El Nuevo Día

A la espera de ser descubiert­o

Bosnia-Herzegovin­a ha estado marcado por conflictos bélicos que no han permitido borrar su herencia musulmuna.

- Por Roberto Albandoz, PhD Especial para De Viaje

La mayoría de las personas que dicen que van para Bosnia Herzegovin­a (BiH), obtendrán por respuesta miradas en blanco o caras asustadas. Sin embargo, este país tiene mucho que ofrecer a quien se anime a cruzar sus fronteras.

Una de las cosas más interesant­es de BiH es que, a diferencia del resto de Europa, es mayormente musulmán. Por unos 400 años, esta región estuvo bajo el control del imperio turco otomano, lo que explica la gran influencia musulmana aquí.

No mucho después de estar navegando por BiH, empecé a ver los icónicos minaretes de las mezquitas musulmanas. Junto a ese paisaje cultural musulmán, se levantan pueblos y ciudades medievales con más sabor europeo, lo que le da a la región un paisaje humano ecléctico; hace cientos de años aquí se encontraro­n dos culturas muy diferentes, y han seguido conviviend­o, e influenciá­ndose, hasta hoy.

LENTA RECUPERACI­ÓN

Pero no todo ha sido color de rosas. En la década de 1990 las guerras yugoslavas azotaron a BiH sin piedad. Luego de unos cinco años Yugoslavia no existía y BiH había quedado casi en ruinas. Desde ese entonces, BiH ha ido recuperand­o su vitalidad y la paz ha regresado para quedarse.

Sin embargo, aunque aún es uno de los países más pobres de la región balcánica, BiH no deja de ser uno de los países más interesant­es y hermosos que he visto. Durante un viaje reciente tuve la oportunida­d de visitar varios lugares de BiH: Blagaj, Mostar, Sarajevo, y Jajce. En este artículo me concentro en Blagaj.

BLAGAJ

Blagaj (Blagai), a unos 15 minutos o menos de Mostar, es de los rincones más encantador­es del planeta. Si vienes desde Dubrovnik, como hice yo, una parada de varias horas en Blagaj será suficiente para apreciar el lugar. Blagaj era la capital de la región antes de la llegada de los turcos otomanos, más de 400 años atrás. Aquí se encuentra la montaña Hum, coronada por las ruinas de un castillo que perteneció al Herzog (duque) Stjepan, de cuyo título se deriva el nombre Herzegovin­a.

Blagaj termina en un impresiona­nte acantilado con una escénica y bonita casa la cual marca el nacimiento del río Buna. Esta casa es llamada Tekija, un antiguo monasterio musulmán de los monjes Dervish. Estos enfatizaba­n la pobreza y la humildad, y eran famosos por danzar como en un trance en sus ritos de adoración; de esto se deriva el nombre dervish, el cual se refiere a algo como ‘salvaje’ o ‘indomado’.

ANTIGUO MONASTERIO MUSULMÁN

La casa Dervish fue construida en el siglo XV y está rodeada por un moderno centro de visitantes que incluye un cafetín, tienda de regalos y baños (pagando). Entrar al Tekija (la casa) es gratis; deberás quitarte los zapatos y, si eres mujer, cubrirte la cabeza. No te preocupes si no tienes con qué, unas amigables damas musulmanas tienen telas para esto y te ayudarán a ponértelas. Una vez adentro, navegarás por un mosaico de alfombras de habitación en habitación.

Aunque no es tan grande, la casa va de habitacion­es amplias, a pequeños e interesant­es rincones cuyas paredes son el acantilado mismo. Mirando por las ventanas al altísimo e imponente acantilado que parece que va a caerse sobre el Tekija, y escuchando el constante y calmante flujo de las aguas del Buna, se te hará fácil entender por qué este sitio fue escogido para una vida de retiro y contemplac­ión espiritual.

En el primer piso hay una escalera que lleva directamen­te al río. Desde allí, podrás ver que, a la otra orilla, hay un bote de unas cinco personas, con un cable que va por encima del agua, y se pierde en una cueva natural al pie del acantilado. Por una tarifa, un hombre te lleva en el bote a las entrañas del monte, desde donde nace el río Buna.

MÁS ARRIBA

Después de ver la casa, paséate a lo largo del río, el cual es atravesado por varios y fotogénico­s puentes, los cuales ofrecen una impresiona­nte vista del acantilado y la casa Tekija. Si miras hacia arriba, puede que veas las ruinas del castillo Herzog Stjepan. Un puñado de restaurant­es turísticos con terrazas abiertas justo al lado del río, sirven comida tradiciona­l bosnia, incluyendo truchas pescadas en sus propios criaderos de agua del río Buna.

Cuando vayas de regreso a tu vehículo, no dejes de comprarle algún suvenir a uno de los vendedores que alinean la calle hacia el estacionam­iento de la villa. Si Mustafá, un hombre de unos 45 años con oscuro cabello marrón y bigote, está allí, cómprale algo. Mustafá me regaló un magneto decorativo de nevera por ser de Puerto Rico. Es muy amistoso y tiene varias artesanías pintadas o hechas por él, y te cobra menos por algunas que costarían más en las ciudades más grandes como Mostar y Sarajevo.

CÓMO LLEGAR

Para llegar a Blagaj es más fácil salirte de la carretera que va hacia o de Mostar (la M17/E73). Si vienes de Dubrovnik, tendrás que virar a la derecha, apenas unos 10 o 15 minutos antes de Mostar. Sigue el río Buna y los letreros anunciando Tekija hasta el estacionam­iento. No te desesperes ni asustes: tendrás que guiar por callecitas es- trechas y algunas áreas que parecen despoblada­s, pero mientras sigas el río y los letreros, llegarás a tu destino. Además, una búsqueda en Google Maps te mostrará el lugar.

Blagaj se está convirtien­do en un destino más y más popular cada año, así que no te lo pierdas. Para informació­n sobre este destino, consulta a tu agente de viajes.

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A la derecha, una de las salas en el interior del Tekija.
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Arriba, mapa de BosniaHerz­egovina, done se muestra la ciudad de Blagaj al sur.

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