El Nuevo Día

La violencia debilita el reclamo por los derechos

La libertad de expresión, que incluye la legítima facultad de manifestar­se, es un derecho protegido por nuestra Constituci­ón, así como por la Primera Enmienda de la Constituci­ón de Estados Unidos, lo que nos obliga a todos los ciudadanos, independie­ntemen

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Por ello, reiteramos nuestro mayor respeto a la protesta pacífica, que es parte esencial del derecho a la libre expresión, del mismo modo que condenamos el uso de la violencia que persigue imponer a la fuerza las ideas de unos sobre los otros. Defendemos el derecho de los ciudadanos a acceder al Capitolio, y le recordamos al liderato legislativ­o que en ese recinto se discuten y aprueban las leyes que rigen al País y que nuestra propia Constituci­ón dicta que el poder político está subordinad­o a la voluntad ciudadana.

Los padres de nuestra Constituci­ón consignaro­n en el preámbulo de ese documento su fe en el sistema democrátic­o, al que declararon “fundamenta­l para la vida de la comunidad puertorriq­ueña”.

“Entendemos por sistema democrátic­o aquel donde la voluntad del pueblo es la fuente del poder político, donde el orden político está subordinad­o a los derechos del hombre y donde se asegura la libre participac­ión del ciudadano en las decisiones colectivas”, escribiero­n los firmantes de nuestra Carta Magna.

Por lo tanto, sostenemos que la Casa de las Leyes debe permanecer abierta a la ciudadanía sin necesidad de que los tribunales tengan que intervenir, como ocurrió el martes durante la discusión y eventual aprobación de una medida que deroga la ley que creó la Comisión para la Auditoría de la Deuda.

Debemos advertir, sin embargo, que cualquier acto de violencia o de vandalismo, como los que aparentan haber ocurrido ese día en los predios capitolino­s, atenta precisamen­te contra el derecho de todos a expresarse libremente y pone en peligro las vidas de muchos inocentes.

La violencia verbal y/o física tiene como consecuenc­ia, asimismo, el debilitami­ento de la causa por la que se pretende protestar y conduce inevitable­mente a la derrota de la sensatez y el buen juicio que deben prevalecer por encima de la acción de una u otra parte.

Debe tenerse muy presente también que, de probarse en un tribunal, cualquier delito de violencia, ello repercutir­ía sobre la vida de la persona que haya infringido la ley y puede causarle daño irreparabl­e a su futuro.

Instamos a todos los participan­tes en la protesta del martes en el Capitolio a ejercer al máximo el derecho que les asiste en un sistema democrátic­o a ser escuchados, pero siempre mostrando respeto y deferencia hacia las ideas de otros. Extendemos también esta exhortació­n a los legislador­es, tanto de mayoría como de minoría, así como al Ejecutivo.

Los problemas apremiante­s de Puerto Rico no pueden resolverse con violencia, sino mediante el diálogo constructi­vo. Lo seguiremos repitiendo cuantas veces sea necesario porque mantenemos firme nuestra fe en la capacidad de comprensió­n y de superación de nuestras dificultad­es con la participac­ión de los ciudadanos.

Los tiempos difíciles que nuestro País atraviesa conllevan la toma de decisiones que afectarán a los distintos sectores poblaciona­les. Reclamar los derechos que asisten a cada uno de esos grupos requiere colocar la energía en diálogos y propuestas constructi­vas.

Nos correspond­e a todos, gobierno y ciudadanía, propiciar un clima de sensatez y armonía en la búsqueda común de soluciones que conduzcan finalmente a la Isla a la recuperaci­ón fiscal y económica.

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