Trump y Kim juegan sus cartas
El 27 de abril se reunieron los presidentes de Corea del Norte y Corea del Sur. El mundo contempló asombrado cuando Kim Jong-Un y Moon Jae-in cruzaron la frontera en ambas direcciones. La historia lo recordará como uno de los eventos más importantes del siglo. La razón es sencilla, la tensión en la zona podría detonar una tercera guerra mundial. Allí convergen los intereses de la superpotencia, EE.UU., con los de sus retadores China y Rusia, cuyos desafíos se tornan más temerarios cada día. Japón, el mayor aliado estadounidense en la zona, tiene sus propias expectativas. Sin embargo, todos coinciden en que quieren evitar una guerra.
La cumbre allanó el camino para el encuentro entre Kim y Donald Trump, que está pautado para el 12 de junio en Singapur. El primer año de Trump estuvo cargado de amenazas mutuas que parecieron acercar a ambos países a la guerra. Sin embargo, sorpresivamente, Trump anunció su intención de dialogar con Kim. Al poco tiempo Kim realizó sus primeros viajes oficiales al exterior y visitó dos veces al presidente Xi Jinping en China. Dado que 80% del comercio de Corea del Norte es con China, sería impensable una cumbre con Estados Unidos sin su permiso. De hecho, Xi Jinping apoyó y promovió la reunión de Kim con Trump.
También es fundamental la visión del presidente surcoreano Moon, que incluye desnuclearizar la península, reunificar el país y firmar un tratado de paz definitivo. Su triunfo electoral de 2017 se debió en parte a ese enfoque. Los presidentes coreanos alcanzaron acuerdos concretos sobre la reanudación de las visitas de familiares separados, las garantías al trabajo de los pescadores en la frontera marítima y la creación de una línea directa para comunicarse continuamente.
Sin embargo, la eliminación de las armas nucleares es menos factible. Aunque Corea del Norte ya comenzó a desmantelar la base de pruebas nucleares en Punggye-ri, el lugar estaba a punto de derrumbarse de todos modos porque se ha usado para seis detonaciones atómicas. Por otro lado, conserva su arsenal nuclear, sus depósitos de uranio y el conocimiento científico. Además, la desnuclearización real de las Coreas tendría que incluir la improbable renuncia de Estados Unidos a colocar submarinos con misiles nucleares en la región. La reunificación también es difícil pues supondría la caída del régimen norcoreano y su asimilación por el del sur, como sucedió con Alemania Oriental en 1990. No hay señales de tal escenario en un futuro próximo.
Aunque ha aumentado la incertidumbre de que se celebre, la reunión Kim-Trump continúa en agenda. Un desenlace probable, aunque espinoso, sería la firma de un tratado de paz que reemplazara al armisticio de 1953. China, imprescindible en ese proceso, favorecería esa opción, que aportaría considerablemente a la estabilidad política en la región.
A todos nos conviene la resolución pacífica de la confrontación con Corea. Sin embargo, la historia está repleta de guerras que ninguno de sus participantes deseaba. Esperemos que esta vez el camino a la paz no se estreche por un tuit atolondrado.
“Un desenlace probable, aunque espinoso, sería la firma de un tratado de paz que reemplazara al armisticio de 1953”