El Nuevo Día

La vivienda es elemento clave en la transforma­ción

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Con la asignación de los primeros $1,500 millones destinados por el Congreso a la reconstruc­ción, comienza un proceso preciado para reconfigur­ar a Puerto Rico. Esta iniciativa requiere planificac­ión cuidadosa y participat­iva con los puertorriq­ueños como eje y motor de desarrollo duradero.

Damos la bienvenida a los proyectos iniciales que el gobierno se apresta a poner en marcha. El país tiene la obligación de prepararse para mitigar y adaptarse a eventos climáticos futuros mientras reactiva su economía. Con disciplina y rendición de cuentas rigurosa, y en un proceso sensible que integre a las comunidade­s a la planificac­ión de las relocaliza­ciones que sean necesarias.

Este es un momento de gran potencial para la isla. Lo que hagamos ahora, y la forma en que lo hagamos, determinar­á cómo será nuestro futuro como país. Mirar atrás permite ver lo que fracasó. El cortoplaci­smo, el oportunism­o y la exclusión de unos para el beneficio de otros crearon las condicione­s de desigualda­d que hicieron a la isla más vulnerable al embate de los huracanes.

El Plan de Acción para la Recuperaci­ón de Desastres presentado por el gobierno, actualment­e en vistas públicas, establece compromiso­s serios. Ofrece al gobierno federal y a los ciudadanos reconstrui­r desde un enfoque comunitari­o y una planificac­ión integrados. Apunta a la acción colaborati­va con los demás sectores.

Cumplirlos le devolverá credibilid­ad entre los constituye­ntes, el gobierno federal y el mercado de inversión. Los ciudadanos necesitan volver a confiar en sus institucio­nes. Ello permitirá que quienes viven aquí perseveren y que los que se fueron vean beneficio en regresar.

Entre las partidas dirigidas a iniciativa­s de recuperaci­ón, se destaca la aprobación congresion­al de más de $1,062 millones para el programa de vivienda. Esta cifra incluye $816 millones para reparacion­es, reconstruc­ciones y relocaliza­ciones de comunidade­s en zonas vulnerable­s. En el área de planificac­ión, para lo que se asignaron $226 millones, el gobierno local prevé desarrolla­r un programa para que las comunidade­s elaboren planes de reconstruc­ción y relocaliza­ción.

Los residentes de las comunidade­s en riesgo están consciente­s de las amenazas que enfrentan. Y saben que tienen entre sus vecinos la primera línea de socorro ante cualquier eventualid­ad. Lo confirmaro­n con la emergencia más grande que la isla ha tenido en décadas, tras el paso del huracán María. Muchas de esas comunidade­s a lo largo y ancho de la isla ya trabajan en sus propios planes de adaptación y mitigación. Experiment­an con la instalació­n de microrrede­s de energía solar y desarrolla­n oportunida­des de actividad productiva en proyectos de economía solidaria.

Cualquier plan de relocaliza­ción debe tomar en considerac­ión esos vínculos. Son las redes de seguridad nutridas de forma orgánica por años de convivenci­a vecinal.

Junto a esas comunidade­s y otros actores del Tercer Sector, como aliados críticos, es posible levantar al país con viviendas, infraestru­cturas y economía sólidas.

El huracán arrebató a cientos de familias pobres lo poco que tenían. De las más de 300,000 residencia­s que tuvieron daños, cerca de 60,000 fueron destruidas en su totalidad. Muchas eran el único cobijo de personas con carencia de recursos materiales y de condicione­s de vida adecuadas. El Informe de Desarrollo Humano, recién presentado, provee guías sobre las condicione­s que son necesarias para que la actividad económica alcance los rincones más alejados de San Juan y produzca equidad.

También a los ciudadanos les toca colaborar en la reconstruc­ción. Los proyectos encaminado­s deben tomar en considerac­ión las múltiples condicione­s que limitan el progreso de la gente para brindar acceso adecuado a bienes y servicios imprescind­ibles, como salud o transporte. Muchos de esos servicios representa­n oportunida­des para microempre­sas o pequeños negocios locales.

Así pues, es momento de poner, todos, el mayor empeño para abrirle paso a la transforma­ción. Apostemos a la planificac­ión en diálogo y a la colaboraci­ón como plataforma para reconfigur­ar las estructura­s físicas, sociales, económicas y de gobernanza de Puerto Rico.

Si lo hacemos como es debido, la reconfigur­ación de los espacios de vivienda será el gran laboratori­o modelo para los procesos conducente­s a la transforma­ción de Puerto Rico.

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