HAY VIDA DESPUÉS DEL RETIRO
Conoce cómo esta mujer planifica reinventarse luego de trabajar 30 años
Para Mauki Santiago, salir a trabajar era todo un ritual. Se levantaba a las cinco de la mañana para ir al gimnasio, desayunar y arreglarse. Y en este último paso le echaba todo el empeño, escogiendo con extremo cuidado las piezas, velando el color y el ajuste.
Pero, al levantarse el 2 de enero de 2017, la alarma sonó más tarde y ya no había prisa para salir al trabajo. Se había retirado luego de 30 años.
El retiro es una etapa llena de cambios e incertidumbre para muchas mujeres en la Isla, ya que menos del 30% de los trabajadores en Puerto Rico tiene un plan trazado para su retiro, afirma José Acarón, director estatal de la Asociación Americana de Personas Retiradas. Sin embargo, para Santiago no fue una sorpresa. “Yo planifiqué mi retiro desde que comencé a laborar y tenía una expectativa de edad para retirarme”, dice.
Ese comienzo tuvo fecha en 1987 cuando entró como practicante al Banco Gubernamental de Fomento. A sus 52 años, confiesa que le entusiasma haberse retirado a temprana edad y con ganas de seguir sus verdaderas pasiones.
Y es que la vida después del retiro es para muchas una oportunidad de reinvención. Admite que su trabajo le proveyó muchísimo desarrollo profesional. Aun así, nunca se comparó con las tardes que pasaba cosiendo faldas para su hija o lazos para las hijas de sus sobrinas.
Ahora quiere comenzar un negocio propio, preferiblemente en la industria de la moda. “Ese es uno de mis miedos”, declara Santiago. “Quiero alcanzar la meta que me proponía, que era hacer las cosas que me gustan, que las hago con pasión, que las haría hasta gratis”. Es, sin duda, un nuevo comienzo.
Su primer mes luego del retiro ha probado ser un periodo para recargar motores. “Me siento como Obama, pero sin todo el dinero”, cuenta entre risas. Ha tomado el tiempo para relajarse con sus familiares y su pareja, además de poner al día su salud, visitando sus médicos primarios. “Es tiempo para mí, para cuidarme”, explica.
Ya la rutina de 30 años pasó. La alarma ya no suena a las cinco de la mañana todos los días. Las horas para ir al gimnasio son un poco más flexibles. Comparte con su hija y pareja. Ahora, le sobra el tiempo para vivir.