SÍSIFO AEE Y LA
Me reprocha una amiga que la planta eléctrica de mi casa tenga “tan poca vida”, unas quince o veinte horas si se conectan pocos enseres y se prende solo a ratos. Le respondo que si el uso de esos generadores fuera tan barato y duradero, todo el mundo los usaría todo el tiempo en lugar de depender del servicio de la AEE.
La planta está diseñada para dos o tres días de necesidad, no para semanas y semanas de desesperación.
El hombre que me abastace de los cilindros de gas lleva la kippá y tiene la barba característica de la ortodoxia judía, más dos tirabuzones blancos que le caen delante de las orejas. Mirando hacia la ceiba, me habla del “Año nuevo de los árboles”, el 15 de Shevat. Le pregunto si es judío ortodoxo y me contesta: “¿Por qué me lo pregunta?”. Es verdad, por qué se lo pregunto.
Me cuenta que ha estado durmiendo con su esposa en distintos moteles todos estos días que ha estado sin luz. Que por teléfono le dicen un precio, y luego, al llegar al motel, le cobran otro. Cansado de que le digan que son $40 y al final le quiten $65, uno de esos días decide alojarse en un hotelito modesto de Santurce. A la mañana siguiente, descubre que en ese lugar céntrico y presuntamente vigilado, le han abierto el carro y le han llevado la batería.
Me hace esas historias mientras empuja hacia la puerta el cilindro vacío para llevarlo a la empresa donde suele llenarlo. Es un intermediario que se gana la vida en ese ir y venir. Me cobra $75, que es lo normal, más $5 que le doy de propina porque este Sísifo bíblico sabe contar el mundo después de Irma, los avatares de la existencia misma, y eso es un “valor añadido”.