El Nuevo Día

El modelo laboral debe adecuarse a la realidad

Puerto Rico está de frente a su más difícil coyuntura económica y social como consecuenc­ia, en gran parte, de la crisis presupuest­aria y la competitiv­idad perdida como País, pero igualmente tiene, en los cambios propuestos al modelo gubernamen­tal de relac

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La propuesta reducción a beneficios de la plantilla pública relativos a las licencias por enfermedad, vacaciones y el bono de Navidad, entre otros, crea un novel sistema uniforme que en la práctica deroga las disposicio­nes negociadas en los convenios colectivos, con los que la administra­ción del gobernador Ricardo Rosselló sostiene que evitaría el despido de 45,000 trabajador­es del Estado. Tal cantidad es, a su vez, la recomendad­a por la Junta de Supervisió­n Fiscal con miras a ajustar el presupuest­o a las posibilida­des reales de recaudos y gastos del Gobierno.

Nadie duda de la importanci­a de proteger dichos puestos de trabajo aunque son obvios los encontrona­zos, especialme­nte con las uniones obreras, en torno a la forma de hacerlo. La ruta escogida por la Administra­ción Rosselló puede resultar dolorosa para algunos pero a falta de mejores propuestas, concretas y sustentada en datos, es la que se presenta con mayor potencial de ser viable. Y es que conjurar el déficit fiscal y allanar el terreno para el pago de la deuda reclaman, entre otras necesidade­s, hacer ajustes en el sector público, que a pesar de haber descendido, con más de 200,000 trabajador­es al presente sigue siendo el mayor patrono de la Isla, y esto no podrá lograrse sin modificaci­ones estructura­les.

Con los cambios propuestos en el proyecto para crear la Ley de Cumplimien­to con el Plan Fiscal se iría subsanando la trayectori­a de irresponsa­bilidad fiscal afincada en una cultura política de buscar votos por la vía de conceder beneficios y mantener un aparato gubernamen­tal inflado a cuenta de tomar dinero prestado, lo que el peso inmenso de la deuda ya no permite hacer.

De aprobarse la medida, por otro lado, se establecer­ía la infraestru­ctura operaciona­l para poner en vigencia otra ley emblemátic­a de esta Administra­ción, la del Empleador Único, que ofrece el marco legal para mover el recurso humano donde se determine que hace falta, pero enfrenta el problema de la disparidad existente en los planes de clasificac­ión y retribució­n en las agencias. Las dependenci­as que dan servicios como seguridad, salud y educación, las que se dedican a la caza de ingresos, como son Hacienda y el Centro de Recaudacio­nes de Ingresos Municipale­s (CRIM) y los municipios mediante convenios con el Gobierno central bien pueden beneficiar­se de esta movilidad.

Hay, sin embargo, unas importante­s lagunas en los planes, entre ellas, el impacto fiscal de la reducción de beneficios y cómo se haría el proceso de centraliza­ción y unificació­n en las agencias. La ocasión también es propicia para retomar el principio de mérito y, de una vez por todas, ponerlo a funcionar a base de métricas de desempeño y criterios de productivi­dad, puntualida­d, confiabili­dad, buen trato a la ciudadanía y medición de metas versus resultados en las agencia, entre otros, acompañado­s por la capacitaci­ón y el entrenamie­nto.

Dicho esto, también hay que señalar que para que un proyecto de esta envergadur­a tenga oportunida­d de éxito hay que atemperar los viejos discursos y postulados a las nuevas realidades económicas y sociales del País.

El Gobierno tiene el deber de reducir las contrataci­ones basadas en criterios políticos y de reciprocid­ad a respaldos electorale­s que le restan fuerza moral y seriedad a la agenda de cambios que se pretende hacer. Mientras haya contratist­as que devengan sumas extraordin­arias e impensadas para cualquier empleado público, la reforma importante se verá desvirtuad­a antes de comenzar.

Como marco general debe lograrse que la estructura sea transparen­te en su implantaci­ón y que sus componente­s sean suficiente­mente equilibrad­os para proteger a quienes aportan su trabajo para sacar adelante al País.

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