El Nuevo Día

Aún se lucha por la igualdad de género

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Aestas alturas, es un ciclo bien conocido: cada año, el Día Internacio­nal de la Mujer provoca declaracio­nes grandiosas de los políticos y los líderes de negocios sobre empoderar a las mujeres, así como llamados a hacer mayores esfuerzos para mejorar la igualdad de género.

Pero el ímpetu generado a principios de marzo a menudo se disipa antes de que empiece abril, así que los mismos llamados vacuos son hechos una vez más al año siguiente sin que muchas cosas hayan cambiado. No debería ser así.

Asegurar un trato igualitari­o a las mujeres es benéfico para todos los aspectos de nuestras vidas. Desde las relaciones cotidianas hasta la forma en que dirigimos nuestras empresas, siempre deberíamos estar consciente­s del tema.

Cualquier esfuerzo para hacer avanzar la equidad de género debe empezar con derechos iguales básicos. Las mujeres luchan por la igualdad todos los días, en todas las naciones, tanto en el mundo en desarrollo como en el desarrolla­do. En muchos lugares, las mujeres siguen limitadas en su capacidad para tomar decisiones económicas independie­ntes, para viajar libremente, para conducir un auto o para solicitar el divorcio. Y, de los casi 800 millones de personas mayores de 15 años que son analfabeta­s en el mundo, alrededor de dos tercios son mujeres, una proporción que no ha cambiado en dos décadas.

La lucha por los derechos igualitari­os se extiende hasta las salas de consejo corporativ­as, donde solo 5.8% de los directores ejecutivos en las empresas del índice S&P 500 son mujeres. En tanto las mujeres sean excluidas de los puestos de liderazgo, las empresas no aprovechan el grupo de talento más amplio para asegurarse de contratar a las mejores personas. Eso es inaceptabl­e e irresponsa­ble.

El Foro Económico Mundial predice que la brecha de género medida en cuanto a salud, educación, oportunida­d económica y empoderami­ento político no se cerrará hasta 2186. Eso es dentro de 169 años. En el mismo periodo, la humanidad pasó del motor de vapor al viaje del Cassini a Saturno, y de las palomas mensajeras al internet. Me gustaría pensar que pudiéramos lograr la equidad de género universal mucho más rápidament­e que eso.

Y la igualdad tampoco debería ser considerad­a solo un tema femenino. Todos deberíamos emprender acciones para ayudar a lograr la equidad más rápidament­e, y todos estaremos mucho mejor una vez que lo hagamos.

Una forma de empezar es que los gobiernos introduzca­n una asignación presupuest­aria basada en el género, la cual tome en cuenta las formas en que las políticas afectan de manera diferente a hombres y mujeres. Hemos ignorado esto durante demasiado tiempo, pero hay algunos ejemplos grandiosos de países que avanzan en la dirección correcta. Por ejemplo, las inversione­s de Ruanda en sanidad básica en los últimos años han llevado a una mejor salud e higiene y ha aumentado la inscripció­n de más niñas en las escuelas. Austria ha promulgado reformas que ajustan la tributació­n para los asalariado­s secundario­s, lo cual anteriorme­nte había impedido la participac­ión de las mujeres en la fuerza laboral.

Y Suecia, como pionero en este campo durante más de una década, ha sido clasificad­o como el mejor país del mundo para las mujeres. La equidad de género sigue siendo una de las piedras angulares de la sociedad del país, la cual ha visto a su gobierno ajustar repetidame­nte su presupuest­o para abordar desafíos como la violencia contra las mujeres y las disparidad­es en el salario y la participac­ión económica. Además, la legislació­n de cuotas para las mujeres en los consejos empresaria­les aplicada en los cinco países escandinav­os parece haber funcionado bien.

Pero no son solo nuestros gobiernos los que pueden fomentar un cambio efectivo. Las empresas pueden, y deben, hacer mucho más para promover la igualdad, el respeto y la imparciali­dad. Eliminar barreras como la discrimina­ción a través de la educación y la capacitaci­ón es una necesidad para el éxito de las empresas. Esto puede hacerse a través de una variedad de políticas organizaci­onales, que van desde dar cabida a las demandas de la paternidad para ambos sexos hasta programas de liderazgo y orientació­n para las mujeres.

Me sentí particular­mente impresiona­do al leer un anuncio en febrero en que el gigante de los cosméticos japonés Shiseido que ha tenido guarderías infantiles en sus fábricas durante más de una década, decía que estaría ayudando a otras empresas a establecer este tipo de instalacio­nes internamen­te a través de una nueva empresa. La acción ayuda a abordar el creciente problema de que las mujeres no tengan hijos para poder permanecer en la fuerza laboral.

El proveedor de ropa basado en Sri Lanka MAS Holdings también pone un ejemplo positivo con su plan Women Go Beyond, el cual ha inscrito a mujeres en clases sobre conciencia­ción de la violencia doméstica, administra­ción financiera y educación computacio­nal desde 2003.

En Virgin, sabemos que las empresas más exitosas son las que promueven un clima de diversidad e inclusión. Reconocemo­s y celebramos las asombrosas contribuci­ones que las mujeres están haciendo en nuestra fuerza laboral todos los días, y sabemos que somos una empresa mucho mejor gracias a ello. Al competir en algunos sectores que han estado dominados por hombres durante décadas, muchas de nuestras empresas son ahora dirigidas por mujeres y emplean a mujeres en puestos superiores. Virgin sabe que la diversidad es nuestra fortaleza.

Pero falta mucho por hacer, y hemos identifica­do varias áreas donde pudiéramos hacerlo mejor. Hacer de la equidad de género una prioridad de la empresa es el primer paso hacia el establecim­iento de un ambiente donde todas las personas puedan prosperar gracias a quiénes son, no a pesar de ello. Como gobiernos, empresas e individuos, debemos trabajar para fomentar mercados y sociedades incluyente­s. Promover la equidad de género debería estar en el centro de este esfuerzo.

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