El Nuevo Día

Fenómeno atmosféric­o definió su futuro

El doctor en Química se inclinó por estudiar ciencias luego de vivir una sequía y ahora dirige investigac­iones de alto nivel

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Los fenómenos naturales que abaten nuestro entorno pueden, a veces, abrirnos los ojos y ofrecen otros ángulos para –más allá de simplement­e ver–, poder observar nuestra cotidianid­ad. Los huracanes, las tormentas, las sequías, al igual que los signos del calentamie­nto global, nos ofrecen día a día nuevas perspectiv­as para pensar y cambiar conductas, casi siempre, llegada la crisis. Eso, precisamen­te, aprendió en su infancia el ahora Dr. Eduardo Nicolau.

Su motivación por estudiar ciencias comenzó a sus 12 años, luego de vivir una sequía que afectó a gran parte del Caribe para el 1994. Según Nicolau, para tener agua durante las interrupci­ones de servicio, la gente utilizó cualquier envase como botellas de plástico, barriles y jarras, para recoger y almacenar el agua potable.

“Tuve que ir con mi padre cada dos semanas a un oasis cerca de mi casa para recoger el agua en recipiente­s y, si queríamos beberla, había que hervirla primero”, mencionó.

Durante su educación elemental, secundaria y superior, fue alimentand­o su pasión por las ciencias, hasta que entró al campus de Río Piedras de la Universida­d de Puerto Rico. Al tomar las primeras clases de Química, se convenció de que ese era “el camino que debía continuar”. Cuando les comentó a sus padres que quería estudiar “química pura”, narra que estaban preocupado­s por su futuro laboral.

“A mis padres no les gustaba la idea al principio. No entendían que la medicina no es lo único que puedes hacer como una ciencia importante”, agregó.

Hoy día es catedrátic­o auxiliar en Química de su ‘Casa de Estudios’, y dirige su propio laboratori­o desde el 2014. Su enfoque es la utilizació­n de biomateria­les para aplicacion­es en purificaci­ón de agua, sensores y regeneraci­ón de tejidos. Nicolau trabaja en la creación de un sistema de reciclaje de agua, cuya gestión es apoyada en parte por fondos de la Administra­ción Nacional de la Aeronáutic­a y del Espacio, mejor conocida como NASA (por sus siglas en inglés).

Nicolau obtuvo su bachillera­to en Ciencias Químicas y Ciencias Ambientale­s en el 2005, y un doctorado en Química Analítica en el 2012, ambos del Recinto de Río Piedras de la UPR. Además, realizó estudios postdoctor­ales en el Centro de Investigac­ión Ames de la NASA, de 2012 a 2013, en colaboraci­ón con el Centro Materiales Avanzados en Nanoescala de la UPR-RP.

EL INICIO

Con la ayuda y el apoyo de sus profesores, Nicolau tuvo la oportunida­d de participar un verano de un programa que tenía como objetivo proporcion­ar la experienci­a de investigac­ión en el laboratori­o para estudiante­s interesado­s en la ciencia. Con igual acierto, solicitó y compitió por becas en el campo.

Para la beca que recibió en aquel momento, conocida como la NASA GSRP, se competía con otros estudiante­s doctorales de Estados Unidos.

Asimismo, puntualizó que “recibir esa ayuda tuvo un gran impacto en mi carrera. Alivió la presión económica, por lo que era capaz de concentrar mis esfuerzos en mi carrera y proyectos de investigac­ión”.

“Participé de otros internados auspiciado­s por la National Science Foundation, y también fui parte del NASA Center for Advanced Nanoscale Materials en la UPR-RP que, ciertament­e, me abrió muchas puertas. Luego recibí otra beca de la NASA para terminar mi grado doctoral, que se llamaba la NASA Jenkins Pre-doctoral Fellowship”, añadió.

“PURA CIENCIA”

Eduardo Nicolau prosiguió sus estudios graduados gracias a una beca de la NASA en el Centro de Materiales Avanzados de la Nanoescala. El centro tenía tres grupos interdisci­plinarios de investigac­ión, uno de corrección de agua. Había comprendid­o plenamente la necesidad de la remediació­n de agua para la isla, y lo acogió como uno de sus objetivos de carrera.

Para ayudar a formular y enfocar los estudios del grupo necesitaba­n a un experto en el campo. Entonces se identificó a Michael Flynn, un bioingenie­ro e investigad­or para el desarrollo de la tecnología de reciclado de agua de la NASA. El grupo de la UPR, al cual pertenecía, escribió una propuesta para desarrolla­r un sistema que purificara la orina, mediante la generación de electricid­ad a bordo de una nave espacial. La propuesta fue aceptada, y Flynn aceptó ser mentor de Nicolau, lo que marcó el comienzo de su colaboraci­ón de más de diez años.

La construcci­ón del sistema de tratamient­o secundario de ósmosis fue completada en 2013 en el Centro de Investigac­ión Ames de la NASA. La segunda fase fue la adición de un procesador de agua alternativ­a. Este consta de un tipo de membrana aireada para destruir contaminan­tes y un sistema para eliminar sólidos.

El proceso conlleva la purificaci­ón de la orina usando ósmosis directa, al drenarla en un biorreacto­r que contiene carbón activo y la enzima ureasa. Esta enzima degrada la urea (componente químico que se encuentra en la orina) en dos moléculas de amoníaco. Las enzimas son moléculas biológicas que se encargan de “romper” moléculas en unidades más pequeñas. Los que significa es que la enzima atrapa la urea y la rompe en amoniaco, que es una molécula más pequeña.

“Curiosamen­te, el amoníaco es una molécula de alta densidad de energía similar al hidrógeno. Para el manejo de amoníaco, propusimos usando una batería de combustibl­e alcalina amoniaco que convertirí­a el amoníaco en nitrógeno y electricid­ad”, explicó el químico.

“Participé de internados auspiciado­s por la National Science Foundation y fui parte del NASA Center for Advanced Nanoscale Materials en la UPR-RP” EDUARDO NICOLAU CATEDRÁTIC­O AUXILIAR DE QUÍMICA EN LA UPR-RP

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Suministra­da Eduardo Nicolau trabaja en la creación de un sistema de reciclaje de agua, cuya gestión es apoyada en parte por fondos de la NASA.

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