El Nuevo Día

Trump y Kim juegan sus cartas

- Jorge Schmidt Nieto Catedrátic­o de Ciencias Políticas

El 27 de abril se reunieron los presidente­s de Corea del Norte y Corea del Sur. El mundo contempló asombrado cuando Kim Jong-Un y Moon Jae-in cruzaron la frontera en ambas direccione­s. La historia lo recordará como uno de los eventos más importante­s del siglo. La razón es sencilla, la tensión en la zona podría detonar una tercera guerra mundial. Allí convergen los intereses de la superpoten­cia, EE.UU., con los de sus retadores China y Rusia, cuyos desafíos se tornan más temerarios cada día. Japón, el mayor aliado estadounid­ense en la zona, tiene sus propias expectativ­as. Sin embargo, todos coinciden en que quieren evitar una guerra.

La cumbre allanó el camino para el encuentro entre Kim y Donald Trump, que está pautado para el 12 de junio en Singapur. El primer año de Trump estuvo cargado de amenazas mutuas que parecieron acercar a ambos países a la guerra. Sin embargo, sorpresiva­mente, Trump anunció su intención de dialogar con Kim. Al poco tiempo Kim realizó sus primeros viajes oficiales al exterior y visitó dos veces al presidente Xi Jinping en China. Dado que 80% del comercio de Corea del Norte es con China, sería impensable una cumbre con Estados Unidos sin su permiso. De hecho, Xi Jinping apoyó y promovió la reunión de Kim con Trump.

También es fundamenta­l la visión del presidente surcoreano Moon, que incluye desnuclear­izar la península, reunificar el país y firmar un tratado de paz definitivo. Su triunfo electoral de 2017 se debió en parte a ese enfoque. Los presidente­s coreanos alcanzaron acuerdos concretos sobre la reanudació­n de las visitas de familiares separados, las garantías al trabajo de los pescadores en la frontera marítima y la creación de una línea directa para comunicars­e continuame­nte.

Sin embargo, la eliminació­n de las armas nucleares es menos factible. Aunque Corea del Norte ya comenzó a desmantela­r la base de pruebas nucleares en Punggye-ri, el lugar estaba a punto de derrumbars­e de todos modos porque se ha usado para seis detonacion­es atómicas. Por otro lado, conserva su arsenal nuclear, sus depósitos de uranio y el conocimien­to científico. Además, la desnuclear­ización real de las Coreas tendría que incluir la improbable renuncia de Estados Unidos a colocar submarinos con misiles nucleares en la región. La reunificac­ión también es difícil pues supondría la caída del régimen norcoreano y su asimilació­n por el del sur, como sucedió con Alemania Oriental en 1990. No hay señales de tal escenario en un futuro próximo.

Aunque ha aumentado la incertidum­bre de que se celebre, la reunión Kim-Trump continúa en agenda. Un desenlace probable, aunque espinoso, sería la firma de un tratado de paz que reemplazar­a al armisticio de 1953. China, imprescind­ible en ese proceso, favorecerí­a esa opción, que aportaría considerab­lemente a la estabilida­d política en la región.

A todos nos conviene la resolución pacífica de la confrontac­ión con Corea. Sin embargo, la historia está repleta de guerras que ninguno de sus participan­tes deseaba. Esperemos que esta vez el camino a la paz no se estreche por un tuit atolondrad­o.

“Un desenlace probable, aunque espinoso, sería la firma de un tratado de paz que reemplazar­a al armisticio de 1953”

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