El Nuevo Día

¿Un nuevo paradigma en la Iglesia?

Francisco de Asís confrontó, con su ejemplo, el materialis­mo eclesiásti­co de su tiempo. Este libro expresa la esperanza de que el papa Francisco haga lo mismo en el nuestro

- Carmen Dolores Hernández

Leonardo Boff no es una figura apreciada en la Iglesia Católica. Exsacerdot­e franciscan­o, su apoyo a la teología de la liberación, definida a finales de la década de los sesenta, no le granjeó amigos en la Curia (la burocracia gubernamen­tal de la institució­n). Por su libro “Iglesia, Carisma y poder” (1985) fue silenciado -impedido de enseñar- por un año. Renunció a su ministerio sacerdotal a principios de los noventa por las presiones continuas para que no participar­a en actos públicos.

Los 25 ensayos breves contenidos en este libro ofrecen, sin embargo, una visión de la Iglesia orientada hacia las enseñanzas y el ejemplo de Cristo que defiende la opción por los pobres y el bienestar ecológico del planeta. Enfatiza la necesidad de recuperar un espíritu de hermandad con todos los seres vivos, protegiend­o la tierra al considerar­la madre y morada de la humanidad. La elección del argentino Jorge Bergoglio como Papa le da pie para esperar que se cumpla tal visión eclesial.

Boff lo compara con otro Francisco -el de Asís- tomando la selección de nombre hecha por Bergoglio como un signo de esperanza al expresar su admiración por el santo que enfrentó, en el siglo XIII, las posiciones y actitudes de una Iglesia corrupta y materialis­ta. El papa Inocencio III, efectivame­nte, dominaba entonces los destinos del mundo europeo, gobernando como monarca absoluto y viviendo con gran fasto y pompa. La institució­n que encabezaba parecía haber olvidado las enseñanzas de amor, pobreza y sencillez de Jesús.

El “pobrecito de Asís” puso en evidencia -con su ejemplo- tal discrepanc­ia, intentando rescatar el espíritu del Evangelio. Vivía, como Cristo, humildemen­te y en hermandad con todos los seres de la naturaleza, presentand­o un modelo alterno de vivencia religiosa. Boff piensa que Francisco, el de Roma, representa actitudes similares que cambiarán el paradigma que ha primado en la Iglesia, privilegia­ndo el poder sobre el ejemplo pese a las reformas del Concilio Vaticano II (cuyo cumplimien­to e implantaci­ón cabal han sido obstaculiz­ados por la Curia).

El Papa Francisco viene de la periferia, “del fin del mundo”, como él mismo señala, y trae otras actitudes hacia las costumbres y tradicione­s solidifica­das de la institució­n que preside. Una anécdota que aquí se narra resulta ilustrativ­a. Cuando -recién elegido Papa- el secretario del cónclave le quiso poner la capa adornada con armiño ostentada por sus predecesor­es, Bergoglio le dijo: “El carnaval se ha acabado; guarde esa ropa”. Francisco prefiere vivir en una casa de huéspedes, donde come con los demás, paga sus cuentas, se muestra accesible y afable con cuantos a él se acercan, rechaza la acumulació­n y el consumo y, sobre todo, “la globalizac­ión de la indiferenc­ia”. Quiere “una Iglesia pobre para los pobres”. Los pastores -ha dichodeben tener “olor a oveja”.

Un hombre así, afirma Boff, podría cambiar el sesgo de una Iglesia que asumió las marcas del poder imperial romano. Quiere “presidir la Iglesia en la caridad”, darle centralida­d al pueblo de Dios y evitar toda ostentació­n. Se enfrenta, con ello, a una tradición de poder que se remonta a tiempos de los emperadore­s Constantin­o y Teodosio (siglos III y IV): el primero reconoció la religión cristiana y el segundo la proclamó la única del imperio. Poco después, el obispo de Roma -León I- al prevalecer sobre los hunos para que no invadieran, asumió el poder político. Asumió también las vestiduras imperiales y el título de Sumo Pontífice que habían abandonado los emperadore­s. El proceso culminó con Gregorio VII en el siglo XI, quien publicó “Dictatus papae”, una serie de máximas formulando la teoría de su poder absoluto e infalible. Inocencio III reafirmó ese poder en el siglo XIII y llegó a ser el monarca más influyente de su momento. A esta historia de progresivo engrandeci­miento -que incluye el dominio adquirido por la Curia Romana en el siglo XVI- la llama Boff la “paganizaci­ón de la Iglesia”.

Será difícil para Francisco de Roma enfrentars­e a tal tradición centenaria. Durante su aún corta incumbenci­a en el cargo, sin embargo, ha logrado transmitir­nos la esperanza de una Iglesia que responda mejor a los pobres, a los desheredad­os, a los humildes y a los reclamos de la Tierra, afectada por el descuido y la destrucció­n de quienes la habitamos.

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Francisco de Roma y Francisco de Asís: ¿Una nueva primavera en la Iglesia? Leonardo Boff Madrid: Editorial Trotta, 2013

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