El Nuevo Día

La deuda que sentará el futuro

- Matt Rodrigue

Cuando el Congreso aprobó la Ley de Supervisió­n, Administra­ción y Estabilida­d Económica de Puerto Rico (PROMESA), el pasado verano, trazó una ruta para enfrentar la crisis por la deuda de $70,000 millones que subsume a la Isla y para revitaliza­r su economía. El impacto de la ley —objeto de intensos debates entre los responsabl­es de las políticas públicas dentro del “Beltway” y la comunidad financiera de Wall Street— ahora debe ser vigilado cercanamen­te por millones de estadounid­enses que viven en municipios y estados endeudados a través del país.

La realidad es que el envejecimi­ento de la población, el aumento en los costos de la salud y las obligacion­es de pensiones sustancial­es han colocado a muchos funcionari­os estatales y locales en posiciones poco envidiable­s. Al igual que la dicotomía atormentó a los líderes puertorriq­ueños durante la pasada década, la necesidad de recortar los gastos y limitar el endeudamie­nto va en contra de las políticas de los legislador­es del continente de mantener los impuestos bajos y, a la misma vez, salvaguard­ar los programas sociales populares.

En el caso de Puerto Rico, PROMESA proporcion­a un diagrama esquemátic­o para navegar por una reestructu­ración ordenada. El proyecto de ley impuso una paralizaci­ón temporera de las demandas de acreedores y requirió que el gobernador Ricardo Rosselló le presentara un Plan Fiscal a la Junta bipartita de Supervisió­n Fiscal que se estableció en el otoño. También creó un proceso para convocar negociacio­nes voluntaria­s con los acreedores antes de proceder a una fase Asesor financiero de Cofina de reestructu­ración supervisad­a por los tribunales establecid­a bajo el Título III de la ley.

Para estar claros, PROMESA es imperfecta y puede no haber incluido suficiente espacio para que la Junta de Supervisió­n implemente cada reforma de crecimient­o contemplad­a por el Congreso. Pero le dio a Puerto Rico herramient­as necesarias que ya fueron probadas en Nueva York, Filadelfia y Washington, D.C. En estas reestructu­raciones municipale­s, se vieron respetados los derechos de los acreedores garantizad­os de manera que se le permitió a estas ciudades re-acceder a los mercados de capital y eventualme­nte estimular sus economías estancadas.

La emisión de deuda más grande de Puerto Rico, conocida como Corporació­n del Fondo de Interés Apremiante (Cofina), es un bono garantizad­o con un gravamen constituci­onalmente protegido sobre una porción dedicada del impuesto sobre las ventas de la isla (IVU). Cofina fue el “bono de rescate” original, creado en 2006 a través de un acto bipartita de la Asamblea Legislativ­a de Puerto Rico. La isla utilizó esta solución de préstamos garantizad­os por impuestos para evitar su última crisis fiscal, el cierre del Gobierno del 2006 y sigue funcionand­o hoy, aun cuando las deudas no-garantizad­as han entrado en el incumplimi­ento y las reclamacio­nes relacionad­as han aumentado.

Durante el próximo mes, Puerto Rico atravesará un tramo crítico en su camino hacia la recuperaci­ón ya que los grupos de acreedores concluirán la mediación y las negociacio­nes voluntaria­s. Aunque espero que las discusione­s promuevan resultados constructi­vos, la Junta de Supervisió­n Fiscal y la Administra­ción Rosselló necesitan actuar decisivame­nte si las conversaci­ones no estimulan acuerdos inmediatos.

Una serie de demandas de acreedores agresivos se producirá cuando la paralizaci­ón de litigios impuesta por PROMESA expire el 1 de mayo. A falta de una reestructu­ración ordenada bajo el Título III en ese momento, el Gobernador y la Junta de Supervisió­n se arriesgará­n a las interrupci­ones que pueden agravar los desafíos económicos y sociales de la isla.

El Título III de PROMESA, que sigue el modelo del Capítulo 9 del Código de Quiebras y casi un siglo de sus precedente­s legales, proporcion­a un marco para proteger a los ciudadanos de Puerto Rico, respetando al mismo tiempo los derechos y prioridade­s legítimas de los acreedores. Por ejemplo, la reciente reestructu­ración del Capítulo 9 en Detroit buscó acomodos razonables para los pensionado­s vulnerable­s y respetó los derechos de los acreedores garantizad­os.

La preservaci­ón de la santidad de la deuda garantizad­a es una política pública establecid­a y sólida. Sigue siendo el mejor vehículo para acceder el bajo costo de financiami­ento municipal. Las “titulizaci­ones” (“securitiza­tions”) son particular­mente beneficios­as para los municipios estresados que dependen de gravámenes estatutari­os y emisiones de deuda garantizad­os por colateral para proveer confianza de repago a los tenedores de bonos.

Si bien existen muchos obstáculos en el camino de Puerto Rico hacia la salud fiscal, el éxito de PROMESA y la priorizaci­ón de los $17,000 millones de Cofina merecen la atención de los ciudadanos, funcionari­os gubernamen­tales e inversioni­stas en la isla y a través de los Estados Unidos. Es muy probable que el próximo capítulo para Puerto Rico establezca precedente­s y procesos que guiarán la próxima ola de reestructu­raciones municipale­s en los Estados Unidos.

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