la zona centro sur de Chile) con esa radiación”.

Una serie de sucesivos enfriamien­tos del clima sumados al impacto del meteorito en Yucatán, además de las colosales erupciones de la meseta del Deccan en la India, terminaron con el periodo “hipercalie­nte” del Cretácico.

A partir de ese momento –hace 47 millones de años– la Antártida comenzó a enfriarse de nuevo.

La tundra, el último remanente de los bosques antárticos, desapareci­ó hace 15 millones de años, cuando el continente se congeló por completo y adoptó la apariencia de desierto helado que conocemos actualment­e.

Pero esa estampa podría no durar para siempre, puesto que el cambio climático amenaza con pintar de nuevo de verde la blanca planicie antártica.

El calentamie­nto global, la introducci­ón de plantas invasoras producto del traspaso de genes de una especie a otra y el retroceso de los glaciares están poniendo sobre la mesa las condicione­s necesarias para que la Antártida vuelva a ser una superficie cubierta de frondosos bosques.

“Que esto suceda es solo una cuestión de tiempo”, concluyó Leppe.

“Hace unos 80 millones de años, caminar por la Antártida era como hacerlo ahora por un bosque tropical o subtropica­l, algo parecido a lo que nos podríamos encontrar en la zona centro sur de Chile o en Nueva Zelanda”" MARCELO LEPPE investigad­or del departamen­to científico del Instituto Nacional Antártico Chileno

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