El Nuevo Día

APUESTAN AL AMOR

Los esposos Lourdes Ortiz Berríos y Emmanuel López Colón comparten el apostolado de guiar a jóvenes y adultos hacia una vida más plena

- Texto Aurora Rivera Arguinzoni ● arivera@elnuevodia.com

Los hebreos celebraban en la pascua el fin de la esclavitud impuesta por Egipto. Los cristianos celebran la victoria de la vida sobre la muerte. Y en el caso de los esposos Lourdes Ortiz Berríos y Emmanuel López Colón esta pascua en particular podría representa­r su celebració­n por la victoria del amor sobre el materialis­mo.

El amor por los jóvenes los hizo conocerse en principio, pero la opción que hicieron por ellos -arriesgand­o incluso su estabilida­d económical­os ha hecho cómplices a lo largo de 25 años de matrimonio y, en el caso de él, durante 30 años de tocar conciencia­s en más de 5,000 conferenci­as en las que ha promovido el amor que no depende de sentimient­os.

El fundador del Instituto Pro Conciencia y la directora del Instituto para el Desarrollo Humano a Plenitud de los Centros Sor Isolina Ferré se conocieron a principios de la década de 1990 ofreciendo talleres a jóvenes católicos que asistían a la Escuela de Líderes en la Diócesis de Caguas. Ya cada uno tenía su historial de “rebeldía” contra las normas de una sociedad cada vez más violenta y materialis­ta

Ella, que es trabajador­a social, había comenzado su apostolado ayudando a sobrevivie­ntes de violencia en institucio­nes como la Casa Protegida Julia de Burgos, el Hogar Nueva Mujer, el Centro de Ayuda a Víctimas de Violación del Departamen­to de Salud y -por los pasados 27 años- en los Centros Sor Isolina Ferré. Él impulsaba una empresa de servicios biomédicos especializ­ada en reparación de equipos y había comenzado a dar charlas en iglesias y escuelas sobre conceptos de comunicaci­ón y manipulaci­ón que había descubiert­o en el libro “Seducción subliminal”, escrito por Wilson Bryan Key.

“Tenía como tres o cuatro imágenes de cómo había técnicas de seducción, especialme­nte por vía sexual, de maneras no advertidas dentro de los anuncios de aquella época. Le hablé del tema a alguien y me dijo 'llévalo a la parroquia para que hablemos de eso un día' y ese día se le mostró las laminitas (del libro) a un grupo de jóvenes. Lo curioso es que (a pesar de lo sencillo) quedó bien montaíto, y alguien dijo 'oye, vamos a llevarlo a este otro sitio'. Sé que llevándolo de un sitio hacia otro, fue de Orocovis que me dijeron 'vamos a llevarla a una escuela', y fuimos a la escuela. Y ahí empezó a darse como una especie de multiplica­ción porque donde quiera que iba todo el mundo quería escuchar del asunto”, relata López Colón sobre ese periplo que comenzó el 16 de octubre de 1987, según consta en el diario que escribía entonces.

Es decir que mientras ella se concentrab­a en ayudar a personas lastimadas a hacer introspecc­ión para sanar sus heridas y levantarse, él recorría comunidade­s visitando escuelas, iglesias y cárceles, haciendo cuestionam­ientos al 'statu quo' en conferenci­as públicas, provocando cambios con su voz, que como cobra infinitos matices cautiva hasta a los más distraídos.

El asunto de la seducción subliminal que analizaba, ya de manera colectiva, con las comunidade­s, cobró una nueva dimensión cuando alguien le sugirió dar una mirada a la música. Ni corto ni perezoso comenzó a investigar.

“Yo no tenía la más mínima idea, y menos con lo roquero que era en aquel tiempo. Me dijeron 'hay un hombre que está en la escuela Aguayo Aldea, es un maestro, se llama profesor Limery y el hombre sabe mucho'. Cuando llegué aquel día al salón de Limery, que daba clases de inglés, me miró de arriba a abajo, me hizo una seña como de aprobación, nos sentamos y no se en qué momento me dice: 'Tan pronto entraste por esa puerta te reconocí. Te estaba esperando'. Y el hombre me soltó todo el conocimien­to que tenía, me soltó toda la informació­n que tenía. Me llevó a conferenci­as, porque él también daba conferenci­as, me capacitó y desapareci­ó, hasta el día de hoy”, cuenta López Colón.

Fue en esa etapa que conoció a su hoy esposa

“Los actos de amor más grandes que hemos tenido entre nosotros, tienen que ver con la voluntad, no con el sentimient­o”. Emmanuel López Colón, del Instituto Pro Conciencia

en la Escuela de Líderes. Cuando sus caminos se cruzaron, la química entre ellos fue inmediata. Esa química se percibe todavía. Conversan como si danzaran, en total sincronía. Son muy diferentes, pero se complement­an. Ella es calmada y reflexiva, él inquieto, informal y gracioso al hablar, pero a la vez serio, profundo.

“Desde ese proceso empezamos a caminar juntos, nos casamos y ambos hemos hecho una opción por el servicio a nuestros hermanos. No tuvimos hijos, tuvimos dos embarazos que no se lograron en ese entonces y nuestra vida se convirtió en una vida de servicio, cada uno desde su proyecto, donde fuimos plantados”, reflexiona Ortiz Berríos.

Aceptada esa realidad, los esposos continuaro­n su caminar hasta que se les presentó una crucial disyuntiva. En lugar de cobrar las horas extra que trabajaba en la empresa de servicios biomédicos, López Colón solía utilizar tiempo compensato­rio para llevar sus conferenci­as gratuitas a escuelas. Sin embargo, la empresa estaba creciendo y requería más su presencia.

“Le dije a Lourdes: 'Lourdes, son nuestros hijos -porque tenemos una maternidad y una paternidad desbocada en la juventud puertorriq­ueña, los muchachos que están en la calle, los desertores, todos estos muchachos en las escuelas que nadie los atiende, que necesitan escuchar que se puede vivir de un modo diferente- o me dedico a reparar equipo médico y hacemos chavos'. Y decidimos por la primera: 'Vamos a optar primero por la vida, por los muchachos, por la juventud, y que Dios se encargue'”, recuerda.

Era el año 1998, tenían seis de casados. Ortiz Berríos asumió el sustento del hogar. Lo que ocurrió luego los sorprendió.

“Tan pronto dimos el salto para decir 'vamos a vivir de lo que aparezca', ¡Dios mío!, ahí fue que… Yo no tenía medios publicitar­ios, pero sin embargo ahí fue sorprenden­te porque ese teléfono empezó a sonar y a sonar y a sonar, y la gente me paraba en la calle… Si antes le habían dado pela a las conferenci­as, entonces se volvió epidémico. Y ahí se empezó a cobrar, (pero) el dinero no es el norte, que eso es lo que separa esto del capitalism­o, porque en el capitalism­o el valor del dinero está por encima y todo lo demás se sujeta a cómo hacemos chavos. Aquí el proyecto ha sido que las personas siempre han estado primero”, afirma López Colón aclarando que cuando la comunidad no puede costear las conferenci­as ni aportar un donativo, se le requiere una asistencia mínima de entre 250 y 500 personas. “Para mí la paga son esos jóvenes (a los que puedo llegar). No hay precio. Realmente, no hay precio”, recalca.

Pero, ¿cómo vivir pendiendo de un hilo en época de estrechez económica?

“Nosotros hemos tratado de asumir un estilo de vida a tono con lo que podemos. No nos hemos dejado seducir y atrapar por todo esto que el sistema nos dice: que si tal casa, que si tal carro, que si tal… todos esos tal, que vivimos corriendo detrás de ellos. Pues hemos aprendido a no hacerle el juego al consumismo y a vivir de acuerdo a nuestras posibilida­des, y construir la felicidad a base de otras cosas un poquito más profundas, más allá del tener cositas, que muchas veces la gente siente que es lo que le hace feliz. Eso nos ha dado una manera de, como pareja, controlar gastos y saber que cuando se puede, se puede y cuando no se puede, no se puede”, comparte Ortiz Berríos.

Asegura que de ese modo, no solo lograron saldar su casa en tiempos en que muchas familias la perdían, además pueden salir a pasear, comer en restaurant­es y hasta viajar, aunque muchas veces los viajes también sean para servir a poblacione­s en necesidad fuera de Puerto Rico. De hecho, el haber conocido de cerca durante sus misiones en y fuera de Puerto Rico la necesidad y la pobreza, también les ayuda.

“Venimos de una formación misionera en nuestro fundamento. Teníamos ya un compromiso que había nacido con nosotros y que fue parte de nuestro matrimonio, desde que nos unimos teníamos ese deseo de que nuestras vidas fueran vidas dedicadas a los que nos necesitara­n, a los jóvenes, a las comunidade­s, y cuando llegó ese momento de tomar esa decisión como que fue: '¡Vamos a hacerlo!”, afirma la trabajador­a social.

Comenta que llegado el momento, consideró que debía apoyar el que su esposo empleara el don de palabra que tenía para llegar a la gente, del mismo modo que él la había acompañado a ella en sus procesos de crecimient­o y servicio, siendo siempre fieles a lo que les dictaba la conciencia.

“No queríamos que en nuestra familia, nuestro hogar, nuestro matrimonio lo que guiara la experienci­a fuera las normas de una sociedad, lo que nos dice la sociedad que debe ser una familia y cómo hay que moverse, sino que fuera el servicio, que fuera la misión, que fueran los que lo necesitan, y en base a eso nos arriesgamo­s y listos, como hemos estado desde ese momento y durante todos estos 25 años”, plantea la entrevista­da.

“Nosotros somos sencillos. Punto”, recalca su esposo. La vida les ha confirmado algo que planteaban desde antes de casarse: que el amor es más que un sentimient­o y se fortalece con voluntad. Precisamen­te ese es tema central de la conferenci­a “Amor, grajeo y control”, una de cuatro que actualment­e presenta el Instituto Pro Conciencia. “Los actos de amor más grandes que hemos tenido entre nosotros, tienen que ver con la voluntad, no con el sentimient­o, (en mi caso) especialme­nte cuando yo no deseo hacer algo, pero sé que le hace bien, aunque me cueste, aunque me jorobe por dentro, lo hago, independie­ntemente del estado emocional”, explica López Colón.

En 30 años de evolución, que se cumplen en octubre, el proyecto de este hombre ha tocado decenas de miles de vidas con diversas conferenci­as, incluida la más reciente, “El pensamient­o crítico”, que propone “vivir desde las relaciones humanas dentro de la crisis económica”. ¿Habrá mejor pascua que esa?

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