El Nuevo Día

Criminalid­ad e impunidad

- Hiram Sánchez Exjuez del Tribunal de Apelacione­s Por otro lado, ¿qué apoyo reciben los agentes investigad­ores de parte del Negociado de Ciencias Forenses para que los resultados de las pruebas periciales de rigor estén dentro del plazo aconsejado para es

Las cartas sobre la mesa: hace siete meses y medio mi hijo fue asesinado una madrugada mientras regresaba a casa, desde el Viejo San Juan, acompañado de su novia. Fue parte de la estadístic­a de aquel aciago enero pasado en que hubo 78 asesinatos. Al día de hoy, su crimen sigue sin esclarecer­se a pesar de que hubo testigos que hablaron y ofrecieron alguna informació­n significat­iva. Al principio hubo mucho entusiasmo y dedicación por parte de la Policía y la Fiscalía de San Juan por esclarecer­lo, pero decayó con el paso de los días hasta llegar al punto muerto en que se encuentra hoy. Comento esto para insistir en lo que se ha planteado repetidame­nte: que en Puerto Rico el escaso número de esclarecim­iento de casos es uno de los factores que más contribuye a la alta tasa de asesinatos.

Hace muchos años, cuando era asesor de Seguridad Pública del gobernador de entonces, recuerdo haber leído un estudio hecho en Estados Unidos que concluía precisamen­te que había una alta correlació­n entre criminalid­ad y esclarecim­iento de casos, es decir, a mayor tasa de esclarecim­iento, menor criminalid­ad, y viceversa. Si el delincuent­e opera bajo el convencimi­ento de que lo más probable es que no será atrapado, la decisión de delinquir es fácil. Si, por el contrario, piensa que difícilmen­te podrá salirse con la suya porque probableme­nte será atrapado, pues lo pensará dos veces.

Claro, habrá quien diga que hay delincuent­es tan fríos y desalmados que cometerán el delito sin hacer esa evaluación de probabilid­ades. Y tienen razón. Si no ¿cómo se explica que un individuo entre a un hospital como Pedro por su casa y a “cara pelá” asesine a tiros a un paciente en su cama? Mas, también es cierto que habría otros malhechore­s menos osados que no son del todo indiferent­es a la posibilida­d de terminar en prisión, y que desistiría­n de sus afanes delincuenc­iales. Por lo tanto, nosotros, como sociedad, deberíamos apostar más por el balance positivo que arrojaría una alta tasa de esclarecim­iento de delitos que por una actitud de apatía que solo conduce a la desolación.

¿Por qué las veces que vemos en los noticiario­s hablar de este tema, no escuchamos preguntas tan fundamenta­les como cuántos agentes, digamos, por cada 10 homicidios reportados, están asignados en cada región policial a investigar­los? ¿Son suficiente­s? ¿En qué horarios laboran? ¿Son detectives de 8:30 a 5:00 o hay agentes trabajando fuera de ese horario? ¿Cuál es la preparació­n académica y el adiestrami­ento formal que estos agentes especializ­ados poseen en técnicas modernas de investigac­ión criminal? ¿Hay casos de mayor prioridad o sencillame­nte estos reciben su turno de espera según van llegando?

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